Uno lee los nombres de Will Smith, Edward Norton, Kate Winslet, Helen Mirren, y Keira Knightley en el reparto de una película y piensa que tiene que merecer la pena -y ojo, que he obviado otros nombres interesantes como Michael Peña o Naomie Harris-. ¿Cómo iba a ser alguien capaz de hacer algo malo con semejante materia prima? Pues bien, esas personas se llaman Allan Loeb y David Frankel, guionista y director de ‘Belleza oculta’ (‘Collateral Beauty’).
Lo cierto es que algo olía ya a chamusquina en todo el secretismo que hubo alrededor de la cinta hasta la aparición de un tráiler que tampoco invitaba a ser demasiado optimista sobre su utilización del sentimentalismo barato. Ni por esas esperaba encontrarme una pérdida de tiempo tan ridícula y manipuladora que ha acabado convirtiéndose en el gran bodrio de 2016. Quizá no sea la peor, pero sí que es de lo más lamentable.
Realismo mágico de la más baja categoría
No son pocas las películas que echan mano del realismo mágico para intentar seducir al público, valiéndose de cualquier recurso a su alcance para intentar tocar nuestra fibra sensible. Ahí, como en todo, es muy fácil traspasar la línea de lo permisible, no quedándome muy claro si prefiero el todo vale sin límite de infamias como ‘Cuento de invierno’ (‘Winter´s Tale’) o disfrazarlo de una capa de falso realismo para intentar hacernos creer que algo así podría sucedernos a nosotros.
En el caso de ‘Belleza oculta’ era muy complicado encontrar un equilibrio para que su absurda premisa pudiera sostenerse, pero es que Loeb apuesta por trazar un paralelismo entre el viaje emocional del protagonista y el de sus tres amigos de tal forma que cualquier posibilidad de resultar natural es aniquilada al de apenas unos minutos de haber comenzado. Otro ejemplo más de menuda casualidad está en lo conveniente que es todo para hacerte llegar el mensaje de esperanza que busca transmitir.
Ahí soy consciente de que uno ha de aceptar una serie de cosas para que una película encuentre su elemento distintivo para luego ir construyendo su propia identidad. Aquí prácticamente todo lo que sucede te fuerza a tener que aceptarlo sin hacerte preguntas para que no se caiga abajo por lo absurdo o forzado que resulta, y casi mejor no entremos en ese bochornoso giro final que consigue el efecto milagroso de hacer caer a la película aún más bajo.
Es evidente que Loeb ha querido construir un ambicioso puzle que vaya seduciendo progresivamente a los espectadores, ya sea por la avalancha de desgracias que sufren sus personajes o por su propia regeneración interna a medida que van sucediéndose los hechos. A la fuerza algo tendrá que conectar contigo y la única explicación para no emocionarte debe ser que tienes un corazón de piedra, ¿verdad?
Todo ello aliñado por una banda sonora de Theodore Shapiro que matiza nada, simplemente se limita a remarcar todo como mágico y emocional esperando justo lo que comentaba en el párrafo anterior. Tampoco es que Frankel haga nada por evitarlo, ya que simplemente parece dejarse llevar, aceptando el engaño y la manipulación en lugar de introducir alguna idea de puesta en escena que al menos nos hiciera pensar que por ahí podía haber algo interesante.
’Belleza oculta’, igual que el talento de sus actores
Nuestra última esperanza es que en su reparto hay tanto talento que a la fuerza algo tenía que salir a la luz. Lo siento, tampoco esperéis nada interesante por ese lado. Con esto no quiero decir que toquen fondo, pero sí que en la mayoría de los casos parece que asuman sus papeles como roles meramente alimenticios que no hay que tomarse a risa, pero lo que sí es seguro es que les resulta imposible tomárselos en serio.
La que lo tiene más sencillo es Mirren, ya que su personaje cuenta con ciertas gotas de humor en lo referente a sus ansias de protagonismo que lo hacen todo más llevadero, pero el resto a veces parece que simplemente deambulan por ahí recitando sus líneas sin llegar nunca a creérselas -duele ver a Edward Norton en algo así, aunque quizá sea porque no le ofrecen otra cosa dada su fama de problemático-, y eso es algo que uno percibe, desesperándose aún más ante la memez que le están intentando vender con tan poca entrega.
La gran excepción a la regla la tenemos en un Will Smith que parece ser el único que confía en ‘Belleza oculta’ y busca dotar a su personaje de esa credibilidad de la que carece todo lo demás, quizá esperando que pudiera ser su vehículo hacia una nueva nominación al Oscar. Le deseo más suerte en su próximo intento -que seguro que no tarda mucho en llegar-, pero es que aquí ni una entrega total logra superar todos los obstáculos mencionados, sin olvidarme tampoco de sus paupérrimos diálogos.
A decir verdad, los diálogos son la guinda al desastre que busca la magia y cae en repetidas ocasiones en el ridículo, y cuando no lo hace lo que consigue es seguir resultando irritante. No hay redención posible salvo que si final llegue lo antes posible para poder olvidarnos de ella cuando antes. Por desgracia, ‘Belleza oculta’ cae aún más bajo con su desenlace, que no deja de ser una forma de llevar a su máximo nivel todo lo malo que había hasta entonces en la película.
En definitiva, no es que ‘Belleza oculta’ sea una decepción constante -que también-, es que es la suma de una serie de decisiones tan desacertadas que primero acaban con el interés de los personajes, acto seguido hunden el de la propia historia y al final lo único que queda es un triste intento de manipulación emocional que ojalá provocase risa en lugar de hastío e incomprensión hacia lo que sus responsables han parido. Horrible es quedarse corto.
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