Si tomamos cualquier cinta en la filmografía de Robert Zemeckis, a partir de 1985, podremos observar la pasión que la tecnología al servicio de los efectos especiales levantó en el realizador desde que hiciera uso de ella en 'Regreso al futuro' ('Back to the future', 1985). Desde entonces, cada cinta de Zemeckis ha sido un paso adelante en el deseo de llegar a lo que 'Beowulf' (id, 2007) nos ofrece: un espectáculo visual fastuoso completamente generado por ordenador.
Por el camino han sido piezas fundamentales la trilogía protagonizada por Michael J.Fox; la genial '¿Quién engañó a Roger Rabbit?' ('Who framed Roger Rabbit?', 1988) que mezclaba animación e imagen real como nunca se había visto; la irregular 'La Muerte os sienta tan bien' ('Death becomes her', 1992) que avanzó pasos de gigante en cuanto a las posibilidades de uso de los efectos digitales; la excelente 'Forrest Gump' (id, 1994), en la que los efectos digitales se usaron para borrar las piernas del "Teniente Daaan" o para integrar a Tom Hanks en ciertos momentos históricos de relevancia; 'Contact' (id, 1997), otro paso de gigante en la integración de efectos e imagen real; y, pasando de puntillas por 'Lo que la verdad esconde' ('What lies beneath', 2000) y 'Náufrago' ('Cast away', 2000), con gran cantidad de efectos tan integrados en la historia que pasaban desapercibidos, llegamos a la piedra de toque, 'Polar Express' (id, 2004).
Con un coste de 160 millones de dólares, la cinta era un claro experimento de Zemeckis para explorar las fronteras de la animación mediante captura de movimiento, la misma técnica utilizada para insuflar vida a Gollum en la trilogía de 'El señor de los anillos'. En este sentido 'Polar Express' servía como vehículo de lucimiento para unas secuencias que quitaban el hipo, aunque acusaba serios problemas a la hora de aportar el suficiente grado de realismo al movimiento de los personajes y, sobre todo, a sus expresiones faciales. Ampliamente criticada por su plano guión, Zemeckis se propuso superarse en el uso de tan impresionante tecnología utilizando, ahora sí, un libreto "serio". El elegido fue el poema inglés del siglo VI, 'Beowulf'.
Lamentablemente, la intención de Zemeckis de enaltecer las obvias virtudes y posibilidades de la tecnología de captura de movimiento con un guión sólido respaldándolas, se quedaban en eso, en intención. Algo sorprendente si se tienen en cuenta los dos nombres que firman el libreto: Neil Gaiman y Roger Avary. Del primero ya hablamos largo y tendido en nuestro repaso a 'Stardust' (id, Matthew Vaughn, 2007); el segundo, irreverente escritor, es el responsable de las historias de 'Pulp fiction' (id, Quentin Tarantino, 1994) o el guión de 'Silent Hill' (id, Christophe Gans, 2006). Resulta pues llamativo que con la presencia de ambos el libreto de 'Beowulf' devenga en una experiencia tan plana e insustancial, aunque desde aquí vamos a intentar arrojar una posible explicación.
A la hora de adaptar el poema original, del que se perdió gran parte en el s.XVIII, los guionistas se encuentran con dos opciones; la traslación literal, llenando los huecos de los fragmentos desaparecidos, o la modernización del mismo, intentando acercar a los personajes a una mentalidad más contemporánea y, de esta forma, haciéndolos más accesibles al público actual. Si bien la segunda hubiera sido la opción deseable, Gaiman y Avary optan por la primera, evidenciando en su labor un fervoroso deseo por conseguir con la cinta una suerte de versión definitiva de la historia de Beowulf. Lo que obtienen sin embargo es un relato deslavazado en el que las motivaciones de los personajes son tan poco inteligibles como las acciones que llevan a cabo, y en el que, para colmo de males, la historia avanza a pasos irregulares, ora con una proverbial lentitud, ora saltándose cincuenta años de la vida del personaje. A ello hay que añadir que, en lo irregular del relato, la epicidad queda relegada a tres momentos, las dos luchas con Grendel y la del dragón, mientras que el resto no consigue levantar el soterrado interés del espectador.
Impecable es, sin embargo, la labor de Zemeckis como realizador. Explotando al máximo las posibilidades que le ofrece el juguete que tiene entre las manos, Zemeckis compone cada plano de 'Beowulf' de forma preciosista, y trata cada secuencia para que nuestra retina quede impresa con toda clase de giros, encuadres y movimientos imposibles. En este sentido resultan especialmente brillantes las tres citadas secuencias de acción (cuatro si contamos con el recuerdo de Bewoulf de su combate marino), destacando por méritos propios entre ellas la que pone fin a la cinta: la lucha con el dragón. Sabedor de que en ella Zemeckis se juega mucho, el director tira de experiencia y concreta una secuencia a la que vibrante es el epíteto que mejor se le ajusta. Durante los casi diez minutos que dura, la mirada del espectador no tiene lugar al descanso, tal es la abrumadora calidad de lo que en pantalla podemos observar.
Desearía en este punto poder seguir desgranando más virtudes de la cinta, pero lo cierto es que estas se limitan a la dirección y a la música de Alan Silvestri, de una potencia soberbia y un material temático magnífico; quedándose por el camino de la genialidad una animación que vuelve por los derroteros que fallaran en 'Polar Express' y ensombrecida por ella la imponderable labor de Ray Winstone, Angelina Jolie, Anthony Hopkins o Robin Wright, los actores debajo de Beowulf, la madre de Grendel, el rey Hrothgar y la reina Wealthow. No en vano, en 2007 a la tecnología de captura de movimiento aún le quedaba cierto camino por recorrer —no mucho si atendemos a lo que dos años más tarde veríamos en 'Avatar' (id, James Cameron, 2009)— sobre todo si tenemos en cuenta las pretensiones de Zemeckis de que terminara sirviendo de sustituto a los actores de carne y hueso.
Como han demostrado los seis años transcurridos desde entonces, ni la insistencia del propio director en 'Cuento de Navidad' ('A Christmas carol', 2009) ni la citada 'Avatar' han supuesto el cambio radical que ambos realizadores postulaban con vehemencia, algo que en 'Beowulf' quedaba bien patente en los burdos movimientos que muchas veces durante la proyección hacen mella en el realismo de los personajes, aunque en ello se haya mejorado mucho desde los por momentos mecánicos andares de los personajes de 'Polar Express'. En lo que dichas mejoras no son tan evidente de cara a este filme es en los ojos.
Por más que pueda parecer una memez, hemos de tener en cuenta que un alto porcentaje de la expresividad humana se encuentra en nuestra mirada, y en demasiados momentos de la proyección este rasgo facial carece de vida, restándole muchos enteros a la, por otra parte, brutal definición de otras características físicas (como el pelo, por ejemplo). La concreción del resto del entorno de la acción se mueve entre dos mundos, perteneciendo al de la brillantez todos los decorados virtuales y el diseño del dragón; al de lo olvidable unos caballos cuyos movimientos son tan limitados como los de un tiovivo.
Tan entretenida como olvidable, sobre todo en cuanto a su irregular historia se refiere, la cinta de Zemeckis no superaba en su momento las expectativas en ella puestas tras unos trailers que preparaban el cuerpo para una experiencia cinematográfica novedosa y singular, no llegando a cubrir ni uno ni otro epíteto. Acomodada en tierra de nadie, 'Beowulf' no ha ganado con los años, y el lustro y poco que ha transcurrido desde su estreno le ha hecho aún más flaco favor a una cinta que funciona, cuando lo hace, a bruscos trompicones.
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