He de confesar que me alegré cuando Netflix anunció que la temporada 6 de 'Cobra Kai' iba a ser la última, ya que llega un momento en el que hay que saber despedirse a tiempo en lugar de entrar en ese territorio en el que uno sigue viendo la serie más por un extraño sentido de la lealtad que por cualquier otra cosa.
De hecho, la temporada 5 ya se sentía como el cierre de una etapa y con unos pequeños ajustes habría funcionado como final para 'Cobra Kai'. No fue el caso -de ahí lo que sucedía con Kreese- y la gran duda estaba en saber si sus responsables serían capaces de justificar realmente su vuelta. Vistos los cinco episodios de su Parte 1, no tengo claro si la respuesta es afirmativa o negativa, ya que sigue siendo un buen entretenimiento, pero la búsqueda incesante de la tensión entre sus protagonistas acaba resultando un tanto exagerada.
Sobredosis de conflictos un tanto gratuitos
Obviamente, ese ha sido siempre uno de los motores de la serie, en especial todo lo relacionado a los continuos acercamientos y alejamientos entre Johnny Lawrence y Daniel LaRusso, pero llega un punto en el que uno siente que esa tensión se debe más a que los guionistas necesitan algo para mantener viva la serie que porque sea el resultado lógico del fluir narrativo de 'Cobra Kai'. Sé que para algunos ese punto de no retorno se alcanzó hace tiempo, pero conmigo no ha llegado hasta su temporada 6.
Todo fan de la serie sabe bien a estas alturas qué dúos de la serie están marcados por esa rivalidad, pero el inicio de la temporada 6 está marcado más por un curioso periodo de calma en el que el mayor drama es un descubrimiento que el personaje interpretado por Ralph Macchio hace sobre su querido Miyagi. Y es que los creadores de 'Cobra Kai' no nos mentían cuando nos dijeron que esta entrega iba a ser la que más iba a ampliar este universo hasta la fecha.
Lo que sí que no nos dijeron es que esa forma de desarrollar el Miyagiverso iba a resultar un tanto extraña. No me cabe duda de que más adelante habrá una explicación mayor que conectará más lo que se desvela sobre el mítico personaje interpretado por Pat Morita con lo que todos sabíamos sobre él, pero ahora mismo todo lo relacionado con esa trama se siente como un añadido para crear más drama en la serie. Es como si no confiase en poder hacer avanzar algo sin que haya una sobredosis de conflictos.
Eso acaba extendiéndose a todos los niveles, resultando especialmente conflictivo en lo referente a cómo provocan un cambio drástico en las motivaciones de uno de los personajes principales. Es verdad que la serie siempre había jugado con ir moviendo personajes de un extremo a otro, pero llega un punto en el que la credibilidad salta por los aires y uno es consciente del artificio que tiene ante sus ojos.
Lo curioso es que 'Cobra Kai' comete esos errores al mismo tiempo que logra mantener plenamente vigente su envidiable sentido del entretenimiento. La cuestión es que nunca ha sido una serie muy poderosa visualmente, pero las tramas estaban bien urdidas y el reparto aportaba todo lo necesario de ellos como para que uno se dejase llevar por mucho que sus conflictos acabasen repitiéndose de forma constante.
Quizá sea en parte por la larga espera -hemos tenido que esperar casi dos años desde el lanzamiento de la anterior entrega-, pero eso es algo que 'Cobra Kai' mantiene de forma innegable. Un buen ejemplo de ello es que ya había empezado la temporada final de 'Vikingos: Valhalla' cuando comencé la que ahora nos ocupa y hasta no ver sus cinco episodios me olvidé por completo de Leif, Canute, Harald, Freydis y compañía.
Lo más llamativo es que sucedió eso al mismo tiempo que pensaba que la temporada de 'Vikingos: Valhalla' era mejor que la de 'Cobra Kai', ¿Qué me llevó entonces a actuar de esa manera? Pues que la secuela televisiva de 'Karate Kid' es mucho más agradecida de ver, tanto por sus episodios más cortos como por el hecho de que uno ha cogido más cariño a sus personajes a lo largo de los años. Sin embargo, ya están estirando el chicle y por ejemplo están a nada de cargarse de todo a Kreese, un villano memorable que ha llegado un punto en el que casi se ha convertido en un malvado de cómic aleatorio. Eso en temporadas previas era menos notorio por el gran acierto que fue el regreso de Terry Silver a este universo.
Eso lleva a que uno quizá sea consciente de sus limitaciones, ahora más evidentes que nunca, pero el aliciente añadido de que ya estamos al final del camino también hace que uno sienta curiosidad por cómo van a cerrarlo todo. Por ahora, un aperitivo algo defectuoso, pero que no por ello deja de ser disfrutable. Para la siguiente etapa todavía habrá que esperar hasta el 15 de noviembre.
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