Hablar de serie B en 2023 es algo peliagudo. Los grandes estudios ya no utilizan los mismos sistemas de producción y los presupuestos que se manejan son mucho más polarizantes, pero en un entorno de mercado en donde las películas de 80 millones de dólares se producen mayormente para plataformas, la gama media a la que pertenece ‘65’ parece no poder levantarse para estrenos en la gran pantalla, pero en realidad, sus 40 millones de presupuesto equivalen de alguna manera a dicha serie B frente a los casi 200 de ‘Jurassic World: Dominion’.
La nueva película de Scott Beck y Bryan Woods, los guionistas de 'Un Lugar Tranquilo', tras haber dirigido el reivindicable slasher ‘Haunt’, aparece bajo el abrigo de Sam Raimi y utiliza los dinosaurios como reclamo, porque la idea de poner a Adam Driver en un planeta perdido lleno de estos animales antediluvianos acaba resultando una especie de explotación del éxito del final de la saga iniciada por Spielberg. Porque a efectos prácticos, lo que tenemos es a gente escapando de dinosaurios, aunque aquí hay una notable diferencia.
Dinosaurios not friendly, por fin
No es su enfoque de ciencia ficción espacial, que ya dentro de una premisa fuera de la nave da un poco lo mismo, sino el uso que se le da a las criaturas. Y es que a pesar de ser blandita en sus temas dramáticos, es un producto muy digno que se agarra fuerte a su concepto para presentar una modesta aventura a contrarreloj, espantando la admiración zoológica de la saga Jurásica de “oohs y aahs”, que acababa mirando al peligro de forma “mirad, qué creación de la naturaleza tan impresionante”, con momentos que parecen patrocinados por Greenpeace.
Esto no ocurre aquí, entre otras cosas porque al guion no le da tiempo a darle ninguna vuelta más a los dinosaurios que no sea verlos como una amenaza feroz, hambrientos y sin momentos colocados para la fanfarria de John Williams, con la luz anaranjada entre el brillo del atardecer y la lágrima bulliendo en el rabito del ojo. No, aquí te comen, siempre. Y a los dinosaurios herbívoros, buenos y monos también. Además, los efectos digitales son impecables y muy trabajados.
La idea de partida no hace falta describirla mucho, pero hay un accidente en un planeta desconocido, un piloto con sólo una oportunidad de rescate, y otra única superviviente: una niña que habla otro idioma, interpretada por Ariana Greenblatt. Ambos deben abrirse camino a través del desconocido territorio plagado de seres alienígenas que quieren devorarles. Una premisa que daría para un gran survival adulto lleno de posibilidades, pero que queda relegada a una peripecia de aventura clásica apta para niños valientes y cine de robinsones a contrareloj.
Cine de sábado tarde con ecos de Kevin Connor
El montaje parece querer avanzar más rápido de lo que debería, pero una vez se pone en marcha, la sensación inicial de desgana impersonal se convierte en urgencia, la edición está centrada en que la acción narrativa se desarrolle con un ritmo endiablado, lo demás es secundario y no hay lugar para el aburrimiento. El guion tiene algunos detalles que planta y recoge en el momento apropiado que se beneficiaría de unos diez minutos más para crear tensión y dispersión, pero en una época de blockbusters de 180 minutos, parece aire fresco.
Sí se deja notar que la tijera parece rebajar un tono que parece querer ser más áspero y violento, hay una película para adultos más enfocada al horror que no acaba de verse del todo, pese a algunos detalles gore y sustos que así lo indican. En realidad, no es muy diferente a películas recientes de Sony como ‘Life’ o la interesante ‘Underwater’, que parecen versiones modestas para el multicine de películas de terror que antes iban con todo.
‘65 no es creativa a la hora de sacar jugo a sus posibilidades, pero está lejos del desastre que ha vendido la recepción crítica americana y sostiene su idea con la eficiencia de una ciencia ficción de bolsilibro. Pulsa un sencillo mecanismo dramático sobre paternidad que funciona, sin ser muy distinto al de ‘The Last Of Us’, para mantener la idea con vida a cada momento, sin perderse en escenas oasis en las que los personajes divagan y conseguir su cometido en 90 minutos: cine lleno de disparates para ver sin cuestionar, disfrutar y olvidar sin tratar de justificar la experiencia con segundas lecturas, temas “importantes” y recados sociales de actualidad.
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