En 1939 se publicaba por primera vez 'Diez negritos', la célebre novela de Agatha Christie que poco tardaría en convertirse en un gran éxito de ventas y acabaría dando pie a varias adaptaciones cinematográficas, entras las que destaca el temprano acercamiento de Rene Clair en 1945, aunque ésta —y la mayoría de versiones posteriores— optase por el más positivo desenlace de la obra teatral a partir de la obra literaria en lugar de ofrecernos el desenlace original. Esto en ningún caso afectó a una novela muy influyente que en realidad es mucho menos original de lo que se ha llegado a decir.
Hay que remontarse a 1930 para encontrar el momento en el que apareció por primera vez 'The Invisible Host', un libro de Bruce Manning y Gwen Bristow —marido y mujer en la vida real— hoy olvidado por la gran mayoría, pero en el cual podemos encontrar no pocas similitudes con una de las obras más famosas de Agatha Christie. No obstante, en su momento sí gozó de suficiente popularidad para que en Hollywood probasen fortuna con una adaptación bajo el título de 'El noveno huésped' ('The Ninth Guest', Roy William Neill, 1934) que no merece la invisibilidad en la que ha caído pese a que sería un error hablar de ella como si fuese una buena película.
Los ocho negritos de 'El noveno huésped'
En esta ocasión son ocho las personas invitadas a pasar una velada inolvidable en una apartada casa. Todos ellos —cinco hombres y tres mujeres— reciben la misma carta —muy torpe su director al mostrarla en plan varias veces cuando ya de antemano conocíamos su contenido— y la sorpresa es unánime cuando van descubriendo quiénes son los demás asistentes. El servicio tampoco conoce al organizador de tan singular reunión —bastante desafortunada la aparición en plan alivio cómico del ayudante del mayordomo—, pero pronto se descubren sus malvadas intenciones al encenderse un radio en la que el anfitrión explica sus auténticas motivaciones: todos los presentes ocultan algún horrible secreto e irán cayendo de uno en uno a medida que avanza la noche a manos del noveno huésped, la muerte.
'El noveno huésped' no fue una película por la que su productora apostase con especial interés, ya que confió su dirección a Roy William Neill, un realizador experimentado, pero a costa de no cuidar en demasía sus obras, ya que para él importaba más la cantidad —sólo en 1934 estrenaría hasta siete películas— que la calidad. Su principal aportación al séptimo arte fue rodar varias de las adaptaciones de Sherlock Holmes protagonizadas por Basil Rathbone, entre las cuales me gustaría destacar 'La perla maldita' ('The Pearl of Death', 1944), aunque no tanto por su trabajo, tan olvidable como de costumbre, como por la breve aparición del temible y amenazante Rondo Hatton, uno de los primeros grandes monstruos humanos del cine sonoro gracias a cintas como 'House of horrors' (id, Jean Yarbrough, 1946) o 'The Brute Man' (id, Jean Yarbrough, 1946).
La intrascendente puesta en escena de Roy William Neill, quien no duda en apostar por una extrema sencillez expositiva que se carga todas las posibilidades de crear un auténtico clima de misterio, encuentra un gran aliado en un reparto plagado de intérpretes secundarios de la época que jamás consiguieron llevar su carrera más allá de eso aunque alguno de ellos trabajase con posterioridad en grandes películas como 'El bazar de las sorpresas' ('The Shop Around the Corner', Ernst Lubitsch, 1940), 'Perversidad' ('Scarlet Street', Fritz Lang, 1945) o 'Forajidos' ('The Killers', Robert Siodmak, 1946). Ninguno de ellos ofrece detalle interpretativo alguno que le permita sobresalir por encima del resto y la sensación que todos ellos ofrecen es la de querer salvar la papeleta lo antes posible sin que se note demasiado. Lástima.
Un psicópata manipulador e ingenioso
La figura del psicópata no contaba con una larga tradición en el cine por aquel entonces, ya que la seminal 'El enemigo de las rubias' ('The Lodger: A Story of the London Fog ', Alfred Hitchcock, 1927) renegaba de ello en su desenlace, algo que no sucedería en 'El vengador' ('The Lodger', Maurice Elvey, 1932), remake de la cinta de Hitchcock en la que Ivor Novello volvía a interpretar el mismo personaje, pero sin acobardamientos finales. Por su parte, títulos como 'M, el vampiro de Dusseldorf' ('M', Fritz Lang, 1931) o 'El malvado Zaroff' ('The Most Dangerous Game', Irving Pichel y Ernest B. Schoedsack, 1932) demostraron sus grandes posibilidades.
Por desgracia, dichos títulos continuidad necesaria más allá de producciones prácticamente ignotas a día de hoy que se aprovecharon del relajamiento de Hollywood antes de que se impusiera con toda su dureza el código Hays a partir de 1934. Un buen ejemplo de este punto sería 'Trece mujeres' ('Thirteen Women', George Archainbaud, 1932), considerada temerariamente por algunos como el primer slasher, sufrió un remontaje en 1935 —su duración pasó de 73 a 59 minutos— para ajustarse a las nuevas reglas intentando aprovecharse de la creciente popularidad de Irene Dunne y Myrna Loy. El montaje original se da por perdido, pero siempre queda hueco para que sucedan pequeños milagros como el referido a Orson Welles de hace unos días.
Volviendo al caso de 'El noveno huésped', uno de los principales logros de la película es que seguramente sea el primer caso —es imposible afirmarlo con rotundidad teniendo en cuenta la gran cantidad de películas perdidas que hay— de psicópata ingenioso y manipulador que ni siquiera llega a matar directamente a sus víctimas, y además, como era de esperar en un relato de estas características, forma parte de las víctimas potenciales y ha creado un perverso juego para ejecutar una venganza que roza lo delirante cuando es explicada con todo detalle en sus últimos cinco minutos. Es evidente que es una fórmula que contó con gran seguimiento en años venideros, en especial dentro de las aportaciones más recientes gracias al indiscutible éxito de la franquicia Saw.
Es ahí donde el guión de Owen Davis y Garnett Weston consigue que 'El noveno huésped' no se convierta en un espectáculo completamente rutinario, ya que las apariciones sorpresa del asesino consigue añadir garra a un relato demasiado monocorde en líneas generales. La vivacidad del criminal también choca con la inane exaltación de los invitados, los cuales ni siquiera consiguen ser memorables en ninguna de sus muertes —la más llamativa es una electrocución bastante torpe dadas las limitaciones de la época en general y presupuestarias en el caso que nos ocupa—. Estos chispazos de ingenio hacen más tolerable su visionado y evitan el aletargamiento del espectador.
'El noveno huésped' es una curiosa rareza en la línea de 'Diez negritos', pero previa a la existencia de la novela de Christie, amén de incidir en un tipo de psicópata que posteriormente alcanzaría una notable popularidad, Por lo demás, un director sin personalidad y un reparto que tampoco quiere mostrar la suya suponen un importante lastre al que también habría que sumar una decepcionante y algo acelerada resolución —conviene señalar que 'El noveno huésped' apenas llega a los 67 minutos de duración— que hasta cierto punto explican el algo inmerecido olvido que tardó bien poco en padecer. Justo encima de este párrafo encontraréis un vídeo con la película integra por si queréis comprobar sus virtudes y defectos por vosotros mismos.