Que un largometraje se vea afectado por una polémica mediática puede terminar siendo un arma de doble filo, independientemente de la calidad del mismo. Por una parte, los beneficios a nivel publicitario son claramente evidentes, facilitando que el producto llegue a nuevos espectadores potenciales mediante el económico "boca-oreja"; por otra, se corre el riesgo de que la controversia termine devorando la producción.
Puede que 'La caza', el nuevo trabajo de Craig Zobel —responsable de la magnífica y asfixiante 'Compliance'—, sea un claro ejemplo de esto. Después de un duro ataque por parte de los medios conservadores norteamericanos y de unas declaraciones del mismísimo presidente Trump que apuntaban a un estreno que pretendía "incendiar y causar caos", el filme canceló su estreno para resurgir casi medio año después junto al eslogan "la película más comentada del año es una que aún no ha visto nadie".
Pues bien, una vez vista, podemos concluir que esta enésima aproximación al ya subgénero de las cacerías humanas no ha sido para tanto. Pese a ofrecer noventa minutos de solvente entretenimiento y de una diversión cafre, directa y próxima a la serie B más campy, lo nuevo de Blumhouse Productions queda lejos de resultar tan efectivo en su faceta de sátira política, mucho menos lúcida de lo que cabría esperar tras tanto revuelo.
Norteamérica, qué hermosa eres
El salvaje, desquiciado e imprevisible primer acto de 'La caza' es una auténtica locura que captura a la perfección el espíritu que predomina en todo su metraje y que refleja su principal intención: divertir al respetable de la forma más honesta posible con un cóctel en el que el caos, humor negro como el carbón y una violencia festiva —aunque moderada— están a la orden del día.
No me sorprende en absoluto haber arrancado a aplaudir y reír a carcajada limpia ante el repertorio de ocurrencias y animaladas varias que Zobel va sucediendo en pantalla. El realizador hace gala de un notable manejo del tono y de una mano envidiable para dirigir unas escenas de acción —genial el clímax— que extraen oro de la imponente presencia de Betty Gilpin, gran estrella de la función y fantástica en el papel de máquina de matar humana.
No obstante, pese a alzarse como una de esas pocas cintas capaces de convertir una sala de cine en una auténtica fiesta —lástima que vaya a llegar al gran público en unas circunstancias tan particulares—, 'La caza' pierde enteros progresivamente cuando insiste en aportar unas explicaciones demasiado vagas a los detonantes del relato y al universo en que se ambienta. Unas carencias que se extienden a la protagonista, cuyo trasfondo brilla por su ausencia y que pide a gritos un mínimo desarrollo que justifique mínimamente su hilarante excentricidad.
Puede que la absurdez e inconsistencia que reinan en la narrativa del largo estén alineadas con su desleído discurso político. Aunque deje un buen puñado de frases lapidarias y secundarios de lo más corrosivos, este ataque del guionista Damon Lindelof al bipartidismo, que aspira a radiografiar la Norteamérica contemporánea, se limita en última instancia a encender el ventilador y dejar que la poco contundente crítica salpique en todas direcciones.
'La caza' bien podría haberse limitado a explotar su vis de divertimento despreocupado para adultos, pero sus ínfulas discursivas la han terminado lastrando hasta el punto de transmitir la sensación de estar ante una producción que cree ser más inteligente de lo que realmente es. Puede que, después de todo, la polémica haya elevado las expectativas hasta el punto de hacerme buscar ciertas cosas donde, en realidad, no debería haberlas.
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