El pasado 2018, un par de meses después del estreno del estreno de ‘Black Panther’, el Universo Cinematográfico de Marvel cumplió su décimo aniversario. Un logro que muy pocos esperábamos ver materializado pese al fantástico pistoletazo de salida del proyecto superheróico con la ‘Iron Man’ de Jon Favreau, y que nos ha regalado 20 largometrajes —algunos más afortunados que otros— a través de tres “Fases” que encontraron su punto álgido en la descomunal ‘Vengadores: Infinity War’.
En la antesala al estreno de ‘Vengadores: Endgame’, que, probablemente, se elevará como el crossover marvelita definitivo —al menos en lo que al panorama fílmico respecta—, los responsables del MCU se han visto obligados a hacer un nuevo alto en el camino para introducir una pieza clave en su ambicioso arco argumental desarrollado en los últimos once años. Esta no es otra que una Capitana Marvel cuya carta de presentación se revela, por desgracia, como la producción más plana, perezosa e insípida de la Casa de las Ideas desde la aborrecible ‘Thor: El mundo oscuro’ —2013—.
De haberse estrenado ‘Capitana Marvel’ a lo largo de la “Fase 1” —comprendida entre la mencionada ‘Iron Man’ y la primera entrega de ‘Los Vengadores’—, las sensaciones transmitidas por la aventura de Carol Danvers hubiesen sido radicalmente diferentes; pero a estas alturas de la función, la cinta número 21 del Universo Marvel no sólo se muestra obsoleta y falta de sorpresa e interés, sino también como un desganado trámite narrativo cuya única función es la de encaminarnos hacia la batalla definitiva contra Thanos.
Brie Larson, Samuel L. Jackson, un gato... y poco más
El mejor modo de definir el trabajo del dúo de directores compuesto por Anna Boden y Ryan Fleck es compararlo con una de esas escenas de exposición poco inspiradas que se integran el metraje de una película, cortando el ritmo del conjunto y pareciendo un añadido externo, pero que al mismo tiempo resultan absolutamente indispensables para que avance la trama de una forma coherente y puedan cerrarse los arcos dramáticos de una forma sólida y satisfactoria.
Lamentablemente, si abandonamos la visión del universo compartido y evaluamos ‘Capitana Marvel’ como un filme en solitario, volvemos a encontrarnos con la típica —y tópica— historia de orígenes contada en infinidad de ocasiones, que explota una premisa tan original —nótese la ironía— como la de una protagonista amnésica que descubre sus poderes y potencial conforme va conociendo su pasado; todo ello desarrollado en uno de los libretos más perezosos de la franquicia.
Escrito a seis manos, el guión adolece una falta de originalidad que no sólo se refleja en su forma de imitar estructuras y recursos; además, vuelve a sufrir los errores comunes en productos similares, como un tratamiento de los villanos pobre y anecdótico y un tono deslavazado e impersonal con unos despuntes cómicos que no logran enmascarar la pobre evolución de los personajes y las decisiones precipitadas y faltas de justificación dramática.
De igual modo, el estilo y el tratamiento visual de ‘Capitana Marvel’ desperdicia casi completamente el frescor que aporta su ambientación en los años 90, con una paleta de colores y una dirección artística algo insulsas, una fotografía que peca de plana, y unas secuencias de acción descafeinadas que evidencian la inexperiencia de los máximos responsables en este tipo de producciones.
Ante un panorama tan decepcionante y desolador, este nuevo capítulo del Universo Cinematográfico de Marvel logra escalar posiciones entre sus congéneres gracias a su capacidad de entretener sin demasiadas pretensiones —pese a verse lastrada por su previsibilidad— y, sobre todo, gracias a una Brie Larson tan espléndida como de costumbre, a un Samuel L. Jackson que ya es un seguro de vida —magnífica la química entre ambos— y, por muy sorprendente que parezca, a un gato capaz de robar todos los focos de la función.
No todo van a ser alegrías en la epopeya marvelita en la gran pantalla, pero tras superar a duras penas las dos horas de ‘Capitana Marvel’ tan sólo queda pasar página, sentar a los suplentes en el banquillo y esperar a que vengan los titulares —por si quedan dudas, me estoy refiriendo a los hermanos Russo— a arreglar el desaguisado.
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