'12' de Nikita Mikhalkov, otra vuelta de tuerca

'12' de Nikita Mikhalkov, otra vuelta de tuerca
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Remakes. La discusión de siempre. Llevan haciéndose desde que el cine es cine, aunque evidentemente según van pasando los años, cada vez hay más películas que revisionar, las ideas parecen agotarse y atreverse con los grandes títulos puede parecer una osadía en algunos casos imperdonable (léase Gus van Sant y su memez 'Psycho'). '12 hombres sin piedad' forma parte de la memoria cinéfila colectiva, una de esas películas intocables a la que no le sobra ni falta nada. Que Nikita Mikhalkov se haya acercado a ella para hacer una libre, y en otros momentos muy fiel, adaptación, es algo que podríamos temer. Su nominación al Oscar a la mejor película de habla no inglesa, en la pasada ceremonia, no es en absoluto garantía.

Un servidor se acercó con algo de miedo a este remake, pues la mano de quien lo firma me hizo sufrir de lo lindo con su insoportable 'Quemado por el sol' (Oscar inmerecido donde los haya), aunque años antes uno podía maravillarse con 'Ojos negros', en la que nos encontrábamos con un Marcello Mastroianni a una altura que pocas veces alcanzan los actores. '12' era una incógnita, pero afortunadamente es un Mikhalkov lleno de fuerza y garra.

SPOILERS

La premisa argumental de '12' es idéntica al film de Sidney Lumet, pero enmarcada en otra época y en otro contexto sociopolítico. Doce hombres que forman un jurado, deberán declarar culpable o inocente a un joven acusado de matar a su padrastro, de origen ruso en pleno conflicto de Chechenia. Asi pues, Mikhalkov toca tangencialmente el tema de uno de los conflictos más brutales (¿cuál no lo es?) de los últimos tiempos, añadiendo así diferencias ideológicas entre sus personajes. Lumet era más humano, Mikhlakov prefiere concretizar, aunque también nos habla sobre el sentido y el deber de la justicia, y sobre la responsabilidad de nuestras decisiones.

Para ello nos extiende todo un mosaico de sentimientos encontrados que dura más de dos horas y media, en clara oposición a un Lumet más escueto y conciso. Mikhlakov se extiende lo suyo, da a cada miembro del jurado su tiempo para exponer sus argumentos, y lo mezcla todo con flashbacks que nos ayudan a entender al acusado, con escenas de su niñez, en su celda, e incluso se permite el caprichoso lujo de resolver el crimen mostrándonos la cara del asesino, algo que no hacía falta. Mikhalkov no está más interesado en la inocencia o culpabilidad de un pobre muchacho, si no en la culpabilidad de aquellos que teniendo el poder en sus manos lo usan y luego actúan como si nada. Al respecto, los 15 minutos finales suponen una vuelta de tuerca a lo que Lumet expuso en su día. Un joven inocente de asesinato y que no tiene nada en la vida, ¿dónde estará más seguro, en la cárcel o en la calle? si lo dejan libre vivirá mucho menos, si lo dejan preso, sabrán que han encarcelado a un inocente, pero vivirá más tiempo. Sin emabargo existe otra posibilidad que es la que el director ruso expone en sus últimos minutos, tal vez maniqueista para muchos, pero rotundamente eficaz, y que hurga sobre nuestras conciencias, ésas que quedan totalmente descansadas después de haber tomado una decisión importante, sin tener en cuenta las consecuencias de la misma.

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Al igual que en el film de Lumet, los actores de '12' están en puro estado de gracia, y Mikhalkov, que se reserva un momento de lucimiento sorprendente, les da cancha para que se expresen, cada uno con su drama personal. Dramas que influirán en sus valoraciones del caso (una vez más es imposible ser objetivo en este mundo). Cada uno de ellos tiene una experiencia que emociona por su dramatismo, sobre todo la del personaje que es un taxista. Microcosmos paralelos al tema central de la película, aunque estén directamente relacionados y que nos ayudan a comprender a los personajes sentados alrededor de una mesa y decidiendo el destino de un muchacho como quien decide que plato comer. Mikhalkov aprovecha eso para estamparnos en la cara lo antes mencionado sobre la responsabilidad de nuestras decisiones, yendo más allá de donde fue Lumet.

'12' es una película magistral, mire como se mire. Cinematográficamente deja con la boca abierta por su excelente ritmo, a pesar de que tarda un poco en empezar; y moralmente es capaz de meter el dedo en la llaga, e invitarnos al debate, aunque para ello Mikhalkov haya recurrido a algunas pequeñas trampas con lo que respecta al personaje que interpreta.

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