En el Atlántida Film Festival 2016, que este año no entrega premios de ningún tipo, también hay cabida para nuestro cine, ese que no encuentra distribución. ‘Berserker’ (Pablo Herrando, 2015) es el primer film patrio que he visto en el festival, también la sorpresa mayúscula, por el momento. Un film muy inteligente, sujeto a interpretaciones de toda índole, y que navega por el Film Noir con unas gotas de Sci-Fi.
El film de Herrando es arriesgado. El protagonista es un escritor frustrado cuyos libros no se venden demasiado bien —muy actual el tema—; mientras escribe un último libro que debe entregar por contrato, se entera de una muy interesante historia por un amigo. Una historia que comienza con una cabeza humana cortada y pegada al volante de un coche. Así empieza ‘Berserker’. Con la ficción dentro de la ficción, y que es realidad.
Alrededor de esa propuesta que combina ambos contextos para las historias, navega el film. Intercalando lo que no es realidad con lo que sí lo es, todo dentro de la grande ficción que es ‘Berserker’, la que es toda película. Como si del proceso de creación de un libro se tratase —la larga secuencia en la imprenta— ‘Berserker’ construye su historia partiendo de lo más bajo. De hecho el inicio del film promete lo peor. Y concluye en lo más alto, con más ramificaciones de las pensadas.
Habla Aaron Rodríguez de una historia sobre el fracaso generacional. Nada que añadir a su hábil percepción del film. ‘Berserker’ es Film Noir puro y duro, y todo buen cine negro es una historia sobre un fracaso. Hugo —un hierático Julián Génisson— es un fracasado, un escritor que prácticamente vive de la generosidad de los demás y de algo de suerte. La descripción del “mundo” del escritor es incisiva, directa, más que dolorosa y triste, realista, auténtica.
Mientras investiga un extraño caso que podría darle buen material para un libro que leyesen en masa, aquél resulta más complicado de lo que parece a simple vista, y las respuestas que Hugo no encuentra tornan en crisis creativa, en bloqueo. La solución vendrá a ser la demostración de un dicho: “la realidad siempre supera a la ficción”. El detalle del teclado —uno de los pocos detalles de humor insertados en el film, como el de la cocina con el nuevo compañero de su amiga— no puede ser más claro en intenciones.
‘Berserker’ lo tiene prácticamente todo. Hay misterio, hay suspense, acción —aunque la secuencia del disparo resulte bastante forzada—, hay amor —del bueno en el cine, el contenido, con esa “invisible” Ingrid García Jonsson—, asesinatos extraños, suicidios más extraños todavía, y una cámara cercana, libre pero no saltarina, atenta a los rostros, al gesto, al detalle. Y cuando el film está concluyendo, se atreve a cambiar de género, abriendo el abanico mucho más.
Mucho más que amigos
‘Bittersweet Days’ (Marga Melià, 2016) es otra de las cintas españolas presentadas en el festival. No deja tan buen sabor de boca como el trabajo de Herrando, al contrario, produce cierta irritación dentro del género en el que se inscribe, la comedia romántica. Una historia presumiblemente original que echa mano de actores en su mayoría sin experiencia cinematográfica. Ese es uno de los fuertes del film. Tanto Esther González como Brian Teuwen están efectivos gracias a su naturalidad.
(From here to the end, Spoilers) De esa forma, vemos personajes muy reales. Dos desconocidos que se conocerán en Barcelona, cuando por necesidad un matrimonio, en crisis, deba alquilar una de las habitaciones de su piso. Hasta allí llegará un holandés de buen ver, libre como el viento, que hará muy buenas migas con Julia (González), mientras el marido de ésta se va a Londres a mejorar su vida profesional. Un contexto muy actual.
Por supuesto, la chispa surgirá entre Julia y Luuk (Teuwen), con un añadido peculiar: Luuk es gay. Así ‘Bittersweet Days’ habla sobre la identidad y el descubrirse a uno mismo, en el hecho de descubrirlo gracias a otra persona y la influencia que la misma ejerce, aunque sea de forma inconsciente. Melià lo hace sin sobresaltos, con el típico buen rollo de este tipo de films, cargante y que usan la fábula con el tono equivocado.
Lo narrado en la película lo hemos visto miles de veces, como mínimo, en films de idéntico corte, mucho más honestos y coherentes. Me viene a la memoria el algo olvidado ‘Mucho más que amigos’ (‘The Object of my Affection’, Nicholas Hytner, 1998) en la que Jennifer Aniston se enamoraba de un gay Paul Rudd. Lo allí planteado, dudas, miedos, descubrir realmente quiénes somos y qué queremos, sorteaba con inteligencia las convenciones del género. La directora mallorquina no está tan inspirada.
‘Bittersweet Days’ falla sobre todo en el equilibrio ético/estético. Pocas veces he visto tirar de primeros planos porque sí. El montaje es de parvulario —salvo excepciones, el nivel de montadores en nuestro país—. La planificación subraya en lugar de sugerir, como si el espectador fuese tonto. Una película endeble que desaprovecha a actores muy entregados con el tema, más serio de lo que en el film se trata.