Después de entrevistar a Ana Torrent, donde descubrimos que no conoce vocabulario más allá de los monosílabos, me fui al cine a ver la nueva película de Elio Quiroga, con el que servidor habla prácticamente todos los días y luego me veo en el brete de hablar no demasiado bien de sus películas. ‘No-Do’ es su sugerente título, y su estreno ha sido poco menos que fugaz, saliendo al respecto varias cosas a relucir. No hablamos de una genialidad de película, que además se parece demasiado a films cuyos guiones se realizaron después del presente (léase ‘Los otros’ de Amenábar, o ‘El orfanato’ de Bayona), pero sí de un producto mucho mejor que otros que triunfan inexplicablemente en taquilla.
‘No-Do’, siendo una película llena de elementos que la podrían haber convertido en un éxito (un film de terror que sigue el esquema habitual de las recientes cintas del género), es víctima de una lamentable promoción por parte de su distribuidora. Transcurridas dos semanas desde su estreno poca gente la conoce, y eso que ha partido con 80 copias. El algunos cines ya ni se proyecta, o se ha visto relegada a menos funciones para dejar más espacio a productos mejor vendidos (y eso no significa que sean mejores).
No leer si no se ha visto la película.
La historia de ‘No-Do’ nos presenta a Francesca, una pediatra que junto a su marido Pedro, se retira a una casa en el campo, para intentar llenar de tranquilidad sus vidas. Como mandan los cánones del cine de terror, ya sabemos que eso va a ser imposible; en dicha casa comienzan a sucederse diversos hechos que ponen en peligro la cordura de Francesca. Con la ayuda de una extraña mujer y un sacerdote, descubrirá qué ocurrió en dicha casa hace tiempo.
El enorme problema de ‘No-Do’ es su guión, recorriendo en todo momento lugares comunes y con un esquema que no se aparta ni una coma de todo lo que ya conocemos en el género. Atención: personaje que despierta de un largo coma, cambio a la pareja protagonista que se muda para una gran y solitaria casa, que ya sólo por la forma de planificarla sabemos que nada bueno habrá ahí, ruidos nocturnos, apariciones fantasmales, sacerdote que sabe más de la cuenta, aceptación de que se enfrentan a algo sobrenatural, y enfrentamiento final con el sacrificio de uno de los personajes. Todos los puntos sobre los que se estructura el guión no tienen nada de nuevo, y hacen que el espectador vaya por delante de la historia. Quiroga, que escribió el guión a principios de esta década, tuvo tiempo suficiente para sortear aquellos detalles que sabía no funcionarían porque a estas alturas y en este terreno, el espectador está más que curtido.
En la historia de ‘No-Do’ puede verse la enorme influencia que las cintas de terror oriental tuvieron sobre Quiroga, cinéfilo empedernido y amante del fantástico como pocos. Esto se nota sobre todo en la presencia del personaje de la hija de Francesca, cuya relación con ella es de lo más sospechosa, porque vemos que habla única y exclusivamente con su madre desde que ésta llega a casa. Evidentemente todos pensamos en cierto conocido film protagonizado por Bruce Willis, y nuestras sospechas se hacen realidad, desprendiéndose de ello dos detalles que no terminan de estar lo suficientemente definidos. Para empezar, Francesca habla con su hija muerta como si nada, no se inmuta, queriendo la película con esto dar a entender que son dos personajes normales y corrientes en una conversación, algo ilógico si tenemos en cuenta que es un Elemental (así definen a la presencia maligna más poderosa que existe) que ha tomado la forma de su hija. Y segundo: el sacerdote también puede verla, con la única explicación de que con el paso de los años y entrenamiento él también puede ver cosas que otras personas que han nacido con un don, detalle éste cogido por los pelos, porque de ser así, Francesca habría estado viendo muertos toda su vida.
Creo que Elio Quiroga debería dejar de escribir guiones (el punto débil de sus películas) y concentrarse más en la puesta en escena, en la que sí demuestra tener muchas más soltura. De nuevo hay ecos de John Carpenter en alguno de los momentos de ‘No-Do’, el uso del formato scope y la planificación recuerdan un poco al director de ‘La cosa’, sobre todo en la colocación de los personajes en el plano. Además, Quiroga mueve la cámara con sobriedad y estilo, lejos de los efectismos que suele haber en las cintas españolas de terror, que superan a las yanquis en gratuidad. Eso sí, a veces no renuncia a los tics mencionados (la criatura formada por pies y manos que no viene a cuento de nada). Quiroga también logra ser un buen director de actores, consiguiendo algo que rara vez se ve en el terror español: que los personajes sean creíbles, al menos los principales.
Ana Torrent, ya sea por la experiencia que tiene, está más que convincente en su rol de Francesca. Héctor Colomé está aún mejor como Miguel, el sacerdote que ayudará a Francesca en su tormento, logrando también un milagro en nuestro cine: pronunciar bien los diálogos. Alfonsa Rosso está a la altura y juntos se convierten de lejos en lo mejor de la película, haciendo que nos creamos a unos personajes en medio de una historia demasiado trillada. No meto en el mismo saco a Francisco Boira, porque su personaje es totalmente inútil (haced memoria, la historia funciona sin él en ella), el marido de Francesca, cuyo cambio de actitud es demasiado brusco, y porque curiosamente siendo el personaje más simple de todos, es el menos creíble debido a la esforzada, pero insuficiente, interpretación del actor, todo el rato preocupado por parecer serio.
Mención aparte merecen los trabajos de Alfons Conde, compositor de bandas sonoras, cuyo prestigio está injustamente por debajo de lo que debiera; y ese ataque a la Iglesia Católica, como la más grande manipuladora de hechos a los largo de los siglos. Me habría gustado que dicho ataque hubiera sido más sangrante por parte de Quiroga, que no hubiera dejado títere con cabeza, pero dejo ese tipo de pensamientos prohibidos para mí sólo, no vaya a ser que no me gane la vida eterna.
‘No-Do’ es una película fallida, pero en la que se entreve el potencial de un director cuyo próximo trabajo debería sólo dirigir. Lo que es lamentable es la suerte comercial que está corriendo el film, debido a un mal enfoque en la promoción. Hagan la prueba, pregunten a sus conocidos si conocen una película llamada ‘No-Do’, a ver qué contestan. Mientras me sorprendo (y no) por este extraño tipo de operaciones en la distribución nacional, me retiro a mis aposentos a escribir sobre un orangután llamado Clyde.
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