El guion de la nueva película de Gabriel Nesci es una recopilación de greatest hits. No utilizo la metáfora fácil con el mundo musical por su asociación temática con el mundo de las bandas y el rock, sino porque todos los clichés y pasos de una película típica de “reuniones de la banda un tiempo después” están hilvanados en una trama dramática, moderadamente graciosa, como prueba de que, al fin y al cabo, si las convenciones funcionan pueden seguir haciéndolo otra vez más.
Si en 'Días de Vinilo’ (2012) el director argentino no habla de los desencantos de la treintena a través de la musicofilia, en modo plenamente Nick Hornby, su siguiente paso es mostrar a un grupo de perdedores que han superado esa fase (o más bien, no han sido capaces de lograrlo) y expone a través de la figura de tres músicos frustrados el momento posterior a la muerte de las ilusiones: el olvido, la desidia y la desconexión generacional.
La caducidad de la nostalgia
Con la actitud sin demasiadas pretensiones de una comedia agridulce, muy propia del cine independiente británico —muchas veces relacionando drama, comedia y música pop—, Nesci se adentra en un tipo de historia que, como la propia música que reivindica, está pasada de moda y repiquetea en los lodos de la nostalgia, sin necesariamente glorificar el hecho de pertenecer a otro estrato cultural oculto por el avance del tiempo y las nuevas inquietudes del planeta.
Más bien al contrario, a través de sus personajes ejemplifica el patetismo de quedarse anclado en el pasado y tratar de reproducir una y otra vez los distintos sabores de una época de la vida que no va a volver. Sus tres protagonistas representan tres formas de entender el fracaso de la mediana edad: la incapacidad para el compromiso, para salir de las zonas de confort o recuperar la vida tras un gran bache. En los tres casos, se tira de modelos prefabricados y los reutiliza, sin rubor ni culpa.
Esto da cancha para que los tres principales actores protagonistas desarrollen su arco sobre un esqueleto que les va con la talla bastante bien ajustada. Santiago Segura hace una especie de mezcla entre Sheldon Cooper y Eugene de ‘The Walking Dead’ (con similar peinado lamentable) y no le queda nada mal, aunque en ocasiones el artificio de su personaje quede algo forzado, hay que hacer algo de esfuerzo por verle como el guitarrista con asperger de el grupo ficticio Auto Reverse. Al menos no se puede decir que Santiago no quiera y se esfuerce por salir de su registro castizo-canallita.
Simpática y anacrónica
En otro de los papeles, Diego Torres, el popular cantante argentino, se pasa a la batería y compone el papel de triunfador encantador con vida tumultuosa y vacío vital que queda descompensado en peso por Diego Peretti. El padre que interpreta también parece sacado de alguna de las novelas de Hornby posteriores a ‘Alta Fidelidad’ y su historia particular es la que acaba resultando, si no la más importante de la trama, sí la más emotiva y bien cerrada.
Se agradece que el tono amargo contenga la búsqueda de la risotada a cualquier precio y, si bien no es desternillante en ningún momento, resulta suficientemente simpática y blanca como para mantener una sonrisa en la mayoría de su metraje. Por ello, aunque en el rango de gags va de lo gracioso a lo anodino, siempre avanzan algo de los personajes, punto fuerte de una producción que no destaca por su pericia narrativa (algo estática) o dimensión visual.
‘Casi Leyendas’ podría ser el ‘Anvil’ (Anvil! The Story of Anvil, 2008) de toda banda no profesional que empieza con ganas de comerse el mundo y acaba absorbida por el mundo real. En cierto modo recuerda también a la reciente ‘Ordinary World’ (2016), protagonizada por el cantante de la banda americana Green Day. En ambas lo cotidiano eclipsa al deseo y, aunque siempre acaba venciendo, auto reverse les (nos) recuerda que a veces la nostalgia no es tanto un lastre como un cimiento sobre el que sumar y construir quiénes somos, sin olvidar por qué lo somos.
Ver 4 comentarios