No es difícil remontarse a aquellos tiempos procelosos de 1996, es decir, mediados de los años noventa en la tímida y siempre paupérrima industria del cine español. Tampoco hace tanto tiempo. En realidad, el panorama sigue presentándose bastante parecido, aunque quizá las apariencias puedan engañar. Yo contaba por entonces menos de dos décadas de vida, y por entonces iba al instituto. Era un pringadillo, vamos (bueno, más o menos como ahora), y oía hablar de que existía cierta película barata, filmada por un principiante en la facultad de ciencias de la información de la Universidad Complutense de Madrid, que era algo increíble.
No la ví hasta algunos meses más tarde, preguntándome si las alabanzas eran para tanto. Creo que leí en alguna parte que su productor, Jose Luis Cuerda, había afirmado que los primeros cinco minutos de esta película eran mejor que todo ‘El silencio de los corderos’. No presté atención a ese tipo de cosas e intenté verla sin prejuicios y para disfrutar. Y disfruté bastante.
Y es verdad que los cinco primeros minutos están bastante bien (como toda la película, salvo algunas arritmias graves aunque esporádicas), pero dudo mucho, y creo que cualquiera con dos dedos de frente lo duda igual que yo, que sean mejor que aquella película citada. En cualquier caso, Amenábar, con esos primeros minutos de su filmografía (que ya cumple 13 años y cuatro largometrajes más), iba al meollo del asunto sin pestañear, con su protagonista Ángela, dejándose vencer por el morbo y asomándose para observar el cadáver destozado de una suicida en el metro.
Eso de ir al grano y dejarse de rodeos es una asignatura pendiente en muchos directores, ni que decir tiene en los directores españoles, sin importar su estilo o edad. Ahí ya Amenábar, por lo menos, ganaba diez puntos respecto a muchos cineastas. Cierto es, también, que Ana Torrent, exceptuando su prodigiosa presencia en ‘El espíritu de la colmena’ u otras apariciones de los años setenta, tan lejanos ya, nunca me ha parecido una actriz especialmente interesante, y aquí vuelve a dejarme frío. Además, su personaje quiere hacer una tesis sobre la violencia en el cine, y se pone a buscar snuff movies, sin saber que violencia y salvajismo no son exactamente lo mismo.
Ángela conoce a un tipo muy feo, pero con mucha personalidad (Fele Martínez, un talento desaprovechado del cine español), y a uno muy guapo pero un verdadero pan sin sal (Eduardo Noriega, una estrella del cine español, y un actor de dotes muy limitadas, por desgracia). Digamos que inicia un viaje hacia el lado oscuro de la realidad, sospechando que el guapo es un psicópata de película norteamericana de adolecentes, y el feo tiene mucho ingenio y puede ayudarle.
No hay nada de espectacular ni de asombroso en esta historia, me temo, pero Amenábar la cuenta como si le fuera la vida en ello, sin perder el control de la historia en ningún momento, y rizándola cuando le viene en gana, haciéndonoslo pasar bastante bien entre tanto rizo y tanta trampa mil veces vista pero de nuevo efectiva. Unos diálogos ingeniosos y un crescendo bien armado terminan por cerrar bien una historia baratísima, de aspecto netamente televisivo, pero que conoció el éxito que se merecía. Ahora bien, que la encumbraran en los casi siempre olvidables premios Goya, dice mucho no tanto de ella como de esta industria.
Personalmente soy capaz de disfrutar con el cine palomitero como el que más, pero me parece peligroso encumbrarlo, como cuando se hace con ‘Tesis’ o con ‘Gladiator’, por poner dos casos extremos. Ahora bien, mientras en Estados Unidos ‘Gladiator’ venció, de manera sonrojante, a ‘Traffic’, aquí Amenábar batió a películas como la insulsa ‘Bwana’ o la magnífica ‘El perro del hortelano’. ¿Y aún me preguntan por qué prefiero, con todos sus fallos, a los premios de los festivales?
Amenábar filmó la que aún es, de lejos, su mejor película, la más redondo y la que menos distancia posee entre lo buscado y lo encontrado. Empezaría a perder el norte con su segunda película, de la que ni siquiera voy a hacer una crítica, porque la he visto dos veces y no recuerdo nada de ella (mala señal), y en la presente década ha dirigido una trilogía de la que nadie me ha dado argumentos para cambiar de mi opinión. Y mi opinión es que Amenábar no tiene nada dentro.
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