Uno de los guionistas de esta ‘Bruc, el desafío’, Jordi Gasull , expone con sinceridad sus influencias a la hora de armar el guión: ‘Acorralado‘ y los westerns. La historia se basa en un episodio histórico que ocurrió allá por 1808 durante una batalla contra las fuerzas de Napoleón en la montaña de Montserrat, concretamente, en la figura legendaria de un joven catalán que, a la manera del pequeño tamborilero sardo de Edmundo de Amicis, con la ayuda de su instrumento y la acústica especial del lugar, ayudó a derrotar a las tropas francesas e infligir a Napoleón su primera y sorprendente derrota.
A este personaje da cuerpo uno de los chicos de moda de nuestro cine: Juan José Ballesta. Si como presencia física, el actor cumple sobradamente, a nivel interpretativo anda justo de fuerzas. Verdad es que el personaje es de una sola pieza, lo que no es malo, pero en los momentos dramáticos, el que fue la sorpresa de ‘El bola’ (Achero Mañas, 2000), patina. Parece que el intérprete se está especializando en roles de “buen salvaje”, a tenor de esta producción y la aún en cartel ‘Entrelobos’ (Gerardo Olivares, 2010).
Siguiendo con el argumento del film, su director, Daniel Benmayor, autor también de ‘Paintball’ (2009) solo utiliza este hecho histórico y vagamente real como punto de partida de lo que será una nueva caza del hombre. El mismísimo Napoleón pone precio a la cabeza del tamborilero tras la debacle de Montserrat y manda tras su pista a seis mercenarios comandados por un pérfido Vincent Pérez vistiendo a la moda instaurada por Vincent Cassel en ‘El pacto de los lobos’ (‘Le Pacte Des Loups’, Cristophe Gans, 2001). Así, da igual que la película se desarrolle en las guerras napoleónicas, lo que realmente importa es el relato de supervivencia por las montañas de Montserrat.
Los mercenarios, un variopinto grupo de asesinos, donde tienen cabida desde un ominoso árabe hasta una bestia parda carente de lengua —y casi, de entendimiento—, son personajes arquetipo, característica que afecta a todo el reparto del film. Esto no tiene por qué ser malo ni mucho menos si la película se tomara menos en serio a sí misma, pero le lastra un intento de verismo que hace que sus prototipos de tebeo de acción chirríen en un contexto más realista. Digo más, si se va a usar el elemento histórico de la derrota de Bruc únicamente como detonante de la trama, ¿por qué no inventar todo? Al fin y al cabo, es una historia de acción pura y dura, y no necesita de coartadas verídicas para su desarrollo.
Los perseguidores de nuestro joven héroe arrasan su pueblo a sangre y fuego y masacran a su familia, por lo que a la lucha por seguir vivo se une el siempre resultón afán de venganza. Por si fuera poco, también raptan a su prometida, con la que cargarán un tanto absurdamente a través de los paisajes de la sierra catalana, amenazándola de muerte —pero no mucho— cada vez que Bruc asoma la cabeza. Entiendo que se haya metido a este personaje, interpretado por Astrid Berges-Frisbey para crear una tensión romántica, pero las elecciones de guión que se toman con ella y el poco mimo con que se ha construido el personaje son lo más flojo de la cinta, y una vez vista en su totalidad, completamente prescindible. Otro tanto sucede con una especie de reportero gráfico francés que acompaña al grupo de perros de presa para dejar constancia de la captura y muerte del tamborilero. En este personaje no es difícil hallar —salvando las distancias— ecos de ‘El hombre que mató a Liberty Valance’ (‘The Man Who Shot Liberty Valance, John Ford, 1962) pero aquí su existencia no tiene ningún tipo de trascendencia.
El film posee un buen ritmo y la persecución se sigue con interés, las escenas de acción están bien rodadas y en general se trata de un espectáculo competente pero falto de originalidad y que no deja ningún poso para el recuerdo. Todas las imágenes nos remiten a otras, no hay nada que se pueda denominar como creación. Así, las repetidas y vistosas tomas aéreas del macizo de Montserrat con los protagonistas aplastados contra el paisaje, las hemos visto una y mil veces en producciones como en la trilogía de ‘El señor de los anillos’ (‘The Lord Of The Rings’, Peter Jackson, 2001, 2002, 2003) y similares, y su majestuosidad queda algo forzada en una modesta producción como es Bruc. También el momento de Juan José Ballesta pintando su cuerpo de gris para confundirse con el mineral terreno a imagen y semejanza del Arnold Schwarzenegger de ‘Depredador’ es una imagen potente y que hará las delicias de sus fans, pero inane a nivel dramático y argumental. Vincent Pérez cumple sin más como villano pasado de vueltas. En fin, un film de acción aceptable, con una correcta factura visual pero sin ninguna característica destacable y demasiado pendiente de sus referentes cinematográficos, que la convierten en una amalgama de celuloide ya visto y, por tanto, cansino.
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