En este especial de vampiros que estamos realizando en Blogdecine procuro incluir las obras de mayor importancia a nivel histórico además de todos aquellos films de temática vampírica que considere imprescindibles para cualquier aficionado. Sin un orden concreto, aunque intentando ordenarlas cronológicamente dentro de lo posible, voy rescatando determinados films y publicando las críticas según los visionados, intentando agrupar una serie de películas, grandiosas algunas, buenas otras y alguna mediocre, pero que todas tienen en su poder al genuino vampiro en multitud de versiones. No, lo de reciente saga cutre tonta no es versión, sino más bien violación con premeditación y alevosía de las criaturas más fascinantes que ha dado el fantástico en toda su existencia.
Hoy le toca el turno a otro de esos films no tan conocidos por el cinéfilo reciente y que corre el peligro de perderse en el olvido, como le pasa a muchas otras películas. Menos mal que mi memoria, que funciona acorde con mi curiosidad, me ha hecho rescatar el film que nos ocupa, ‘I Vampiri’ (id, 1957, Riccardo Freda), considerado el primer film de la mejor época del terror italiano, anticipándose en muchos aspectos al giallo, subgénero que tendría en Dario Argento a su máximo exponente. Pero el trabajo de Freda adquiere una importancia mayor que la de ser un film de apertura; hay en él una sabia conjunción de los elementos más reconocibles dentro del género de terror en general.
La trama de ‘I Vampiri’ —la película también es conocida por otros títulos como ‘Lust of the Vampire’ o ‘Los vampiros‘— es bien sencilla. En la ciudad de París aparecen varios cadáveres sin una sola gota de sangre en su cuerpo. Pronto el pánico se extiende y se cree que es un vampiro en el que comete tan horrendos crímenes. La policía, siempre tan incrédula en estas películas, no puede apoyar dicha teoría, pero será un atrevido periodista el que luchará por descubrir la terrorífica verdad. Una trama policial, así pues, dotada de cierto naturalismo y en la que se entreven algunos elementos del posterior giallo.
Dicha tramo se enfrenta a una parte más tenebrosa ambientada en un castillo de decorados góticos excelentemente fotografiados por Mario Bava, director de fotografía que más tarde saltó a la dirección y nos ofreció clásicos como ‘La máscara del demonio’ (‘La maschera del demonio, 1960). Riccardo Freda fue sustituido por Bava en las tareas de dirección porque el primero abandonó el rodaje antes de finalizarlo debido a las típicas desavenencias con los productores, por lo que Bava pudo dejar impresa su peculiar mano en el film. Uno de sus trabajos más loables al respecto es el espléndido trucaje de iluminación para conseguir el efecto de envejecimiento en el personaje de la duquesa Giselle du Grand (Gianna Maria Canale).
Es precisamente este personaje sobre el que gira la película. Du Grand es una especie de versión del personaje que años más tarde interpretaría Ingrid Pitt en la curiosa ‘La condesa Drácula’ (‘Countess Dracula’, 1971, Peter Sasdy), uno de los films de la Hammer que aprovecharía al máximo la mezcla de vampirismo, sangre y sexo. La sangre que la duquesa necesita para sobrevivir eternamente joven da lugar a que en el film se juguetee con mitos del terror sobradamente conocidos por el público. Por un lado tenemos la variante del vampiro ya comentada en el personaje de la duquesa —y sobre el que volveremos en el próximo capítulo del especial—; el mad doctor que además de desangrar los cuerpos de las víctimas realiza experimentos para crear vida; el ayudante que tienen para cometer los secuestros de las jóvenes, sobre el que se rodó una escena para el principio del film en la que veíamos que dicho personaje está hecho a partir de partes de distintos cuerpos, y que finalmente no se incluyó en el montaje; y por último la obsesión amorosa de la duquesa por el hijo de un hombre al que amó siendo joven, que recuerda a la de Drácula por Mina.
Si la Hammer puede considerar sin ningún tipo de duda como el origen del terror moderno, ‘I Vampiri’ puede ir de la mano con aquellas producciones británicas. Posteriormente vendría el giallo —he repetido tantas veces esta expresión que bien merecería un especial en Blogdecine, ¿verdad?—, y más tarde los famosos psychokillers que inundaron las salas de cine en los años 80.
Así pues un título referencial donde los haya, precusor, y con suficientes elementos, sobre todo esa mezcla de realismo y goticismo, para disfrutarla al máximo, aunque las interpretaciones de alguno de los actores no están a la altura del conjunto. Un mal menor que no impide su disfrute.
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