En uno de sus pocos atisbos sinceros, que traslucen en el juego humorístico ácido y ennegrecido que es 'A Very English Scandal', Jeremy Thorpe admite aún reticente lo inadmisible: estaba verdaderamente enamorado. Su sociopatía y forma de renegar de su sexualidad en la esfera pública ya poco importaban, y este reconocimiento es el reflejo definitivo de un patetismo descarnado disfrazado de sorna y casi surruralismo a lo José Luis Cuerda.
Pero antes de llegar a esta intensidad dramática, veremos en 'A very english scandal' al mejor Hugh Grant imaginable —que, como el vino, mejora con el paso del tiempo— encarnar a un aguerrido político inglés, diestro en la oratoria y la ironía, y sus desencuentros amorosos y sexuales con Norman Scott, papel que le ha valido a Ben Wishaw el Globo de Oro como mejor actor de reparto.
La historia la escribe Russel T. Davies, encargado del revival de 'Doctor Who' y creador de 'Queer As Folk' o 'Cucumber', y la dirige Stephen Frears, realizador de 'The Queen' o 'Philomena’. La producción de la BBC está disponible en España a través de Amazon Prime Video.
Basándose en el libro homónimo del periodista y ensayista John Preston, 'A very english scandal' narra uno de los eventos más llamativos de la política inglesa de la segunda mitad del siglo XX. ¿Qué ocurrió? Que Jeremy Thorpe, líder del partido liberal, intentó asesinar, sin éxito, a Norman Scott, joven homosexual con el que tuvo una relación y que le amenazaba con desvelar su romance.
La miniserie marca su tono con velocidad, con tres puntales sobre los que sostienen sus tres capítulos: la humanización de sus personajes, su concisión temporal y su fino juego humorístico. El tratamiento del drama político está fuera del habitual tono trágico y grandilocuente, pues ‘A very english scandal’ se declina hacia el lado del absurdo, apoyándose en las mastodónticas actuaciones de su dúo protagonista y al magnífico guión que firma Davies.
Un escándalo muy inglés, y muy humano
Convertir la historia del escándalo en una historia de personajes es uno de los grandes aciertos de la miniserie, tanto por el posible conocimiento público del hecho en sí como por lo enriquecedor que resulta en lo narrativo el desarrollo de los eventos. Es desde la construcción de personajes donde se remarca su multidimensionalidad, tratando a los implicados con respeto y desde una óptica sensible y rica en matices.
Jeremy Thorpe es un sociópata ávido de poder, pero también un hombre incapaz de asumir su sexualidad y los sentimientos que ésta le provoca, llegando hasta el patetismo en momentos de desesperación. En la otra cara de la moneda está Norman Scott, un gusano silvestre que, convertido en capullo (literalmente), es un irritable ser con gran inestabilidad emocional. Abierta la crisálida, la mariposa que se abre paso es brillante y orgullosa, pomposa y empoderada al cobrar voz.
El guión de Davies construye y desarrolla al mismo tiempo a Thorpe y Scott, en un arco de evolución que podríamos denominar secante, pues en el momento en el que ambas líneas se cruzan, una asciende y otra se hunde. Al centrar la historia en ambos, ‘A very english Scandal’ constriñe su temporalidad a una linealidad discontinua, apoyada en secuencias elaboradas de gran ritmo que van directas al grano.
Riendo por no llorar
La serie combina una puesta en escena casi teatralizada, en la que los verdaderos protagonistas son los intérpretes en situaciones inverosímiles, con una realización rítmica que recrea con velocidad y precisión escenarios y contextos de los personajes. De esta forma, Stephen Frears consigue compactar la historia y todas sus derivas en algo más de tres horas, algo encomiable si tenemos en cuenta la cantidad de información que hay en la producción.
A la concisión temporal de 'A very english scandal' se le une un viaje de estilo continuo. Aunque configurada como drama político, encontramos resonancias humorísticas de los Monty Python -qué humor inglés que se precie no recuerda algo a los Python- y una suerte de homenaje-parodia a la saga Ocean's, acercándose también a la serie judicial en su último tramo.
Pero lo que nunca olvida esta cínica producción es su pertinencia. Pues no hay tan solo política y polémica sino, y casi en primera línea, homofobia. La repulsa y la denuncia acompañan a la serie, que recrea un momento en el que la homosexualidad en Gran Bretaña era tachada de indecencia e incluso penada con cárcel. Y quizá por eso 'A very english scandal' elige el humor como arma de combate: porque a los opresores se les gana con la carcajada.