Su nombre salía a colación la semana pasada debido a las nada casuales concomitancias que cierta obra maestra de Disney guardaba para con uno de los innumerables títulos que trufaron su vasta tebeografía. Ya hablamos de él hace un año en este mismo especial cuando cubrimos la visualmente fascinante adaptación que Rintaro hacía de su 'Metrópolis'. Y hoy Osamu Tezuka vuelve a Blogdecine por mano de la traslación que el cine estadounidense hizo en 2009 de uno de los mangas más queridos de cuántos el Dios del Manga produjo en vida.
Un título que ya había contado con varias incursiones en el mundo de la animación desde finales de los años 50 y que, toda vez se supo que iba a ser llevado a celuloide bajo supervisión yanqui, levantó no pocas dudas acerca de la aproximación que el cine estadounidense haría de él. Unas dudas muy razonables que quedaron ampliamente ratificadas cuando el estreno de 'Astro Boy' (id, David Bowers, 2009) demostró que la mirada occidental sobre la obra de Tezuka contaminaba sobremanera el espíritu original de la misma, dejando a la postre una cinta bastante irregular.
'Astro Boy', el manga
Con más de 100 millones de copias vendidas desde su primera aparición a principios de la década de los 50 'Astro Boy' es, como decía más arriba, uno de los tebeos más conocidos y queridos de los muchos que salieron de la portentosa pluma de Osamu Tezuka: ideado cuando el autor todavía se encontraba bajo la fuerte influencia que el universo Disney ejerció en sus primeros trabajos, las aventuras de éste robot con forma de niño fue uno de los trabajos más longevos en los que se implicó el mangaka junto con 'Black Jack' y, por supuesto, esas dos obras maestras del noveno arte que son sus adultas 'Buddha' y la maravillosa 'Fénix'.
Ocupando 21 volúmenes en su edición española —que corrió a cargo de la extinta Glénat— lo que podemos ver en las páginas de 'Astro Boy' es, sin lugar a dudas, el epítome de la vertiente más "infantil" de la producción del artista nipón. Una vertiente que el autor dirigía hacia la atenta mirada del público juvenil y que tan caracterizada queda por la redondez de sus trazos, lo inocente de muchas de las tramas, la inclusión de esos "actores" recurrentes dentro de su particular cosmología o, afinando un poco más en nuestras apreciaciones, la forma en la que el autor aliviaba los momentos de mayor tensión dramática con la aparición inesperada de algún personaje de corte humorístico completamente aleatorio.
Quizás su lectura hoy resulte tremendamente infantil a ojos de un adulto que se haya bebido sus páginas más maduras —porque sus páginas no se leen, se beben con fruición—, pero si dejamos por un momento cualquier prejuicio acerca de lo que nos vamos a encontrar en ellas, tengan por seguro que el sentido de la aventura y lo maravilloso que Tezuka plasmó en sus más de 4000 páginas son de esos que a los que vale la pena acercarse para alimentar a ese niño que todos llevamos dentro. Y si no son de los que ejercitan tan sana práctica, siempre pueden adentrarse en la fascinante y soberbia adaptación que ese genio llamado Naoki Urasawa hizo de una de las aventuras de 'Astro Boy' en la magistral 'Pluto', no se arrepentirán.
'Astro Boy', a mitad de camino
Adquiridos sus derechos por parte de Sony en 1997, la primera intención de la productora era haber llevado a 'Astro Boy' a la gran pantalla en imagen real, un proyecto que se fue al traste cuando se anunció la producción de la magistral 'Inteligencia artificial' ('A.I', Steven Spielberg, 2001) que, a fin de cuentas, partía de similares premisas a las usadas por Tezuka en el origen de su personaje. La opción, pues, era más o menos evidente, y el mismo año del estreno de la cinta de Spielberg se decidió que el pequeño robot se convertiría en un personaje animado con técnicas digitales.
Aunque más que de "convertiría" habría que hablar de "se volvería a convertir" dada la amplia presencia que 'Astro Boy' ya había tenido en el mundo del anime desde que en 1963 el propio Tezuka se encargara de dirigir la primera de las tres series de televisión con las que contó el personaje. Tres series que, unidas a un filme de 1964 co-dirigido y co-guionizado por Rintaro, suponían una potente referencia que el proyecto de principios de siglo tendría que obviar para ofrecer algo novedoso. Desafortunadamente, no fue así, al menos no al 100%.
Pasando de manos de Genndy Tartakovsky a las de un tal Colin Brady y de ellas a las definitivas de David Bowers, será la productora de animación china Imagi Animation la que finalmente acometa la tarea de levantar un filme que, occidentalizando en parte el aspecto del personaje central y respetando en la medida de lo posible la fisionomía característica de las figuras humanas de Tezuka, termina fallando en un guión que rinde excesiva pleitesía al potencial público infantil al que, inevitablemente, termina dirigido.
Pero hasta que eso sucede, y lo hace de forma taxativa llegado el segundo acto de la cinta, 'Astro Boy' resuelve sus comienzos en modos que podrían haber terminado convirtiendo al filme en uno muy diferente de haberse manejado con mayor efectividad. En su lugar, la nula carga dramática que comporta el tramo inicial del metraje provoca que al espectador —al adulto, claro está— le cueste conectar con las motivaciones y acciones de los personajes centrales, sobre todo en lo que concierne tanto a las de un Dr.Tenma definido de forma paupérrima como a las de ese villano carente de carisma que es el Presidente Stone.
Considerando que para el año en que se estrena, el cine de animación ha efectuado un espectacular salto cualitativo en lo que a su orientación se refiere, y que gracias a los esfuerzos de Ghibli y Pixar, ya no es coto privado de caza de los más pequeños de la casa, la intrusión de los ¿inevitables? alivios cómicos que nos presenta el tramo intermedio del filme y los derroteros por los que se mueve todo éste arruinan casi por completo lo que se había logrado durante el arranque de la acción, dejando para el final un clímax que se reduce a mamporros, persecuciones y el obligado happy ending.
Todo ello no deja en última instancia espacio para que la animación —lo único que vale la pena del filme— luzca con mayor intensidad, ahogada como queda en un mar de sinsabores entre los que también cabría citar a la inane partitura de John Ottman o a la desangelada labor vocal del elenco en versión original, dos valores éstos últimos que rubrican una producción muy normalita que falla en rescatar la genuina idiosincrasia de las páginas de Tezuka, quedándose colgada en tierra de nadie con el sambenito de "otra adaptación que no llegó a ninguna parte".
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