'Carrie', sangre y destrucción

Hay muchas formas de crear ciertas polémicas alrededor de una película, ya sea para captar el interés del público --el uso de escenas pornográficas en ‘Nymphomaniac’ (Lars von Trier, 2013)-- o porque alguien debe haber interesado en crear mala prensa alrededor de la misma --la multitud de negativos rumores previos al estreno en los casos de ‘Guerra Mundial Z’ (‘World War Z’, Marc Forster, 2013) o ‘El llanero solitario' (‘The Lone Ranger’, Gore Verbinski, 2013)--. Sin embargo, hay películas cuya mera existencia ya es motivo de controversia, algo muy común cuando hablamos de una nueva versión de una cinta de cierto prestigio.

¿Cuántas veces hemos oído de un remake que es peor que la película original sin entrar en profundidad en los motivos? Está claro que cuando se trata de la nueva adaptación de una novela hay más manga ancha en este punto y, según el caso, se alude a la particular visión de la obra que pueda imprimir su director a la misma. Eso sí, esto no sucede en todos los casos y daba la sensación de que la gran mayoría del público se oponía a la existencia de ‘Carrie’ (Kimberly Peirce, 2013), cinta que ya contó con una notable versión cinematográfica en 1976 de la mano de Brian De Palma. Una vez vista, puedo deciros que no es una película recomendable, pero tampoco una que merezca ser completamente despreciada.

’Carrie’, el remake

Dejando de lado el peculiar punto de vista adoptado por el original literario de Stephen King, siempre me pareció que la adaptación de Brian De Palma era bastante fiel, contando también con el peculiar estilo del director de ‘Atrapado por su pasado’ (‘Carlito’s Way’, 1993) --aún hoy su mejor película y me da que jamás logrará superarla-- y un trabajo magistral por parte de Sissy Spacek y Piper Laurie sentaban las bases para una buena película, pero para nada una obra intocable o que sea imposible de superar. Eso sí, haría falta una alineación de talento bastante singular para que eso pudiera pasar y, por desgracia, no ha sucedido en el caso que nos ocupa.

Nunca he sentido un gran interés hacia el cine de Kimberly Peirce, por lo que no me cuesta confesar que no sentía un gran interés en el tono que podría darle a ‘Carrie’. Sea resultado de ello o no, lo cierto es que su visión personal de la novela de Stephen King no aporta grandes novedades que justifiquen esta relectura de una obra basada en un tema tan delicado como el bullying, algo perfectamente vigente a día de hoy y que se prestaba a que, por ejemplo, la evidente evolución tecnológica jugase un papel fundamental. Es un detalle relativamente menor, pero lo cierto es que Internet y las nuevas tecnologías juegan un papel completamente residual y el hecho de trasladar la acción a la actualidad es algo que aporta bastante poco.

También es evidente que vivimos en una sociedad donde existe una liberación sexual mucho mayor que en 1976 y el hecho de que estemos ante una cinta calificada R en Estados Unidos invitaba a pensar en una posible indagación en la relación entre los poderes de la protagonista y su despertar sexual. Es ahí donde surge la principal disyuntiva en lo referente a la contratación de Chloë Grace Moretz, una actriz de mucho talento --ojalá no tardemos en verla en una comedia, que sus apariciones en ’30 Rock’ (Varios, 2006-2013) fueron hilarantes-- pero con un físico muy discutible para conseguir resultar creíble en un papel como el de Carrie White, ya que cuesta concebir que pueda ser una inadaptada.

Moretz da lo mejor de sí misma para que intentemos pasar por alto ese detalle, pero ni siquiera así consigue igualar la portentosa actuación de Spacek, quien demostró una habilidad sin igual para transmitir sensaciones utilizando únicamente su expresión facial. Escenas como la humillación en la ducha o la mítica escena del baile de fin de curso pierden fuerza como consecuencia de ello --en especial en el caso de la segunda, pero ya entraré en ello más adelante-- y es cierto que consigue cierta química malsana con el personaje de su madre, pero ésta pierde poder intimidatorio y sólo la encomiable actuación de Julianne Moore llevando al límite su fanatismo religioso –-acojona sobre todo en la escena en la que tiene que salir de un armario-- consigue que el interés no decaiga, pero no que su mítico enfrentamiento final mantenga la capacidad de impacto que tenía en la cinta de Brian De Palma.

Sangre y destrucción

Buscar un culpable específico de los principales males de una película siempre es aventurarse quizá en exceso, pero tengo claro que el trabajo de dirección de Peirce es el principal mal que contamina al resto de aspectos de ‘Carrie’, ya que carece de garra, creatividad o personalidad, pues casi podríamos hablar de una puesta en escena propia de un telefilm del montón. Solamente cuando llega la hora de explayarse en la sangre y la destrucción parece que la directora de ‘Boys Don’t Cry’ (1999) muestra un mayor interés en lo que está sucediendo, pero ni siquiera ahí logra salir de la mediocridad.

Tomemos como ejemplo la escena del baile de graduación, en la cual Brian De Palma hacía uso de multitud de detalles --el colorido de la fotografía, el uso de la pantalla dividida y breves flashbacks, etc.-- para dar vía libre a una orgía de destrucción en la que nada ni nadie estaba a salvo. Pues bien, en ‘Carrie’ no hay lugar para las fantasías mentales por parte de la protagonista y todo es más directo y políticamente correcto, pues llega a hacerse una clara distinción entre los que se portaron mal con Carrie y los que no, dejando así claro que está actuando por su propia voluntad y que es un monstruo por mucho que quieran redimirla después. Eso sí, con toda la sangre posible.

Por lo demás, la relectura temática del guión de Lawrence D. Cohen y Roberto Aguirre-Sacasa tampoco aporta grandes elementos de interés --lo intentan, pero no van más allá de lo meramente superficial-- y el resto del reparto cae de lleno en el peligroso territorio de lo anodino --y sí, incluyo aquí a Judy Greer--, es decir, no es que lo hagan mal, pero sí que transmiten la sensación de que podrían ser sustituidos por otros intérpretes y en ningún caso nos percataríamos de su ausencia.

No tengo claro que esta nueva ‘Carrie’ ofrezca algo por la que realmente merezca la pena su existencia, pero tampoco es una película insultante o que merezca ser despachada con prisas y mala gana. Es obvio que el buen hacer de sus dos protagonistas es lo más jugoso de una cinta en la que aquí y allá encontramos pequeños y efímeros detalles de interés, pero que en ningún momento llegan a cuajar como parte de un todo interesante. El olvidable trabajo de Peirce tampoco ayuda demasiado y por lo demás estamos ante una intrascendente variante que se aleja demasiado poco de la versión de 1976 y que tampoco triunfa en su intento de poner al día los temas tratados allí y en el original literario de Stephen King.

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