Dejando de lado la componente hortera de mucho de lo que durante ellos se desarrolló, el cine de los ochenta —como ya he defendido hasta la saciedad en las abundantes entradas que he dedicado a títulos de la década— fue caldo de cultivo de una importante cantidad de títulos que se cuentan entre lo mejor que el séptimo arte ha desarrollado a lo largo de su historia. De acuerdo, también se produjo bazofia inmunda a manos llenas y enormes cantidades de plagios indiscriminados de las producciones que triunfaban en taquilla, pero pretender caracterizar a aquellos diez maravillosos años a través de lo peor que nos ofrecieron es, como poco, una falacia.
Buena prueba de ello —inmejorable me atrevería a decir— es la cinta que hoy ocupa nuestra atención en el ciclo de ciencia-ficción. Una 'Depredador' ('Predator', 1987) con la que John McTiernan, tras un titubeante arranque en la profesión de cineasta el año anterior con la irregular 'Nómadas' ('Nomads', 1986), daba un sonoro golpe de autoridad y se perfilaba como uno de los realizadores con mejor pulso del tramo final de los ochenta en lo que a cine de acción se refiere. Un pulso que, qué duda cabe, quedaría refrendado —si es que hacía falta— con la primera entrega de las aventuras de John McClane de las que se encargaría en 1988.
Rocky contra el extraterrestre
Resulta hilarante que la seriedad y gravedad que envuelve a 'Depredador' en todo momento por más que sea un mero filme de acción mezclado con ciertos tintes de horror y ciencia-ficción surgiera en primer lugar de una idea que comenzó a correr por los pasillos de Hollywood toda vez se estrenó 'Rocky IV' (id, Sylvester Stallone, 1985) y se bromeaba de forma constante con que al púgil ya no le quedaban adversarios de éste mundo con los que enfrentarse. Tomando dicha broma como punto de partida, Jim y John Thomas redactaron un guión en forma de producción de serie B de ciencia-ficción de marcado talante pulp.
Pero hete aquí que antes de que pudiera terminar haciéndose realidad en la forma en la que los Thomas la habían concebido, la historia llamó la atención de Joel Silver, que vio en ella potencial suficiente para hacerla virar desde la serie B hacia una super-producción al frente de la que situar a Arnold Schwarzenegger. El austríaco, que venía de filmar la muy olvidable 'Ejecutor' ('Raw Deal', John Irvin, 1986) apreció no obstante en la idea original una posible falla: el que toda la acción se centraba en él y el alien y, en consecuencia, podía terminar agotando al respetable.
¿La solución? Re-escribir el tratamiento de tal manera que en lugar de un único héroe enfrentado a la amenaza del cazador de otro mundo —de hecho la cinta iba a titularse originalmente así, 'Hunter'— lo que nos presentara 'Depredador' fuera un equipo de seis hombres con Schwarzenegger al frente. Planteada de esta forma, la cinta ganaba en diversidad y cobraba mucha más efectividad en el momento en que su protagonista de más peso tuviera que enfrentarse sólo con el "bicho", descrito ya éste como una máquina de matar imparable que habría acabado con todo lo que se le ponía por delante.
Silvestri es sinónimo de adrenalina
Antes de entrar a valorar de forma pormenorizada las muchas lecciones que John McTiernan imparte durante los 107 minutos de duración de 'Depredador', creo obligado detenernos un instante para recitar las muchas alabanzas que merece el score que Alan Silvestri escribió para 'Depredador'. Una banda sonora que, unida a la que dos años antes había compuesto para 'Regreso al futuro' ('Back to the Future', Robert Zemeckis, 1985) servirá como prefiguradora de una buena parte de las sonoridades a las que el compositor estadounidense quedará ligado a lo largo de su trayectoria posterior.
Es más, no sólo es 'Depredador' primera —y probablemente mejor— muestra del sonido de acción de Silvestri, sino que las orquestaciones que aquí se utilizan, que incluyen una potente sección de metal y un uso asombroso de los staccato de las cuerdas, servirán como modelo a seguir de lo que la música del género siga ofreciéndonos en años venideros: enérgica, precisa y poseedora de una capacidad asombrosa para elevar la tensión o la adrenalina en el espectador hasta límites asombrosos, la partitura de Silvestri es, sin lugar a dudas, uno de los elementos fundamentales de cuántos se conjugan en la cinta para llevarla de la mano a la grandeza que toca.
'Depredador', alien y hombre, cazador y presa
Relato de una sencillez extrema —un grupo de soldados incursiona en la jungla y se encuentran con un ente que los diezma de forma sistemática—, si hay algo que los muchos visionados que le he podido hacer a 'Depredador' a lo largo de los veintiocho años que han transcurrido desde que la disfrutara por primera vez han evidenciado es que, de no ser por John McTiernan, no estaríamos hablando ahora mismo de una cinta que ha trascendido el tiempo, que nunca ha sido superada ni por copias ni por secuelas o derivados y que, como filme de acción y ciencia-ficción sólo conoce un rival que se coloca por encima de ella, la excelsa 'Aliens, el regreso' ('Aliens', James Cameron, 1986).
Guardando no pocas concomitancias con la extraordinaria cinta de Cameron, el filme de McTiernan muestra a un cineasta que se maneja con una soltura pasmosa en el terreno de la acción y que lo hace con igual intensidad en el los del terror y el suspense, llevando éstos dos últimos desde la nada con la que se inicia el metraje hasta el paroxismo máximo al que se llega toda vez asistimos horrorizados a la carnicería a la que el Depredador va sometiendo a los miembros del equipo de Dutch, un Schwarzenegger que, heredando no pocas características de su Conan, pocas veces ha estado mejor en la gran pantalla.
El manejo de la tensión que hace McTiernan, materializado inicialmente en el olfato del personaje de Billy, va tomando forma poco a poco a medida que se nos desvela qué es aquello que inquieta al nativo americano: primero una mano visualizada con la visión termográfica del alien, después unos ojos brillantes y una forma camuflada...con cuentagotas y una inteligencia visual asombrosa, el cineasta hace que —por mucho que fuera evidente por el prólogo de cuáles iban a ser los derroteros por los que discurriría la cinta— nuestra capacidad de anticipación al avance del relato vaya casi a la par que la de los miembros del comando.
Y es por ello que los sucesivos descubrimientos que éstos van haciendo de los estragos que provoca la cacería del alienígena sea contemplados con el mismo pavor que fingen los actores, un pavor que alcanza su grado máximo en la secuencia de la muerte de Carl Weathers, ralentizada para hacernos sufrir especialmente y seguida de la frenética persecución que desemboca en uno de los mejores clímax finales que he tenido el placer de ver en una cinta del género —de los géneros, que para eso son dos.
Los diez minutos finales, esos en los que el "Chuache" le planta cara al malhumorado bicho, son el mejor y más alucinante ejemplo del talento narrativo de McTiernan y de lo físico de su cine: apoyándose en la espléndida labor de los montadores —esa secuencia de los preparativos del combate—, el avanzar de dicho enfrentamiento, la perfecta coreografía que se hace de todo lo que vemos, lo creíble de todo ello —algo en lo que juega muy a favor el contar con un actor enfundado en ese traje de pesadilla creado por Stan Winston— y la fuerza que se imprime a todo el conjunto desde detrás del objetivo son motivos más que suficientes para calificar a éste final de LEGENDARIO.
Un epíteto que, con matices, bien podría ser usado para la totalidad de una cinta por la que —salvo por algún efecto visual al que se le notan los años— no ha pasado un tiempo que si ha sabido arrollar con la justa y merecida fuerza tanto a una secuela muy normalita de la que ya hablaremos en este ciclo llegado el momento, como a todos los sub-productos derivados de ella. Incólume pues durante casi treinta años —un logro que no al alcance de cualquiera— 'Depredador' es una muestra brillante de eso que podríamos llamar "clásico moderno".
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