Con pocos parabienes que dedicarle tras los varios visionados que de ella he llegado a hacer, creo que quedó bien claro en su momento que 'Hulk' (id, Ang Lee, 2003) se queda bastante lejos del grupo de adaptaciones de cómic a la gran pantalla que considero dentro de lo mejor que ha dado este "género". Las razones para ello fueron expuestas con profusión en el artículo correspondiente pero, no obstante, cabe señalar que a día de hoy lo que más me sigue chocando es la pretensión del guión de dotar al coloso esmeralda de un trasfondo psicológico-dramático digno de una tragedia shakesperiana.
Considerando que esto lo afirma alguien que bebe los vientos por la complejidad que Peter David insufló al alter ego de Bruce Banner a lo largo de los años que se mantuvo al frente de la colección, queda claro que lo que servidor quería encontrarse en el cine al acudir a ver una cinta protagonizada por la Masa era bastante menos sesudo y más testosterónico que lo que nos mostró Ang Lee con todos sus variados recursos estilísticos y narrativos. Vamos, que lo que yo quería era ver mamporros por doquier y en lo que me encontré, aunque los había, sabían a muy poco.
Unleashed
Afortunadamente este reseteo parcial del personaje para el cine que fue 'El increíble Hulk' ('The Incredible Hulk', Louis Leterrier, 2008) vino con la lección muy bien aprendida bajo el brazo y, haciéndose eco de todas las críticas que habían puesto verde a la versión del superhéroe plasmada en celuloide por el cineasta chino, lo que ofrece en su metraje es una sucesión de secuencias de acción a cada cual más bestia encadenadas de forma precisa —y en ocasiones, sucinta— por unos momentos de exposición que, toda vez termina la función, se olvidan con la velocidad del rayo.
Y es que, por más que se cambie de actor protagonista y que los créditos iniciales del filme —que tendrían que haber venido precedidos por un espléndido y muy significativo prólogo en los hielos del Polo Norte que se quedó en la sala de montaje— varíen en parte el origen que nos planteaba la anterior encarnación cinematográfica del personaje, no cabe duda de que si 'El increíble Hulk' se ahorra presentar de forma más extensa a Betty, al general Ross y, por supuesto, a Bruce Banner, es porque cuenta con el antecedente de la cinta protagonizada por Eric Bana y Jennifer Connelly.
De hecho, el comienzo de la presente producción no puede ser más esclarecedor al respecto cuando sitúa a Bruce en las favelas de Río, un lugar no muy alejado del entorno selvático en el que lo dejaba la cinta de Ang Lee en sus últimos minutos de metraje. Ahora bien, más allá de eso, lo que queda claro es que si algo intenta esta segunda encarnación del coloso verde es alejarse cuanto más posible de lo que pudimos ver en la anterior y para ello nada mejor que decantarse por un director con poca personalidad y un actor principal que, declarado fan del personaje, terminaría volviendo a jugar un papel determinante en la producción.
Entre guionistas anduvo el juego
Si hay algo que se nota, y se nota mucho, a la hora de aproximarse a 'El increíble Hulk' eso son los denodados esfuerzos que Universal y Marvel pusieron en que la cinta fuera entendida de forma independiente a la anterior encarnación del personaje. Por ello, resulta cuanto menos paradójico que el guionista acreditado del filme sea Zak Penn, el mismo al que le debemos el libreto de la cinta de Ang Lee: si lo que se quería era eliminar la sombra de la predecesora, ¿por qué contar con el mismo escritor? Misterios de Hollywood de esos que nunca llegaremos a entender.
Unos misterios a los que aquí vendría a poner orden —¿o más bien desconcierto?— ese elemento incontrolable que ha resultado ser en muchas ocasiones el belicoso Edward Norton. El actor, que entró como un torbellino en la producción tras haberse retirado de la opción de encarnar a Banner en la de Lee por no convencerle el tratamiento que se le iba a dar al personaje, comenzó pronto a moverse para poder tener control creativo sobre un libreto al que eventualmente tendría acceso en calidad de guionista y sobre el que efectuaría cambios por doquier hasta bien comenzada la fotografía principal, reescribiendo gran cantidad de los diálogos que finalmente quedaron en pantalla.
No acreditado por el gremio de Guionistas por cuanto se consideró que su trabajo no alteraba de forma sustancial la estructura dramática de lo planteado por Penn, lo que queda claro es que de la fusión de ambos mundos surge un híbrido que funciona a la perfección en las citadas espectaculares secuencias de acción pero que pasa de puntillas por un desarrollo de personajes que es limitado o, en ciertos casos como los del novio de Betty o el Dr. Stern, prácticamente inexistentes, adoleciendo pues la cinta de algo que la versión de Ang Lee podía presumir hasta el agotamiento.
'El increíble Hulk', aplastando
Dejando descansar la práctica totalidad de su sesgo "dramático" en la efectividad de un reparto que lamentablemente no brilla con especial intensidad ni en un Norton bastante apagado, una Liv Tyler tremendamente sosa o un William Hurt que parece inquieto por cobrar cheque y marcharse —el único que funciona es el siempre genial Tim Roth— queda claro que si 'El increíble Hulk' termina funcionando como lo hace es en virtud de toda la carga adrenalínica que vierte su metraje a lo largo de los 112 minutos en los que se prolonga.
Poco importan pues las escenas de transición cuando las casi dos horas de duración están jalonadas por tres set-pieces que superan con creces a lo que habíamos visto en la cinta de Lee y, esta vez sí, dejan saciadas las ansias del espectador por ver a Hulk dando hostias como panes a diestro y siniestro. De entre ellas servidor se queda con la intermedia, aquella que transcurre en el campus universitario, que mejor deja apreciar el fantástico trabajo del equipo de efectos digitales en la concreción de la mole de tres metros y que, como la inicial y la que sirve de clímax final, demuestra el buen hacer de Leterrier tras la cámara, consiguiendo el cineasta imprimir un ritmo vertiginoso a cada uno de los tres momentos sin que después, por mor de la edición, se pierda la claridad narrativa.
Valor añadido a la frenética acción que también supera a lo que pudimos encontrar en su predecesora es la espléndida y sorprendente partitura de Craig Armstrong, que cuenta con un potentísimo motivo asociado al coloso esmeralda, que se aleja de las sonoridades que uno asociaría al compositor de 'Moulin Rouge' (id, Baz Luhrman, 2001) o 'Love Actually' (id, Richard Curtis, 2003) y que ayuda a "redondear" una cinta a la que, como decía algo más arriba, se le echa en falta un mayor empaque en el terreno interpretativo. No es que la tire por tierra ni mucho menos, pero podría haber conseguido que en lugar de un notable a secas pudiéramos estar hablando de uno bastante alto.
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