Cuando el mundo de la cinefilia está esperando su aclamada —recibió una fuerte ovación en la pasada edición de Cannes— ‘Loving’ (2016), y aun recordamos las excelencias de sus anteriores films —sobre todo ‘Mud’ (íd., 2012)— nada sabemos de la carrera comercial de ‘Midnight Special’ (2015), toda una lección a esos que tiran de nostalgia ochentera. Se trata del film más comercial de su director, también del más arriesgado y ambicioso.
También se trata de una de las mejores muestras que hay sobre films que plantean un encuentro en la tercera fase, cómo no, con Steven Spielberg, y John Carpenter, como faro guía. Al igual que en el film del Rey Midas —que parte de una improbabilidad: que la comunicación pueda ser posible con una forma de vida extraterrestre— y otras cintas al respecto, Nichols no ofrece respuestas, es imposible, plantea preguntas. En ‘Midnight Special’ no importa tanto el destino de sus personajes como el viaje en sí.
Los miedos de la paternidad
Cuenta Nichols en una entrevista que la idea de la película se le ocurrió cuando fue padre. Una serie de miedos desconocidos, de sensaciones que no había experimentado hasta ese instante, de sobreprotección hacia su hijo, le hicieron pensar en una historia que partía de la premisa de dos hombres huyendo con un niño en un coche, de noche, con las luces apagadas —una de las primeras secuencias de la película—. A partir de ahí construyó un relato de Sci-Fi, que como toda buena muestra del género habla del ser humano en sí.
(From here to the end, Spoilers) El amor paterno filial, absolutamente incondicional, es el tema del film, contextualizado en una cinta de género, probablemente la más próxima al mainstream que ha realizado Nichols, pero jugando en todo momento, y de forma muy inteligente, con los resortes de este tipo de cine. Por ejemplo, dar comienzo al film con una persecución, ya metidos en materia, e ir dosificando la información. Planteando cuestiones —atención al tratmiento sobre las sectas— que no encontrarán respuesta.
Todo un salto mortal sin red, que Nichols soluciona de forma envidiable componiendo un relato con personajes muy bien definidos, una labor actoral envidiable —sobresalen, cómo no, Michael Shannon, como padre del niño, y Joel Edgerton como extraño amigo y protector— y una apuesta formal que encuentra en la fotografía y el montaje los aliados perfectos. Un ritmo sereno, pero de paso firme, hace recordar a un cineasta como Dennis Villeneuve, por poner un ejemplo actual para no tirar de las referencias de siempre.
Un amor incodicional
Nichols, como buen cinéfilo que es, sabe sorprender al espectador, despistarle, provocar cambios violentos de tono, y sobrepasar la línea que todo producto comercial no es capaz de atravesar. Sirvan como ejemplo la secuencia del asesinato del policía de carretera, o la facilidad con la que Nichols inserta un magnífico tiroteo después de un momento íntimo de corte trascendental. Lo mismo con los instantes “espectaculares”, y en los que un muy reducido presupuesto —el film costó menos de 20 millones de dólares— luce como si fuera una superproducción.
Hay cosas en este mundo —de otros no podemos hablar— que no comprendemos, que tal vez no necesitan entendimiento. Nichols ha planteado tan vital cuestión en un contexto de fantasía que no hace otra cosa que resaltar el punto más fuerte del relato, que la relación entre un padre e hijo es inquebrantable, o al menos debería serlo. No importa lo que les suceda a ambos, incluso quiénes sean realmente, uno jamás dejará de preocuparse por el otro.
Como en todo su cine, el director deja para los compases finales más sugerencias. Aquí no sólo se corona con la secuencia al interrogatorio de Lucas (Edgerton) —no hace falta que expliquemos el claro homenaje que existe en ese nombre—, donde éste responde con total sinceridad lo que vio, lo que muchos vieron y no pueden explicar. En 'Midnight Special' sus personajes no pueden explicar lo que ven, su creencia es lo que sienten.
También compone un plano final muy significativo y que podría sugerir respuestas a la pregunta que más nos hacemos durante el visionado del film, esa luz en los ojos de Roy (Shannon), y que abre enormes posibilidades sobre la diferencia entre el mundo adulto y el infantil.
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