Netflix hace ya tiempo que se ha asentado como un servicio de referencia para los amantes de las series de televisión y el año pasado decidió iniciar su andadura de cara a conseguir una posición similar entre los seguidores del séptimo arte. Todavía le queda mucho camino por andar, pero su catálogo de películas exclusivas no deja de crecer, así que parece una simple cuestión de tiempo que acabe tocando las teclas adecuadas.
Por ahora, Netflix está apostando por producciones pequeñas con temáticas que puedan conquistar a todos sus clientes, algunas muy buenas como la española ‘7 años’ y otras bastante flojas como ‘Soy la bonita criatura que vive en esta casa’ (‘I Am The Pretty Thing That Lives In The House’). Con ‘ARQ’, su particular apuesta por los viajes en el tiempo, se quedan a mitad de camino con una película aceptable, pero que daba para mucho más.
La aceptable apuesta de Netflix por los viajes en el tiempo
Son ya muchas las películas que han abordado con mayor o menor fortuna los viajes en el tiempo, pero la primera que me vino a la mente en el caso de ‘ARQ’ fue la notable ‘Al filo del mañana’ (‘Edge of Tomorrow’). El motivo de ello es que sus protagonistas tienen que hacer frente a una misión con la particularidad de que el día vuelve a empezar si uno de ellos muere -aunque aquí sin ese aire espectacular propio de ciertos videojuegos que sí caracterizaba a la cinta de Doug Liman-.
Sin embargo, aquí el escenario está limitado al interior de un edificio -en algo tenía que notarse el escaso presupuesto de menos de 2 millones de dólares-, reduciendo así las posibilidades de la historia. Todo dependía entonces del ingenio de Tony Elliot, conocido principalmente por su participación en la televisiva ‘Orphan Black’, para crear unos giros de guion adecuados para mantener la atención del espectador. Lo intenta y no fracasa del todo, pero el interés va decayendo según pasan los minutos.
El otro problema al que ha de hacer frente Elliot es la limitada cantidad de personajes que tiene a su disposición, por lo que llega un punto en el que ha de jugar en exceso con una amenaza exterior invisible. Estaba claro que los diálogos iban a tener un peso fundamental en la progresión dramática, pero ahí se pierde intensidad cuando la amenaza interior empieza a dar un poco vueltas sobre sí misma al carecer de un refuerzo a la altura. Dicen que es muy peligroso, pero no se siente así.
’ARQ’, de más a menos
Resulta curioso que la película esté a punto de morir precisamente cuando la historia en sí misma sufre menos interrupciones. Es una pena que el ingenio inicial vaya diluyéndose a medida que Elliot se quede sin nuevos trucos con los que ir jugando con la atención del espectador y también sin espacio desde la puesta en escena para evitar que la relativa repetición de los hechos -como es lógico, algo se cambia para no volver a morir en el mismo momento- vaya quitando energía al relato.
Fácilmente podríamos despachar a ‘ARQ’ como una película que va de más y menos, ya que llega un punto en el que su curiosa premisa simplemente no da más de sí y Elliot se ve obligado a seguir estirándola para llegar a una duración estándar. Sin embargo, hay que concederle que nunca llega a desfallecer hasta tal punto que uno desconecta de lo que sucede, pero sí que deja un regusto agridulce pensando en lo que podría haber sido de haber gozado de más medios para realmente ampliar la historia.
Otro aspecto a su favor es la buena química que surge entre Robbie Amell -el primo del protagonista de ‘Arrow’- y Rachael Taylor -Tris en la televisiva ‘Jessica Jones’-, quienes logran que la un tanto cuestionable evolución de la relación de sus personajes funcione mejor de cómo se presenta en el libreto de Elliot. Tampoco esperéis grandes interpretaciones, pero sí lo suficientemente sólidas como para que uno se preocupe algo más por lo que podría sucederles.
En definitiva, ‘ARQ’ no es una gran película y tampoco un pasatiempo de esos que hay que ver sí o sí, pero sí es un digno acercamiento al apasionante universo cinematográfico de los viajes en el tiempo. Lástima que Elliot no logre mantener el nivel de su apreciable arranque y que llegue un punto en el que uno simplemente espera ver cómo cierra la historia –con acierto a mi entender- porque lo que sucede está empezando a cansarte. No está mal.
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