Uno de los temas a los que recurre constantemente el cine norteamericano es el del tipo normal y corriente que por singulares circunstancias se convierte en un héroe. El nuevo y esperado trabajo de Ben Affleck, ‘Argo’ (2012), parte de una historia real para narrar la peripecia de un hombre que actuó de un modo extraordinario. Sin embargo, lo que podría haber resultado una apasionante aventura dramática se queda solo en un eficaz entretenimiento con un magnífico envoltorio.
Chris Terrio firma el guion de ‘Argo’, basado en un artículo escrito por Joshuah Bearman, “Cómo la CIA utilizó una falsa película de ciencia ficción para rescatar a los americanos de Teherán”. El título resume perfectamente la trama del tercer largometraje como director de Affleck, que al igual que hizo en ‘The Town: Ciudad de ladrones’ (‘The Town’, 2010) quiso reservarse el jugoso papel principal. En este caso, el agente Tony Méndez, un héroe anónimo durante casi veinte años, hasta que la CIA desclasificó la historia de cómo salvó a seis diplomáticos estadounidenses gracias a un aparentemente disparatado plan. La adaptación se toma importantes licencias creativas, sobre todo durante el tramo final (y se nota).
A finales de 1979, la embajada de EE.UU. en Teherán es asaltada y casi todos sus empleados son retenidos como prisioneros. Pero seis de ellos logran escapar aprovechando el caos y se ocultan en la casa de un embajador canadiense. Varias estrategias se ponen en marcha para intentar rescatarlos; la idea menos mala (así es presentada a la Casa Blanca) la aporta Méndez, a quien se le ocurre viendo ‘La conquista del planeta de los simios’ (‘Battle for the Planet of the Apes’, J. Lee Thompson, 1973) que pueden usar la excusa de un falso rodaje de una película de fantasía para sacar de Irán a sus compatriotas. Con la ayuda del maquillador John Chambers (John Goodman) y el productor Lester Siegel (Alan Arkin), Méndez viaja a Teherán como productor de cine en busca de localizaciones. Los seis diplomáticos deben simular ser canadienses que forman parte del equipo de filmación para burlar a las autoridades y volver a América…
Descubrir el nombre de George Clooney entre los productores me ha llevado a comparar su exigente y estimulante trayectoria como realizador con la de Ben Affleck, que no termina de despegar, aunque de momento está consiguiendo el apoyo de la crítica (conformista) y productos rentables para la Warner, por lo que no sería de extrañar que pronto lograse un Oscar. Y es curioso que Clooney, con más talento para la interpretación, prefiera centrarse en la puesta en escena y ceder el protagonismo a otros actores (Sam Rockwell, David Strathairn y Ryan Gosling encabezaron los repartos de tres de sus cuatro películas como director), mientras Affleck, tras dar una oportunidad a su hermano Casey en ‘Adios pequeña, adiós’ (‘Gone Baby Gone’, 2007), esté aprovechando el prestigio que ha ganado prematuramente como cineasta para intentar destacar como actor.
Y el hombre sigue tropezando en la misma piedra. Vuelve a componer un personaje apagado, carente de vida y de interés, un tipo gris e inexpresivo que bebe y fuma mucho y mira a la cámara básicamente con dos registros: boca abierta y boca cerrada. No tengo nada en contra de Affleck, es más, me cae simpático, defiendo su trabajo con Kevin Smith y aplaudo sus esfuerzos como cineasta, pero se está equivocando eligiendo personajes excesivamente serios, se le ve forzado y no aporta nada más allá de su físico. Por suerte tiene la inteligencia de rodearse de actores que en cierto modo maquillan sus limitaciones. Goodman, Arkin y Bryan Cranston sobresalen en un elenco en el que también destacan las breves intervenciones de Victor Garber, Titus Welliver, Zeljko Ivanek, Kyle Chandler o Chris Messina.
Scoot McNairy encarna al único de los miembros de la embajada con cierta entidad, con algo que aportar; los otros son gente asustada que expresa su nerviosismo, no hay nada que les caracterice aparte de detalles superficiales. Casi todos los personajes son esquemáticos pero la experiencia y el talento eleva algunas interpretaciones. Uno de los problemas del film es que hay demasiados personajes, cuando todo está centrado en seguir a Méndez trazando el plan, metiéndose en la boca del lobo e intentando salir con seis vidas más bajo el brazo. Affleck logra recrear un momento histórico conflictivo y mueve la cámara con competencia, pero las trampas para alargar el suspense o provocar emoción resultan demasiado evidentes. Recuerdo la comparación del cine con la magia: el mago debe lograr que olvides que hay truco y disfrutes de la ilusión. En ‘Argo’ ves el truco y tienes que hacerte el despistado.
Otra crítica en Blogdecine: ‘Argo’, la cortina de humo
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