La apuesta de la Warner había funcionado. Y lo había hecho en unos términos que pocos podían haber predicho: quizás el saldo final de la completa y total renovación de Batman por parte de Christopher Nolan en 'Batman Begins' (id, 2005) no había alcanzado la cantidad que la productora hubiera deseado —quedándose por detrás de la primera entrega de Tim Burton y recaudando en Estados Unidos sólo 50 millones más de su elevadísimo presupuesto, que alcanzaba los 150 millones de dólares— pero las críticas eran prácticamente unánimes al deshacerse en elogios hacia la visión del cineasta de un caballero oscuro que se apartaba de forma consciente de los orgasmos camp y coloristas a los que había sido arrastrado el cruzado enmascarado por Joel Schumacher.
Aún así, y como siempre suele suceder en la maquinaria Hollywoodiense, la intención de que la cinta protagonizada por Christian Bale fuera el arranque de una nueva trilogía centrada en el personaje creado por Bob Kane y Bill Finger en 1939 existía antes de que se estrenara su primera parte, y David Goyer —co-guionista junto a Nolan del libreto de 'Batman Begins'— ya tenía planeado que el desarrollo de la historia del hombre murciélago en esta nueva incursión en la gran pantalla transitara en su futuro inmediato por la incorporación del Joker y Dos Caras, haciendo al primero responsable de la desfiguración del segundo en un juicio que habría tenido lugar en la tercera parte de la supuesta trilogía. Afortunadamente, Nolan tenía otros planes.
Cincuenta años de un personaje en cinco seis siete párrafos
Como quiera que la saga cinematográfica del hombre murciélago se repartió en su momento entre las dos entradas que terminaron yendo a parar al especial de Tim Burton y las tres que han aparecido por aquí, no es mucho el espacio que servidor ha dedicado a hablar de la vertiente impresa del personaje y de todo aquello que, desde los años 60 hasta ahora —los inicios del mismo los repasé aquí— ha ido jalonando la historia de un héroe que, sometido a los caprichosos vaivenes editoriales de DC, ha ido pasando de las mayores cotas de relevancia del noveno arte a unos infiernos de los que sería harto complicado destacar algo positivo.
Resulta obvio que de querer hacer aquí una semblanza lo más completa posible de todo aquello que ha marcado de un modo u otro el devenir del personaje en las viñetas el espacio a ocupar sería a todas luces demasiado extenso. Y como no es mi intención aburrir al respetable ni sacar a la luz los trapos más sucios de la trayectoria del alter ego de Bruce Wayne en las páginas tanto de 'Batman' como de 'Detective Comics', sirvan los siguientes párrafos como un rápido vistazo a lo mejor que DC ha sido capaz de poner en pie durante los cincuenta últimos años en sus acercamientos mensuales al asfalto de Gotham.
Dejando atrás tono camp de los sesenta, la década de los setenta asistió a un extraordinario proceso de maduración del personaje de mano de uno de los equipos creativos que mejor ha sabido entender a Batman, el formado por Dennis O'Neil y Neal Adams. Un tándem éste que supo dar un tono mucho más adulto a las aventuras del cruzado enmascarado y al que, entre otras muchas cosas, le debemos la creación de ese imponente secundario de la historia del caballero oscuro que es Ra's al Ghul, ese inmortal dispuesto a acabar con la vida del detective que, también en los ochenta, será protagonista de tres novelas gráficas de especial interés en la tebeografía del personaje.
Y si hay una década fundamental en la vida de Batman esa es, sin duda alguna, la de los años ochenta. No en vano, será a mediados de la misma, y en pleno proceso de reimaginación de la cosmología de DC cuando tres nombres se aproximen al personaje en dos proyectos que, tres décadas después, tienen tanta o más vigencia de la que ostentaron en su momento. Nos referimos, cómo no, a 'La broma asesina' de Alan Moore y Brian Bolland y a 'El regreso del caballero oscuro' de Frank Miller. Un prestigio y una miniserie de cuatro números que cambiaron de forma radical la percepción que se tenía del encapuchado y que sirvieron para sentar las bases de mucho de lo que vendría después.
Si en el saco de ese "mucho" cabría citar a la espectacular 'Año uno' de Miller y David Mazzuchelli con la que el artista neoyorquino terminaba de perfilar al héroe desde su amanecer a su ocaso, no hay en el paso a los noventa casi nada que estuviera a la altura de las brillantes circunstancias que concurrieron en elevar a Batman a las cotas que había alcanzado la década anterior. Acaso apuntar el 'Knightfall' por aquello de que la rotura del hombre murciélago por parte de Bane fue un momento de gran impacto de esos que, como la muerte de Superman, pocos podíamos esperar. Pero, al margen de aquel instante fugaz, no sería muy descabellado afirmar que durante algo más de dos lustros, Batman fue arrastrado por el fango de forma inmisericorde.
Afortunadamente, sería un guionista llamado Jeph Loeb y dos dibujantes que responden a los nombres de Jim Lee y Tim Sale los que, mediante 'El largo Halloween' —una de las influencias aviñetadas más obvias que podemos encontrar en el filme que hoy nos ocupa—, su continuación 'Victoria oscura' y la entretenidísima 'Silencio', comenzarían a recuperar bastante del lustre del pasado para dar paso a un arranque de siglo XXI en el que dos han sido los guionistas que han devuelto a Batman al lugar que se merece: Grant Morrison y Scott Snyder.
El primero, con una aproximación que comenzaba de forma "casual" en los noventa con la magistral 'Arkham Asylum' y que redefinía hasta hace bien poco al personaje mediante una complejísima trama argumental durante varios años y decenas de números que se alzan como un cuerpo único y fascinante. El segundo, con la que sigue siendo la mejor serie actual de DC —cualquiera de las tres sagas que ya ha cerrado hablan por sí solas— y el ejemplo máximo de que, aunque cueste creerlo, todavía quedan muchas buenas historias que contar de aquel niño que perdió a sus padres en un callejón y juró defender a su ciudad de los criminales que la atemorizaban.
Un Joker para acabar con todos los Joker
El Joker que encontramos en 'El caballero oscuro' está plenamente desarrollado...Para mi, el Joker es un absoluto. No hay sombras de gris para él- acaso sombras de púrpura. Es increíblemente oscuro. Irrumpe aquí como lo hizo en los cómics.
Anunciada la producción de la secuela en 2006 y fijado su estreno para dos años después, es muy evidente que la personalidad y gran parte del mastodóntico éxito final que tuvo 'El caballero oscuro' ('The Dark Knight', Christopher Nolan, 2008) —ahí están tanto su billón de dólares de recaudación mundial como el 10 con el que se mantuvo incólume durante varias semanas en la IMDb— quedaron determinados sobremanera por la decisión de Christopher Nolan de que esta primera secuela de 'Batman Begins' sería la que se centraría en el ascenso del Joker y en el juego a tres bandas entre la psicótica presencia de éste, la dualidad que representa Harvey Dent y, por supuesto, Batman.
"Un psicópata, asesino en masa y esquizofrénico payaso con nula capacidad de empatía", así es como definía el desaparecido Heath Ledger al personaje que le llevó a la gloria después de muerto, una fuerza del caos y por tanto de la naturaleza misma que, no sólo le da hostias como panes a cualquiera de las dos encarnaciones previas que habíamos visto en la gran pantalla —recordemos, las de César Romero y Jack Nicholson—, sino que se termina merendando a todo aquél o aquella que se le pone por delante durante las dos horas y media de metraje de la cinta, llámese éste Christian Bale, Aaron Eckhart, Gary Oldman o Maggie Gyllenhaal.
La fuerza que Ledger imprime al personaje, lo errático de su comportamiento, de las inflexiones de su voz, lo inquietante de esos tics faciales y el magistral trabajo de maquillaje que lo convertía en la desfigurada némesis por antonomasia de Batman terminan jugando muy a favor de que, junto a los otros muchos valores que atesora 'El caballero' oscuro, las impresiones que se siguen extrayendo de esta segunda entrega de la trilogía de Nolan tras incontables visionados la coloquen por derecho como la mejor aproximación que se haya hecho al personaje y, por supuesto, una de las tres mejores películas sobre cómics que ha visto la historia del cine.
'El caballero oscuro', un Batman MAGISTRAL
Conforme repasábamos los cómics, teníamos presente la fascinante idea de que la presencia de Batman en Gotham atrae a los criminales a la ciudad, atrae a los dementes. Cuando estás tratando con nociones tan cuestionables como la gente tomándose la justicia por su mano tienes que preguntarte, ¿a dónde lleva todo esto? Eso es lo que hace al personaje tan oscuro, el expresar un deseo de venganza.
Se ha dicho muchas veces en los últimos siete años, 'El caballero oscuro' es a la tres cintas del Batman de Christopher Nolan como 'El padrino. Parte II' ('The Godfather: Part II', Francis Ford Coppola, 1974) lo fue a la saga de los Corleone o 'El imperio contraataca' ('Star Wars: Episode V - The Empire Strikes Back', Irvin Keshner, 1980) a la trilogía galáctica de George Lucas. Y mucho —muchísimo— es lo que aquí se podría argumentar tanto para respaldar la consideración del presente filme como el acercamiento más preciso que el cine ha hecho a la figura del hombre murciélago como para aclarar el por qué supera con mucho a su antecesora y su sucesora.
Entre ello, entre lo mucho que podríamos comentar, cabría comenzar por la impresionante definición de todos los personajes que aparecen en pantalla redundando todo aquello que se mueve en beneficio de abundar en Alfred, Rachel, el Comisario Gordon y en presentar a Harvey Dent y al Joker en completar el caleidoscópico y fragmentado puzzle que es el caballero oscuro, un héroe formado a partir del universo que lo rodea que aquí tiene que lidiar con la idea que Christopher Nolan expone en las palabras que encontráis más arriba y con el hecho de que, como bien se dice por boca de Maggie Gyllenhaal, quizás haya un momento en que Gotham no necesite a Batman, pero para Bruce Wayne ese instante nunca llegará.
Jugando los Nolan y Goyer con la exposición de la dualidad de Batman/Bruce Wayne - Harvey Dent/Dos Caras y el choque frontal de ambas con la definición inequívoca y única que se hace del Joker —los diálogos que el personaje de Ledger mantiene con Batman en la celda y con Dos Caras en el hospital son antológicos—, no hay duda de que si 'El caballero oscuro' funciona como lo hace es por la perfecta alternancia con la que guionistas y director equilibran el devenir de la historia entre los muchos momentos de exposición y desarrollo de personajes y unas secuencias de acción que, entregadas en parte a la espectacularidad de las cámaras IMAX, se establecen sin dificultad como los minutos de mayor gloria del metraje de la cinta.
Aquí resulta imposible quedarse con una por encima de las demás cuando de lo que estamos hablando es de elegir entre esa primera set-piece que presenta al Joker abriendo la proyección, aquella que discurre entre los rascacielos de Hong-Kong, la que se desarrolla a toda velocidad en el asfalto de Gotham o el asombroso clímax que da cierre a la acción y sigue a Batman en su encuentro final con Joker en un edificio en construcción. Las tres son muestra de un portento narrativo singularmente brillante que, unido a otras secuencias memorables —y magistrales— como el montaje paralelo de la fuga del Joker rubrican un filme al que, sinceramente, no sabría qué pero anteponer.
No cuando a las interpretaciones, el guión y la dirección se unen una banda sonora que respalda cada instante emocional y cada golpe de acción mediante unas sonoridades asombrosas y que debemos mucho más a lo trepidante de Hans Zimmer —ese tema que da cierre al filme y que pone los vellos de punta— que a lo discreto de James Newton-Howard; un diseño de producción que saca partido máximo a los escenarios de Chicago y sorprende de nuevo por la concreción de todo el aparato que rodea al hombre murciélago o una fotografía de Wally Pfister que acentúa de forma soberbia lo estilizado de toda la narración.
Es 'El caballero oscuro' en definitiva, epítome hasta el momento de esa controvertida figura que es Christopher Nolan, un cineasta por los que millones de cinéfilos beben los vientos y que, al mismo tiempo, es odiado por una legión de aficionados al séptimo arte que no terminan de entender que es lo que vuelve majaretas a los que alaban hasta la última acotación visual salida del objetivo del director. ¿Mi posición? más cercana a los primeros que a los segundos sin dejarme llevar por los extremos de uno u otro y aceptando, como parece que muchos no son capaces de hacer, que no hay nadie infalible.
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