Un título y se disparan los recuerdos. Fue decidir revisar 'D.A.R.Y.L' (id, Simon Wincer, 1985) y la primera película que se me vino a la cabeza para continuar con "Nostalgia ochentera" fue 'El vuelo del navegante' ('Flight of the navigator', Randal Kleiser, 1986). Lo curioso del caso es que no fui el único, ya que uno de nuestros lectores apuntaba en los comentarios de dicho filme precisamente a la película que hoy rescatamos, una cinta familiar de ciencia-ficción, fantasía y viajes en el tiempo que, al menos para el que esto suscribe, supone lo mejor que Randal Kleiser llegó a rodar durante los años ochenta —y me atrevería a decir que en la totalidad de su carrera, pero no nos adelantemos—.
Inicialmente pensada para ser producida por Disney, a la que le iba como anillo al dedo el tono de la historia y la moralina de la misma, la incapacidad de la compañía para dar luz verde al proyecto haría que el proyecto terminara en PSO —Producers Sales Organization— una compañía independiente fundada a finales de los setenta y responsable de la financiación o distribución de filmes como 'El final de la cuenta atrás' ('The final countdown', Don Taylor, 1981), 'El submarino' ('Das boot', Wolfgang Petersen, 1981), 'La historia interminable' ('Die unendliche Geschichte', Wolfgang Petersen, 1984) o la infame 'Nueve semanas y media' ('9 1/2 weeks', Adrian Lyne, 1986). PSO sería la que, en última instancia, llegaría a un acuerdo con Disney para que ésta se encargara de la distribución en Estados Unidos, y de ahí que comunmente se considere que 'El vuelo del navegante' es una cinta Disney.
De hecho, como comentaba al comienzo del párrafo anterior, no sólo el que el inicio de la cinta cuente con el logo de Disney incita a pensar que se trate de una producción de la compañía, ya que la suavidad de la historia, el que centre su atención en un chaval de doce años y el que se aproxime a los problemas que acucian a un chico de esta edad —la rivalidad con su hermano pequeño, la incapacidad para hablarle a la chica que le gusta o el no saber que puede esperar de la vida— son señas de identidad claras de la productora de Mickey y aún más de la intención primigenia de los responsables del guión, Michael Burton y Matt MacManus, de que su historia terminara producida por aquella.
Añadiendo a esa temática de fondo los suficientes elementos fantásticos para hacerla atractiva y que no termine siendo un drama cualquiera, 'El vuelo del navegante' saca espléndido partido de sus intérpretes para que el espectador sienta cercana la historia de David, un chaval de finales de los setenta que, tras caer por una ladera y quedar inconsciente, despertará en 1986. Con la confusión que ello crea inicialmente y una familia que ya le había dado por muerto, David tiene que encontrar las respuestas a dónde ha estado durante ocho años y por qué no ha envejecido como sus padres y su hermano pequeño. Una respuesta que encontrará en una nave espacial en posesión de la N.A.S.A.
Como decía, es en el reparto de la cinta donde 'El vuelo del navegante' haya su mejor punto de apoyo, ya sea en el afable carácter que Joey Cramer imprime a David, ya en esos progenitores encarnados a la perfección por Cliff de Young y Veronica Cartwright —que reflejan sin fisuras a la típica familia media americana—, ya en los dos actores que interpretan al hermano pequeño de David, ya en ese "villano" de la función que es el científico de la N.A.S.A encarnado por Howard Hesseman, que quiere mantener al protagonista bajo su custodia a toda costa para así poder arrancarle todos los secretos que su cerebro alberga, reflejando la cinta aquí en cierto modo el recelo con el que por aquél entonces se miraba a la Agencia Espacial tras la catástrofe del Challenger de 1984a comienzos del mismo año.
Primera película en usar mapeado digital generado por ordenador —para la inserción de la nave en los ambientes reales donde esta aparece— decía al comienzo que 'El vuelo del navegante' es indiscutiblemente la mejor cinta que Randal Kleiser rodó en los ochenta, una década en la que el realizador también firmó cintas tan olvidables como 'El lago azul' ('The blue lagoon', 1980) o 'Big top Pee-wee' (id, 1988); y que casi se podría considerar la mejor de una mediocre trayectoria que siempre se mantuvo bajo la alargada sombra proyectada por 'Grease' (id, 1978). Personalmente creo que el tiempo no ha tratado al afamado musical todo lo bien que podría parecer y es esto, y no otra disquisición, lo que en un momento dado me llevaría a pensar que el presente filme puede ser considerado como el pináculo de la carrera del cineasta. Aunque, bien pensado, ¿a quién diantres le importa cuál es la mejor película de Kleiser?
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