Ya lo he dicho en no pocas ocasiones por estas mismas líneas pero, aún así, volvamos a insistir: la obsesión enfermiza del cine actual por trasladar a la gran pantalla cualquier cosa que se vista, se mueva y hable como un cómic ha devenido, no cabe duda, tanto en algunos de los mejores momentos que se han pasado en una sala de cine...como también en no pocos de los peores. Derivado de dicha manida disquisición, viene esta otra que, asimismo, he plasmado alguna vez: que no todos los cómics son susceptibles de ser llevados al cine manteniendo el buen funcionamiento que tenían en papel impreso.
Y si bien la cinta que hoy nos toca repasar en este especial de Cómic en cine no llegaría a situarse entre el nutrido grupo de "lo peor", no es menos cierto que el que Warner y DC se decantaran por ella considerando el amplio abanico de títulos que el recorrido editorial de la casa de Superman y Batman ofrece, es una de esas decisiones inexplicables por cuanto el argumento a grandes rasgos de 'Los perdedores', ya lo habíamos visto mil y una veces en una sala de cine.
'Los perdedores', el cómic
De hecho, lo que hacía singular a los treinta y dos números de 'Los perdedores' era, precisamente, la amplitud de espacio que Andy Diggle y Jock tenían en las más de setecientas páginas en las que se extendía la historia para desarrollar a placer la simple premisa de partida que tomaba a un grupo de militares que, traicionados y dados por muertos por un poderoso cargo de la CIA llamado Max, dedicarán todos sus esfuerzos a sabotear operaciones de la agencia y, al tiempo, sacar a la luz sus trapos sucios —¿alguien ha dicho el Equipo A?.
Como decía, las setecientas sesenta páginas que albergan la historia de 'Los perdedores' dan para que Diggle luzca sus habilidades tanto a la hora de plantear una acción que nunca termina de cansar y que siempre sorprende por sus muchos giros y recursos, como a la de describir a unos personajes llenos de carisma ante los que, caracterizados por unos diálogos punzantes, cínicos y de un humor bastante negro, resulta imposible no caer rendidos.
Conjugado con el espléndido y muy personal trabajo a los lápices de Jock —y otros nombres como Shawn Martinborough o Nick Dragotta que tanto resuenan por ahí en colecciones de obligado acercamiento—, la lectura de 'Los perdedores' es una de esas recomendaciones que servidor haría con cierto ahínco por cuanto es una de las mejores series de acción y espionaje que se han publicado en los últimos diez años...o doce, si quisiéramos ser muy precisos, que la cabecera comenzó a publicarse en agosto de 2003.
'Los perdedores', funcional a intervalos
Y es precisamente el ser una lectura tan espléndida y, huelga decirlo, compleja, lo que la situaba lejos de ser la candidata idónea para terminar convirtiéndose en una producción cinematográfica que, en tan sólo noventa y siete minutos pudiera, bien resumir con efectividad las relaciones entre los cinco miembros de la unidad, bien tratar con el esmero que se merecía lo intrincado de la trama tejida por Diggle en el cómic original.
El resultado, como cabía esperar a priori, es efectivo a ratos sueltos, siendo la irregularidad la tónica reinante en un espectáculo que, trascendidos los minutos iniciales —que ya guardan muchas diferencias con el arranque de la acción en las viñetas—, se aleja tanto del discurrir del cómic que, y esto ya lo hemos hablado en multitud de ocasiones, que la cinta se llame 'Los perdedores' es algo completamente circunstancial.
Dejando de un lado pues disquisiciones comparativas entre uno y otro producto, y ciñendo nuestro análisis a lo meramente cinematográfico, creo que lo mejor que se puede decir de 'Los perdedores' es que, primero, no llega a aburrir —hubiera tenido bemoles que así fuera— y, segundo que, en instantes dispersos, consigue todo lo contrario y resulta hasta divertida gracias a unos diálogos que coquetean constantemente con una enorme chulería y un tremendo talante caústico y algún que otro personaje que ayuda a olvidar lo erróneo de ciertas elecciones de reparto.
Entre ellas, por encima de cualquier otra, las de una especialmente insoportable Zoe Saldana o un hierático Óscar Jaenada al que se le dan casi las mismas frases de diálogo que las que tenía Alex González en 'X-Men: Primera generación' ('X-Men: First class', Matthew Vaughn, 2011). Afortunadamente, la adición de Jeffrey Dean Morgan, la siempre agradecida presencia del sobrado hacker que interpreta Chris Evans o lo sorprendente del Max que encarna Jason Patric —que tiene la MEJOR frase de toda la película— termina por equilibrar el conjunto.
Un conjunto que, jalonado por varias secuencias de acción más o menos efectivas —más menos que más, que Sylvain White demuestra tener poco tino para sentarse detrás del objetivo—, encuentra en éstas y en alguna escena de careo de personajes el único asidero para no tachar a 'Los perdedores' en los mismos modos que hemos hecho por aquí con otras producciones basadas en cómics. No es mala, pero se olvida tan pronto como se ha visto y, hasta dónde uno se atrevería a afirmar, dicha cualidad no es una virtud a tener en cuenta.
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