En el indispensable 'Reina del grito' de Desirée De Fez, la película de David Cronenberg supone un importante punto de inflexión en la vida profesional (no sé si también en lo personal) de la prestigiosa escritora y crítica. No es para menos. El vehículo del cineasta, adaptando a J.G. Ballard con todas las consecuencias, sigue siendo tan chocante como hace 25 años.
Crash Test Swingers
Solo disponible hasta ahora en definición estándar, 'Crash', tal vez el trabajo más reconocido de David Cronenberg, ya puede presumir de contar con una remasterización en 4K a la altura de su prestigio. El trabajo cuenta con la supervisión del director y su director de fotografía, Peter Suschitzky. La copia lució palmito en Venecia antes de comenzar a recorrer el mundo en distintas ediciones que ya podemos disfrutar en casa a través de sellos como Carlotta Films (Francia), Criterion (USA), Arrow (UK) o Turbine Medien (Alemania), estos últimos responsables del lavado de cara de la película.
Tras un accidente automovilístico, el director James Ballard (James Spader) y la doctora Helen Remington (Holly Hunter), los dos supervivientes, coinciden en su apreciación por la intensidad del tráfico de su tiempo. Además, el accidente abrirá en ellos una nueva forma de vivir su sexualidad. Entre cristales rotos y restos metálicos nunca se han sentido tan vivos, tan plenos.
'Crash' es una película incómoda. Lo era en 1996 y lo es en 2021, con el añadido de que además ahora se ve mejor que nunca. Primero por su punto de partida. La película entra a matar en la vida de una pareja cansada de su rutina. Durante sus primeras escenas la historia nos sitúa en un microcosmos de amor consensuado a varias bandas parece tan insatisfactorio como su contacto íntimo. "Quizás la próxima vez", dejan entrever antes de la colisión.
Frenos rotos, sexos locos
Cronenberg, conocido por su enfoque clínico y quirúrgico del cine de terror en los años 70 y 80, ya había tomado como base para su obra otra novela imposible a principios de los 90 con 'El almuerzo desnudo' de William Burroughs. Con la historia de Ballard abordaría uno de los hitos de la novela experimental de los 70. El autor británico, ya popular en el cine por la adaptación de 'El imperio del sol', reconocía que en el momento de la escritura jamás imaginó ver su obra puesta en imágenes. Lógico. Solo un tarado rodeado de otro grupo de tarados sería capaz de hacerlo.
Ahí reside uno de los grandes recursos de la película: su reparto. Spader, Hunter, Arquette, Koteas y Unger disfrutan con transmitiendo su dolor. Disfrutan tanto que, durante sus momentos más delirantes, como es la presentación de uno de los personajes durante la recreación de famosos accidentes automovilísticos, uno no está seguro de estar asistiendo a una sofisticada comedia negra sobre la crisis de los 40 y no a una dramática epopeya de pseudo-ciencia ficción distópica en pleno corazón de Canadá.
Por supuesto, 'Crash' entraría perfectamente en ese plano carnal tan personal del cineasta de 'La mosca' o 'Videodrome', pero es justo reconocer que su película pertenece inequívocamente a una época donde el erotismo de autor estaba saturando el panorama. Ahí están la 'Jade' de William Friedkin o 'La última seducción' de John Dahl. Todas ellas películas notables que pagan ahora el precio de ese movimiento. De todas ellas, será esta la que conserve más intacta su pureza.
Howard Shore también está más metálico que nunca. Su partitura es el último de los protagonistas principales de una función que llega a su máxima expresión en la secuencia de la sesión de fotos en la autopista. Pesadillesca y tristísima, pero con un poso de humor negro absurdo, casi insultante, 'Crash' es todavía esa película que no querrás ver aparecer por la televisión en medio de una reunión familiar. También la demostración de lo premonitorio de Ballard y Cronenberg. Otra vez.
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