La franquicia necesitaba nuevos aires de forma urgente. Tras sus dos primeras —y espléndidas— entregas, tanto lo perpetrado por Brett Ratner en la tercera como lo que Gavin Hood nos había ofrecido en el primer spin-off centrado en el personaje de Lobezno habían servido de perfecto blanco para los airados comentarios de los millones de fans de los hombres y mujeres X que veían como la calidad de la saga iniciada por Bryan Singer se iba obliterando a cada nuevo paso sometida, como siempre, a decisiones puramente comerciales que poco o nada tenían en consideración otras disquisiciones.
Aparentemente consciente de que, si seguía por esos derroteros, la taquilla iba a comenzar a mostrar el severo descenso del que se deberían haber hecho merecedoras dos cintas que sólo había cosechado malas críticas sin que la recaudación se viera afectada en exceso —la entrega firmada por Ratner fue la más exitosa de la franquicia hasta el año pasado y la de Hood, aunque de peores resultados, terminaba duplicando de forma generosa su presupuesto—, la Fox y Lauren Shuler Donner comenzaron a trabajar en aras de insuflar a la saga de los mutantes la originalidad de la que una vez había hecho gala.
¿Quién reinicia nuestra franquicia?
Curiosamente, la idea de que uno de los filmes de la saga se centrara en una versión más joven de los mutantes no surgía a partir de la necesidad de reiniciar el recorrido previo, antes bien, era durante el rodaje de 'X-Men 2' ('X2', Bryan Singer, 2003) cuando la esposa de Richard Donner comentaba con el equipo creativo dicha posibilidad. Una que volvería a resurgir durante la producción de 'X-Men: la decisión final' ('X-Men: The Last Stand', Brett Ratner, 2006) y que, desde entonces, siempre estaría presente en los muchos planes alrededor de los hombres y mujeres X que a partir de 2004 comenzarían a rondar la alternativa cinematográfica de los personajes.
De hecho, tanta relevancia terminaría adquiriendo la posibilidad de narrar una historia del pasado de la franquicia, que uno de los principales elementos que terminará conjugándose en la concreción del libreto final de 'X-Men: Primera generación' ('X-Men: First Class', Matthew Vaughn, 2011) surge del borrador que más cerca estuvo de ponerse en pie sobre el malogrado spin-off que la Fox pretendía rodar centrado en el personaje de Magneto. Un filme que habría seguido al personaje desde sus terribles experiencias en Auschwitz a la caza de nazis y posterior encuentro con Charles Xavier y que, se terminó abandonando, entre otras razones, por considerarse que su argumento podía formar parte de la cinta que hoy nos ocupa.
Así las cosas, no será hasta 2009 —tras una tentativa fracasada de haber adaptado las diversas encarnaciones en miniseries y serie regular del cómic 'X-Men: First Class'— cuando la productora de los primeros pasos en firme hacia lo que terminará convirtiéndose en la cinta que hoy nos ocupa, contratando a Josh Schwartz como guionista y aproximándose a Bryan Singer para que repitiera en las labores de dirección. Pero las ideas de Singer y Schwartz acerca de la película eran bastante diferentes, y el cineasta terminaría por rechazar su trabajo en favor de un tratamiento escrito por él y trasladado a guión por Jamie Moss.
Da entonces comienzo a un período en el que la idea propuesta por Singer de unos Xavier y Magneto conociéndose en los años 60 comienza a evolucionar con el trasfondo de la crisis de los misiles cubanos del 63, la adición del Club de Fuego Infernal y la voluntad de la Fox de que el filme sirva como vehículo para la aparición de nuevos mutantes salidos de las interminables posibilidades que ofrecen las páginas de las series X del Universo Marvel. Y entre reescrituras, revisiones e ideas que vienen y van, llegamos a marzo de 2010.
Debido al compromiso adquirido con Warner para firmar 'Jack el caza gigantes' ('Jack the Giant Slayer', 2013), Bryan Singer se baja del carro de 'Primera clase' y deja a la Fox con la tarea de encontrar a un cineasta capaz de tomarle el pulso a la historia y rodarla con cierta personalidad. Y aunque en primera instancia no lo habrían considerado debido a su muy cacareada marcha en pleno proceso de producción de 'La decisión final', Fox cambió muy pronto de idea con respecto a Matthew Vaughn en el momento en que vieron lo que el cineasta británico había conseguido con 'Kick-Ass - Listo para machacar' ('Kick-Ass', 2010).
Pensando inicialmente que se trataba de una broma, Vaughn aceptó el ofrecimiento de la productora dado que le brindaba la oportunidad, tanto de pagar la deuda que tenía con el Universo Marvel después de no haber podido llevar a buen término dos producciones de los superhéroes de la editorial —la otra fue 'Thor' ('id, Kenneth Branagh, 2010)—, como de, en palabras suyas: "rodar una película de los X-Men, una de Bond y un thriller político a lo Frankenheimer al mismo tiempo". Fox tenía a su director pero, ¿basar la elección de Vaughn en 'Kicck-Ass' era lo que mejor podía sentar a la quinta película sobre los mutantes? La respuesta, a groso modo, NO.
'X-Men: Primera generación', casi...pero no
Soy consciente de que no es la posición más extendida con respecto al filme y que muchos lo tenéis, probablemente, como lo mejor que la saga mutante ha ofrecido hasta la fecha; pero desde la primera vez que acudí a verla a los cines hace cuatro años —y en los tres o cuatro revisionados que le he hecho desde entonces— siempre ha habido algo que no me ha terminado de convencer acerca de la propuesta visual de Vaughn. Un cineasta hacia cuya impecable trayectoria nada tengo que objetar —antes bien, me rindo hacia su talento tanto en los tres títulos previos a éste como en el posterior— pero que aquí, por muy diversas razones, no termina de cuajar.
Tomemos para empezar, el guión. Queriendo abarcar demasiados frentes y aún más personajes, la percepción acerca de éstos últimos es que más allá de los Charles y Erik espléndidamente encarnados por James McAvoy y Michael Fassbender y, en menor medida, de la Raven que interpreta Jennifer Lawrence y el Sebastian Shaw que encarna con su habitual sorna Kevin Bacon, la cinta ofrece entre poco y nada sobre un nutrido grupo de mutantes ampliamente desdibujados. Y ahí están para demostrarlo cualquiera de los secundarios, siendo el peor ejemplo en éste sentido el Riptide que recae sobre Alex González, un personaje sin una línea de diálogo en todo el metraje.
Paradójicamente, lo que debería haber venido en ayuda de paliar la constante sucesión de protagonistas con limitada repercusión no juega en favor del filme, y el perpetuo cambio de escenarios, la por momentos cuestionable inclusión de secuencias breves cuyo aporte a la trama es casi nulo y lo muy predecible del conjunto más allá del conocimiento previo de cómo terminará todo —un detalle éste que debería haber hecho a los responsables del filme plantearse la necesidad del mismo— echa por tierra mucho de lo que 'Primera generación' debiera haber ofrecido.
En respaldo de todo lo anterior viene, en términos generales, la desangelada dirección de un Matthew Vaughn que sólo brilla con intensidad en puntuales instantes —me quedo con las varias escenas del arranque del filme que siguen a Magneto desde Auschwitz a Argentina— y que en el momento fundamental de la cinta, el clímax en la isla, teatraliza sus modos hasta tal punto que raya en lo vergonzoso. Tanto es así, que si hay un instante que siempre logra sacarme de la función es aquél en el que Michael Ironside, capitán de un navío militar, se dirige a su tripulación ante la inminencia de la muerte de todos ellos a manos de incontables misiles...esperpéntico como poco.
No es pues suficiente con el trabajo de los cuatro actores citados anteriormente y los escasos instantes de brillantez en la dirección para salvar a un filme que, como ya comentaba antes, es abrazado de forma mayoritaria en términos notables —cuando no sobresalientes—. Ahora bien, habría que ir a la taquilla estadounidense para percatarse de esas disfuncionalidades de 'X-Men: Primera generación' a las que apunto, ya que la cinta se quedó a casi quince millones de llegar a cubrir sus 160 de presupuesto. Pero a la Fox no pareció importarle. El reboot de la franquicia ya había arrancado y una nueva trilogía con el presente filme como primera entrega era inevitable.
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