Considerando lo alto que había quedado el listón con la segunda entrega —para algunos, entre los que me incluyo, la mejor— de la franquicia mutante, afirmar que el cierre de la trilogía lo hubiera tenido complicado jugando en igualdad de condiciones era, como poco, quedarse corto. A fin de cuentas, la lógica dictaba que la progresión exponencial que habíamos visto de la más que estimable primera entrega a la secuela era una rara avis de esas que pocas veces se han visto en Hollywood, máxime si consideramos que en el salto de una a otra ya entraban en juego consideraciones relacionadas con el vil metal.
Ahí estaban no obstante los más de 400 millones de taquilla que había logrado amasar 'X2' (id, Bryan Singer, 2003) a escala mundial duplicando, sólo en Estados Unidos, la inversión de la 20th Century Fox. Un hecho que, obviamente, disparaba las posibilidades de las producciones con hombres y mujeres-X de por medio a las que no iban a renunciar los ejecutivos de la compañía. Poco podían imaginarse éstos que, antes del rotundo éxito de taquilla —y SÓLO de taquilla— que iba a terminar siendo 'X-Men: la decisión final' ('X-Men: The Last Stand', Brett Ratner, 2006) los quebraderos de cabeza iban a ser múltiples y, por momentos, irresolubles.
Un complicado relevo
Todo empezó con Bryan Singer, y fue el realizador el que origen de la primera alarma generalizada de cara a la producción de esta tercera entrega de las aventuras de Lobezno y compañía: temporalmente hastiado de los mutantes y deseoso de poner su talento al servicio del último hijo de Krypton, Singer se desentendía de forma temprana de la potencial continuación de los 'X-Men' cuando sólo había desarrollado una idea general acerca de la siguiente parte de la saga que, en principio, iba a orbitar en torno a la resurrección de Jean Grey e incluiría la aparición de Emma Frost —a la que iba a interpretar ¿Sigourney Weaver?—.
Fuera Singer, la Fox no tardó en comenzar renegociar contratos con los actores y a barajar nombres que pudieran llevar a buen puerto la producción teniendo en cuenta que el acuerdo que había firmado Hugh Jackman incluía la aprobación por parte del actor australiano del que fuera a sentarse en la silla del director. Es por este motivo que el primero en ser tanteado fue Darren Aronofski —con el que Jackman acababa de trabajar en la fascinante 'La fuente de la vida' ('The Fountain', Darren Aronofski, 2006)— y, toda vez éste se desinteresó del proyecto, comenzaron a sucederse nombres como los de Joss Wedhon, Rob Bowman, Alex Proyas, Zack Snyder o Matthew Vaughn.
Comenzando la pre-producción bajo el auspicio de éste último, el temprano anunció por parte de la Fox de que la cinta se estrenaría el 5 de mayo de 2006 —fecha que sería cambiada poco después por la definitiva del 26 del mismo mes— provocaría en última instancia el apeo del británico, que afirmaba "no tener tiempo para hacer la película que quería hacer", y la eventual contratación de Brett Ratner, un absoluto desconocedor del universo mutante que, según sus palabras, confío plenamente en el trabajo de los dos guionistas para sacar adelante la producción. Una confianza que, visto lo visto, estuvo muy mal depositada.
'X-Men 3', barco a la deriva tiende a naufragar
Y es que son muchos, muy diversos —y cercanos a denunciables en el juzgado de guardia más próximo algunos de ellos— los problemas que aqueja 'X-Men: la decisión final'. Problemas que, como apuntaba en el párrafo anterior, comienzan y terminan con un libreto que no tiene ni la más remota idea de hacia dónde se dirige...bueno sí, hacia el clímax en Alcatraz, pero si llega a perder también el norte de eso, apaga y vámonos...demostrando Zak Penn y Simon Kinberg que la ausencia de la mano de Bryan Singer no se iba a dejar notar sólo en lo que se refiere a dirección.
De entre lo mucho que habría que hablar acerca del guión, dos son los "detalles" que, después de algún que otro visionado, siguen destacándose como los más estridentes: de una parte, la hiperabundancia de mutantes, de la otra, que lo que se nos cuenta en 104 minutos bien podría haberse hecho en 90. De lo primero ya apunté algo en su momento cuando comenté, con motivo del estreno de la última entrega de la franquicia, el despilfarro de potencial al que quedaban sometidos algunos de los personajes de esta producción.
Tanto es así, que de aquella selección de cinco personajes, tres pertenecían a 'X-Men: la decisión final': el Ángel, Juggernaut y Cíclope. A ellos, a lo mal aprovechados que están —Warren Worthington tiene cinco o seis líneas de diálogo y su protagonismo es NULO— y a las iras que ello levantó en su momento en el fandom, vendría a unirse el que Fénix quede relegada a dos momentos puntuales —los únicos dos momentos reseñables que tiene la cinta—, que Tormenta sea una presencia casi anecdótica, aunque esto no cambiara mucho su estado con respecto a las anteriores cintas, o que a Mística se la ventilen de una forma tanto o más descarada a la que usan con Scott Summers.
Dejando de lado pues lo lamentable del maltrato que sufren el 90% de los personajes de la producción —salvaría de la quema a Lobezno, cómo no, y a Magneto aunque fuera por los pelos—, hagamos ahora parada obligada en lo estirado de esa trama que divaga de aquí para allá, que se complica la existencia en modos que sólo pueden ser definidos como absurdos —¿el Golden Gate? ¿en serio?— y a la que, como apuntaba más arriba, le sobra tranquilamente una media hora de metraje metida con calzador que acusa su carácter de relleno a poco que se rasque sobre su superficie.
A sumarse y reforzar todo lo anterior viene, por supuesto, la dirección de un Brett Ratner que hace lo que puede con el paupérrimo libreto que le toca dirigir. Y aunque su labor no sea un dechado de virtudes, al menos le debemos que las secuencias de acción estén más o menos bien resueltas y que el momento final de Fénix despertando a todo su poder sea de esos que justificarían por sí solos el acercarse a tan deslavazada cinta. Un momento final que adquiere incontables deudas con la inconmensurable banda sonora de John Powell en el que es uno de los mejores y más redondos trabajos de su nutrida y por momentos brillante carrera.
Con tan sólo esos dos asideros, huelga concluir que por mucho que las cifras me lleven la contraria, 'X-Men: la decisión final' es la peor de las tres primeras entregas de la franquicia mutante. Y, atención, que digo de las tres primeras y sólo de las tres primeras porque, desafortunadamente, la saga de los hombres y mujeres X en la gran pantalla todavía tendrá que explorar cotas aún más bajas y olvidables. Pero eso, en futuras entregas de Cómic en cine.
Otra crítica en Blogdecine | 'X-Men. La Decisión Final', se fue Singer y con él el buen cine
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