Hace tiempo que me cuesta entender las dificultades que hay en Europa para crear una industria cinematográfica realmente fuerte, ya que parece haber cierto miedo a la hora de lanzarse a crear películas que puedan competir de tú a tú con las grandes producciones americanas más allá de las apariciones esporádicas de James Bond. El que, con suerte desigual, está haciendo más esfuerzos para que eso cambie es Luc Besson, sobre todo en su faceta como productor.
La fórmula elegida por Besson para conquistar el mercado internacional se ha basado durante años en fichar a un actor conocido para encabezar el reparto de sus thrillers de acción. El caso de Liam Neeson y la franquicia 'Venganza' es, sin duda, el más conocido, pero ha habido otros intentos que estuvieron lejos de igualar su éxito. La última prueba de ello responde al nombre de '3 días para matar' ('3 Days to Kill', McG, 2014) y es una película absurda en todos los sentidos, tanto para bien como, sobre todo, para mal.
La irregularidad de '3 días para matar'
Estoy convencido de que no existe película alguna que sea completamente redonda --que sea un desastre absoluto ya es harina de otro costal--, por lo que, en los mejores casos, siempre habrá espacio para hablar de esos detalles que no están al mismo nivel que lo demás. Lo que es más extraño es que una obra sea tan pronto genial como poco menos que un insulto a la inteligencia del espectador. Eso es exactamente lo que sucede en el caso de '3 días para matar'
Besson ya demostró en la simpática 'Malavita' (2013) un gran interés en mezclar la adrenalina, el drama y la emoción con una capa de comedia absurda que hizo mucho bien a su penúltimo trabajo las cámaras hasta la fecha y parece que ha querido hacer lo mismo en '3 días para matar', donde también ejerce como guionista, contando para ello con la ayuda de Adi Hasak, con quien ya escribió la olvidable 'Desde París con amor' ('From Paris with Love', Pierre Morel, 2010). El problema es que en el caso que nos ocupa no solamente no han conseguido equilibrar ambas tendencias, sino que han llevado al extremo su utilización.
No me quiero olvidar de la presencia tras las cámaras de McG, uno de los realizadores más rutinarios de nuestro tiempo a la hora de abordar las escenas dramáticas --lamentable su forma de reforzar visualmente los momentos de debilidad del protagonista-- y de acción --tampoco es que haya muchas escenas, pero al menos aquí consigue solventar algunas, como el tiroteo inicial, con corrección--, ya que suya era la misión de salvar los problemas del guión, pero en lugar de hacer eso, se deja llevar, convirtiendo a '3 días para matar' en un mejunje extraño en el que nunca sabes si la siguiente escena va a ser una de las buenas o de las horriblemente malas.
Todo esto es la consecuencia de que en '3 días para matar' cohabiten varias líneas narrativas que a veces confluyen con relativa naturalidad --el momento de la receta de la salsa de tomate--, pero lo habitual es que se produzcan cambios de tono muy bruscos en los que no hay ningún tipo de transición en el salto de la comedia --tronchantes todos los momentos protagonizados por un solvente Kevin Costner y el dueño de la empresa de limusinas-- al drama --el protagonista intentando conseguir el perdón de su hija--, consiguiendo así ser absurda, tanto cuando se lo propone como cuando lo que busca es establecer cierta conexión emocional entre el espectador y lo que sucede en pantalla.
Sin rumbo y a lo loco
Esta contradicción estilística se contagia al hilo argumental central, ya que llega un punto en el que uno pierde todo interés en lo que pueda suceder al quedar demasiado claro que el protagonista va a conseguir salir airoso de todo lo que se le ponga por delante. Esta pérdida de emoción se traduce en todas las desconexiones que Besson y Hasak crean convenientes, por lo que la misión queda en un segundo plano en tantas ocasiones que el caos narrativo que ya era '3 días para matar' se convierte en una experiencia que hay que vivirla para creerla.
Tampoco ayuda demasiado que el resto de personajes sean meras caricaturas que nunca llevan esto más allá de sus rasgos más superficiales, algo particularmente evidente en el caso de una Amber Heard que nunca llega a quedar claro si está pasándoselo pipa o simplemente no sabe exactamente lo que tiene que hacer. Con todo, sigue resultando más comprensible que los bandazos emocionales de Connie Nielsen y Hailee Steinfeld como la ex y la hija del protagonista. Eso sí, al menos con la segunda intentan justificarlo por el mero hecho de ser una adolescente.
Por el camino hay también espacio para curiosas reflexiones sobre la paternidad, detalles para añadir una innecesaria humanidad adicional al protagonista --estoy pensando sobre todo en la familia de ocupas-- y unos cuantos tiroteos en los que todos los malos parecen llevar escopetas de ferias trucadas, mientras que Costner tiene una precisión acojonante. Todo vale para intentar entretenernos, y a veces hasta lo consiguen, pero otras...
En definitiva, '3 días para matar' es una película caótica que tampoco quiere abrazar abiertamente el serlo, lo cual la lleva a ser una buena comedia absurda cuando apuesta por ello, pero también a ser absurdamente ridícula cuando intenta ponerse seria. Por mi parte, me temía que fuera a suceder únicamente lo segundo, así que es una alegría que al menos su visionado no fuera una completa pérdida de tiempo.
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