Cómic en cine: '300', de Zack Snyder

Como siempre suele pasar en Hollywood, dos fueron los proyectos que, durante cierto tiempo, parecía que iban a acercarse a ese episodio de la segunda invasión de Grecia por parte del ejército persa que fue la batalla de las Termópilas. De una parte estaban los intereses de Michael Mann por adaptar 'Puertas de fuego', una novela de Steven Pressfield. De la otra, el proyecto que Gary Nunnari quería poner en pie tomando como partida el material gráfico creado por Frank Miller y publicado por Dark Horse a finales de la década de los noventa.

Sin que el proyecto de Mann llegara a buen puerto, el impulso de la Warner para que '300' (id, Zack Snyder, 2006) se posicionara como la única traslación de la odisea de Leónidas y sus guerreros espartanos fue tan decisivo como el hecho de contratar a un director que ya había mostrado inusitado interés en trasladar las viñetas de Miller a la gran pantalla antes de embarcarse en la que sería su ópera prima en la gran pantalla, la soberbia 'Amanecer de los muertos' ('Dawn of the Dead', Zack Snyder, 2004).

'300', la novela gráfica

Publicada en un descanso que se tomó en plena vorágine de la saga de 'Sin City', '300' es uno de los trabajos más atípicos de Frank Miller, no tanto por su narrativa visual, que conserva el espíritu de otras obras suyas, como por la elección de la temática y el espacio temporal de dicha decisión. '300', nombrada así por el número de soldados espartanos que participó en la citada batalla de las Termópilas contra el ejército persa, primero en su forma original de cuatro comic-books, después en formato de novela gráfica widescreen, es una de las obras de Miller que se ha visto reimpresa con mayor frecuencia en los últimos años.

Ello se debe, qué duda cabe, a la primitiva fascinación que casi siempre causan las obras del escritor y dibujante estadounidense: su portentoso uso de los encuadres, la perfecta y minuciosa planificación de las viñetas, lo cinemático de su dibujo —que suple las muchas carencias anatómicas del mismo— y el exquisito uso del color, obra y gracia de su eterna colaboradora y esposa Lynn Varley, convirtieron y convierten a '300' en una fascinante aproximación, medio real, medio ficticia, a un episodio que casi podría enmarcarse en el terreno superheroico sino fuera porque sus raíces se engarzan en la historia universal.

'300', en retrospectiva, lo mejor de Snyder

Durante toda la proyección de la película no podía quitarme de la cabeza una palabra, “bella”. '300', más allá de lo explicito de la violencia que muestra, es una película bella, una particular obra de arte en la que cada plano parece haber sido pensado para ser admirado en una pinacoteca. Lo que Snyder conseguía con su segundo filme casi podría considerarse como el hallazgo de una nueva forma de hacer cine.

Haciendo uso —hay quien diría que más que uso, abuso— de la misma tecnología digital que ya habíamos visto en 'Sin City' (id, Robert Rodríguez y Frank Miller, 2006) como si de plastilina en las manos de un niño se tratara, Snyder epataba los sentidos de un público que abrazó con fuerza la propuesta del cineasta estadounidense, dejándose llevar por el fastuoso y colorista espectáculo al que estaban asistiendo sin que lo escueto del guión —derivado de la novela gráfica— pareciera revestir la relevancia que siempre ha de atribuírsele.

Recuerdo que alguien comentaba a la salida del cine que si a la cinta le elimináramos todo el metraje que aparece ralentizado duraría una hora menos. Razón no le faltaba. Y es que en '300' si algo tiene protagonismo es el montaje. Obra y gracia de William Hoy, el mismo editor de 'Bailando con lobos' ('Dances with Wolves', Kevin Costner, 1990) o 'Yo, Robot' ('I, Robot', Alex Proyas, 2004), la edición de '300' delata una voluntad por acercar los fotogramas a las viñetas que, por otra parte, será la que marque a fuego todo lo que Snyder nos ha hecho llegar desde 2006 para bien —poco— o para mal —demasiado—.

Con la novedad que aquí suponía, y sin saber que después se convertiría en una práctica abusiva en su filmografía, el ralentí en '300' aumenta aún más si cabe esa percepción de belleza plástica de la que hablaba algo más arriba, y utilizado con precisión en las escenas de batalla que trufan gran parte del metraje, Snyder no escatima esfuerzos en acercarnos lo máximo posible al fragor de una guerra cuya épica resuena constantemente en los musculados abdómenes de los espartanos y en la —¿exagerada?— grandilocuencia con la que se orquesta toda la función.

Una grandilocuencia que personalmente nunca ha pesado de forma negativa a la hora de valorar lo que '300' ofrece y que queda amplificada, no cabe duda, tanto por lo ecléctico del score compuesto por Tyler Bates, que no se arredra en mezclar sonoridades de toda índole, como por la acusada teatralidad que hace presa de las afectadas interpretaciones de todo el elenco —representado éste tanto por Gerard Butler como por Rodrigo Santoro— un hecho éste que, de nuevo, habla de forma precisa junto a el aspecto general de la cinta, de la voluntad de Snyder de rodar un cómic en movimiento.

En este sentido son dignas de admiración —y lo siguen siendo hoy en día algo matizadas en parte por el paso del tiempo—, las secuencias que nos muestran la primera embestida al paso de las Termópilas, y todas y cada una de las siguientes batallas que tienen lugar en ese estrecho desfiladero en el que 300 hombres combatieron como leones contra unas fuerzas muy superiores. Cada una de ellas atesora momentos de genio planificador y narrativo, y son justificante más que sobrado para poder calificar a ésta como la mejor cinta de Zack Snyder, junto a la soberbia 'Amanecer de los muertos', por supuesto.

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