Respaldado, ya de forma definitiva, por el éxito que había supuesto la primera entrega de la franquicia mutante de manos de Bryan Singer, Marvel se disponía con fuerza a iniciar, ahora con paso firme, su andadura en el mercado cinematográfico, abriendo una etapa que, algo más de una década después, ha llevado a La Casa de las Ideas y su contrapartida a veinticuatro fotogramas por segundo a coronarse de forma indiscutible como la reina en lo que al cine de superhéroes se refiere, muy por delante de una DC que no ha sabido reaccionar a tiempo y a la que todavía le queda mucho camino por recorrer.
Y si con 'X-Men' (id, 1999), la Fox se marcaba el primer tanto y concretaba, como comentábamos hace unas semanas, una cinta (casi) modélica que ha soportado perfectamente los tres lustros que han transcurrido desde su estreno —algo que no se puede afirmar, como iremos viendo a partir de ahora, de muchas de las propuestas que nos han llegado de Marvel—, serían aquí Sony y Columbia las encargadas de establecer uno de los mayores éxitos comerciales de lo que llevamos de siglo, la cinta más taquillera de su año en Estados Unidos y el primer filme que sobrepasó los 100 millones de recaudación en su primer fin de semana.
'Spider-man', el cómic
1962 fue un año capital para el mundo del cómic de superhéroes en general y, por supuesto, para Marvel, Stan Lee y Jack Kirby en particular. Con sólo dos números en la calle —el primero aparecido en noviembre de 1961—, 'Los Cuatro Fantásticos' se asentaban durante aquellos doce meses como uno de los pilares fundamentales llamados a redefinir la idea de tebeos de "tipos en mallas" que tenía el público estadounidense. Una idea que, alterada por la presencia de la primera familia, sería aún más trastocada con la aparición en agosto de aquél año del número 15 de 'Amazing Fantasy'.
En su portada, un héroe enfundado en un colorista traje azul y rojo dibujado en espléndidas maneras por Steve Ditko —otro de esos nombres fundamentales para entender el resurgir del cómic de superhéroes—, un nombre, Spider-man y, ya en el interior, unas páginas que estaban llamadas a convertirse en toda una leyenda revisada en incontables ocasiones en infinidad de modos. Convertido gracias a los lectores en uno de los tebeos más vendidos de la historia de la editorial hasta ese momento, no tardaría mucho la cúpula de la Marvel en otorgar colección propia al trepamuros.
Y así, con fecha de marzo de 1963, aparecía el ya mítico 'Amazing Spider-man' número 1, segunda piedra angular en la definición tanto del alter ego de Peter Parker como del Universo Marvel que venía a reforzar la clara impresión de que, al crear al héroe arácnido, Stan Lee había vuelto a romper moldes. Una impresión reforzada, obviamente, por el tratamiento que el visionario guionista daba al protagonista adolescente, un rango de edad que hasta entonces se asociaba en el mundo del cómic a papeles secundarios o, como es el caso de Robin, a sidekicks del héroe de turno.
El golpe de genio que este tratamiento supuso, fue lo que llevó al "amistoso vecino" a convertirse en muy poco tiempo en todo un referente de la cultura popular yanqui hasta tal punto que, en una encuesta realizada en ciertas universidades estadounidenses por la revista Esquire, Spider-man se encontraba junto a Hulk, Bob Dylan y el Che Guevara como los iconocs revolucionarios favoritos de los estudiantes (sic). Tamaña posición la había logrado el trepamuros en tan sólo dos años en virtud de lo que muy bien expresaba uno de los encuestados:"(Spider-man) está asediado por infortunios, problemas de dinero y cuestiones existenciales. En resumen, es uno de nosotros".
Con el paso de los lustros, la popularidad de Peter Parker, Tía May, Mary Jane Watson, Gwen Stacy, Norman Osborn y todo el amplio elenco de villanos que las diversas mentes creativas que vayan pasando por las páginas de la colección pondrán a su disposición, seguirá en aumento en virtud de instantes de esos que, leídos, nunca podrán borrarse de tu memoria lectora, ya sea por lo trágico de los mismos —la inesperada muerte de Gwen a manos del Duende Verde— o por haber supuesto uno de las decisiones editoriales más criticadas de la historia de la Marvel si a lo que nos referimos es a la infame "Saga del Clon".
Adornado a lo largo de sus cincuenta años de historia por nombres como los de John Romita Sr., John Romita Jr., Mark Bagley —los tres artistas que de forma más amplia han dibujado al arácnido, con el último batiendo el récord de permanencia en una misma colección que tenía Jack Kirby—, Todd McFarlane y con las mejores historias del personaje narradas mediante las hábiles fórmulas de Lee, J. Michael Straczynski o, por supuesto, de Brian Michael Bendis y su versión Ultimate del personaje, si hay algo que queda claro a la luz de lo que ahora mismo se puede leer en las páginas que nos está regalando Dan Slott es que a Spider-man aún le queda mucha vida por delante.
Una larga trayectoria audiovisual
Antes de que 'Spider-man' (id, Sam Raimi, 2002) llegara a las pantallas de medio mundo, destrozara récords de taquilla y diera paso a la trilogía que firmó el responsable de 'Posesión infernal' ('Evil Dead', 1981), el trepamuros conoció muy diversas encarnaciones y multitud de proyectos nunca concretados que, en cierto sentido, no hacían sino apuntar a la idea de que alguna maldición pesaba sobre el personaje que lo alejaba una y otra vez del ansiado sueño de la Marvel de poder verlo en la gran pantalla.
Con ejemplos tempranos como la cabecera animada que la ABC emitió entre 1967 y 1970 o serie de televisión de imagen real emitida entre 1977 y 1979 —¿quién que la viera en su momento no recuerda la horterada que era su intro?— y las "películas" que de ella llegaron a este lado del charco —que no eran más que remontajes de capítulos del espacio televisivo—, las primeras opciones reales de que Spider-man alcanzara la gran pantalla tuvieron lugar a mediados de los ochenta de manos de, cómo no, Roger Corman.
Después de que éste dejara expirar la propiedad sobre los derechos del personaje, Marvel, en uno de esos movimientos empresariales absurdos que resultan difíciles de entender, permitió que la Cannon heredara el proyecto de Corman, dándole un tratamiento inicial al héroe que, partiendo de una más que errónea interpretación del mismo por parte de Menahem Golan y Yoran Globus, lo convertía en una tarántula viviente que se dediría a luchar contra las monstruosidades creadas por el científico que lo había convertido en el horripilante ser (sic).
Llevándose las manos a la cabeza ante tal descabelladez, Stan Lee exigiría una reescritura del guión que, sin él poder saberlo, iniciaría un proceso que se prolongaría durante casi quince años. Tres lustros en los que las constantes y típicas maniobras de la Cannon, la disolución de ésta, la presentación del proyecto en el Festival de Cannes de 1989, la denodada búsqueda de financiación por parte de Golan para la cinta, un tratamiento del guión que nunca terminaba de funcionar y la desesperación por parte de Marvel llevaron, a mediados de los noventa, a la implicación en la historia de un tal James Cameron.
El cineasta, que acababa de terminar 'Mentiras arriesgadas' ('True Lies', 1994), había escrito un borrador de cerca de cincuenta páginas que, según a quién se pregunte, bien era completamente original, bien servía de crisol a todas las muchas ideas que se habían vertido en tinta hasta ese momento, corrigiendo los más abultados errores que los anteriores libretos acumulaban y estableciendo una historia que respetaba mucho más el origen de los cómics del personaje.
Con el canadiense interesado en dirigir el potencial blockbuster, sería una "pelea de gallitos" entre MGM y Columbia la que terminaría por sellar el destino final de Spider-man en la gran pantalla: el anuncio de la segunda de que iban a producir una serie alternativa de filmes de 007 había llevado a la primera a un estado de alarma generalizada ya que sus ingresos más seguros de procedían de la franquicia Bond. Pero lo que ocultaba la jugada de la Columbia era lo que finalmente terminó por conseguir, llegar a un acuerdo con la Metro para que le cediera los derechos sobre el trepamuros si ellos desestimaban la idea de rodar aventuras alternativas del espía británico.
'Spider-man', un filme 100% Raimi
Y así fue como, finalmente, entre 1999 y el año 2000, Columbia fue capaz de arrancar de una vez por todas con el ansiado sueño de trasladar las aventuras de Peter Parker y su alter ego a celuloide. Considerando primero a cineastas como Tim Burton, Chris Columbus, Roland Emmerich o incluso David Fincher, la exacerbada filia de Sam Raimi por el personaje sería la que finalmente determinaría al cineasta como responsable de filmar sus primeras aventuras cinematográficas, cuya primera fecha tentativa de estreno se fijó inicialmente para verano de 2001.
Atrasado casi un año a la fecha final de 3 de Mayo de 2002, con David Koepp en los guiones siguiendo por momentos casi paso por paso lo que había establecido Cameron en su tratamiento de la historia, pulido el libreto del escritor por la ayuda no acreditada de Alvin Sargent y Scott Rosenberg —que se dedicaron, respectivamente, a pulir diálogos y reescribir parte del trabajo de Koepp—, Danny Elfman ligado al proyecto desde casi el momento en que Raimi fichó como realizador y el veterano John Dykstra encargado de los efectos visuales, es en el reparto donde 'Spider-man' nunca ha terminado de convencer al que esto suscribe.
Ligado al filme por expreso deseo del director, Tobey Maguire es quizás al intérprete al que le pondría menos "pegas", y eso que con esa cara de alelado queda muy lejos de ser lo que servidor llegaría siquiera a considerar como el Peter Parker ideal, pero es que comparado con algunos de sus compañeros, el trabajo del protagonista de 'Las normas de la casa de la sidra' ('The Cider House Rules', Lasse Hallstrom, 1999) apenas chirría. Desafortunadamente no puede decirse lo mismo de Kirsten Dunst como Mary Jane, el insulso James Franco como Harry Osborn o ese sobreactuado Willem Dafoe en la piel de Norman Osborn.
Menos mal que, para suplir lo que hemos de soportar por momentos de mano de dicha terna, tenemos a Cliff Richards, Rosemary Harris —ambos magníficos como el tío Ben y la tía May— y, por supuesto, a ese "robaescenas" del filme que es J.K.Simmons, un secundario de lujo que en la piel de Jonah Jameson, el editor jefe del Daily Bugle y jurado detractor de Spider-man, nos regala los mejores y más hilarantes instantes interpretativos del filme y es el personaje más Raimi de todo el metraje a excepción, claro, del desternillante cameo de Bruce Campbell.
La inclusión del actor fetiche del director habla muy bien del hecho de que, por mucho que sea un filme de elevado presupuesto —un presupuesto que pasó de los 70 millones iniciales a rondar los 100 por la complejidad de los efectos visuales—, 'Spider-man' es una cinta Raimi al 100%. Y esto es algo que queda demostrado tanto las constantes salpicaduras de humor que la cinta posee aquí y allá como, por supuesto, el que diversas secuencias —el febril sueño de Peter cuando le pica la araña, el montaje mientras diseña el traje, las primeras incursiones heroicas en Nueva York...— estén marcadas a fuego por su personalísimo sello.
Pero claro, si bien es cierto que dicho sello comporta una serie de ventajas que incidieron de forma directa en la positiva recepción que el que esto suscribe dio hace algo más de una década a la cinta —a fin de cuentas, siempre he seguido el cine de Raimi con gran interés—, también lo es que, con el paso del tiempo, muchas de ellas han terminado por convertirse en lastres más o menos acusados y que, en última instancia, si hay algo que se puede afirmar sobre esta primera entrega de la trilogía firmada por Raimi es que el tiempo no la ha tratado con mucho cariño.
El envejecimiento que acusa la cinta, y que no afecta por igual a sus dos horas de duración —manteniéndose más o menos intacto el buen funcionamiento de las set-pieces con la del puente del clímax a la cabeza— viene dado sobre todo por ese aroma a no tomarse nada en serio que flota durante todo el metraje, y que tantísimo daño hará a la tercera y deleznable entrega de la trilogía; y en su ayuda vienen, como antes apuntaba, algunos diálogos de risa, un limitadísimo sentido de lo dramático y lo caricaturesco de los personajes —lo del villano y su diseño es de traca—.
En relación a estos últimos cabría apuntar antes de finalizar la inexistente química entre Maguire y Dunst y lo poco creíble que resulta ésta última como la explosiva Mary Jane, algo que la actriz tendría ocasión de seguir desarrollando hasta límites dolorosos en las dos secuelas de la cinta. Unas secuelas que como ya veremos llegado el momento, servirán, respectivamente, para mejorar de forma ostensible lo que aquí podemos ver y hundir en la miseria una franquicia que, ni una década después, se reiniciará con 'The Amazing Spider-man' (id, Marc Webb, 2012). Pero de eso ya iremos hablando en breve...
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