Miryang, luz asfixiante

Miryang, luz asfixiante
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Hace un mes, el pasado viernes 5 de junio, se estrenó en nuestro país la coreana ‘Secret Sunshine’ ('Milyang'), pero con sólo cuatro copias, pasando la película prácticamente desapercibida; a esto hay que añadir que nos la han traído con dos años de retraso, y que el aficionado al cine asiático, con un ordenador y un par de enlaces, ya hacía tiempo que había saciado su curiosidad, importándole bien poco si se acaba estrenando o no en nuestro país, doblada al castellano. Pero sí, ha llegado, tarde y en pocos cines. Podréis buscarla en DVD cuando salga, si os apetece, siempre queda esa salida (y la otra que ya sabéis, pero sin carátula).

‘Secret Sunshine’ es el cuarto largometraje del director Lee Chang-dong, pero es la primera que se estrena aquí. Si no me equivoco, ninguna de las anteriores se ha ofrecido al público español, si bien cualquiera de ellas, especialmente ‘Green Fish’ u ‘Oasis’ (aunque la estructura de ‘Peppermint Candy’ también la hace atractiva), me parece mejor opción para presentar a este peculiar realizador. No la última, pues creo que puede espantar a los pocos que se podrían interesar por su cine.

Tras quedar viuda, Shin-ae decide cumplir el deseo de su marido, que siempre quiso volver a Miryang, su ciudad natal. Shin-ae es una extranjera sin empleo y con un niño pequeño. Su pasión es el piano y decide abrir una academia, con la que intentar salir adelante, mientras conoce a los vecinos y el lugar. Todo se vendrá abajo, de forma brutal, cuando su hijo es secuestrado, una noche que ella había salido por primera vez, para hacer amigas. El criminal le pide una suma de dinero que ella no tiene (aunque presumió de tenerlo) y que no llame a la policía. Ella accede y cumple con su parte, pero… No cuento más, que ya sabéis que no me gusta soltar “spoilers”.

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Cinco años después, el ex-ministro de Cultura Lee Chang-dong vuelve a dirigir una película, y lo hace para contarnos otra de esas historias difíciles de digerir. Por dos motivos. Primero por la historia que narra, y segundo, y más importante, por el estilo de este cineasta, al que le gusta lo natural, lo realista, que los acontecimientos fluyan delante de la cámara, a su ritmo, sin forzar nada (de forma evidente), optando incluso por no usar acompañamiento musical, salvo en un par de ocasiones. Esto hace que el visionado de su obra no sea sencillo, porque uno espera que pasen cosas, y pasan, pero hay que estar muy atento y concentrado, abierto a captar lo más sutil de lo que se nos muestra, y reflexionar sobre lo que nos apunta el director coreano.

Es de lo más normal que ‘Secret Sunshine’ provoque bostezos y desesperación entre el público occidental, más acostumbrado a las maneras comerciales norteamericanas, a menos que seas de los que ven las películas mientras hacen otras cosas a la vez (como mirar el correo, pintarse las uñas, responder al messenger o incluso ver otra película). Hay que estar preparado para poder apreciar ‘Secret Sunshine’, y con esto no me refiero a encadenarse al asiento y tener al lado a un intérprete o un especialista en cultura coreana y otros menesteres, sino a que no es aconsejable (al menos bajo mi punto de vista) enfrentarse a este producto en circunstancias corrientes.

Ver este cine es difícil, y hay que acostumbrar la paciencia y las retinas. Pero con matices. Tampoco voy a defender demasiado la película, ni a cometer la “gafapastada” de catalogarla de obra maestra o algo parecido, porque tampoco es Lee Chang-dong el director más brillante de Corea del Sur, y prueba de ello es su último trabajo, donde falla contando una historia que resultaría mucho más efectiva, dura y emocionante en manos de otro realizador, no tan encantado con las maravillas de dejar encendida la cámara y no cortes, sigue, todo vale. Como en anteriores ocasiones, la gran labor del reparto, en especial de la actriz protagonista, Jeon Do-yeon, premiada en Cannes (que es cierto que realiza una interpretación muy intensa… quizá demasiado, uno que es quisquilloso), aporta fuerza al relato de Chang-dong, que se descubre vago, indeciso, a veces sin nada que decir.

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Supongo que no soy el único al que le vino a la cabeza la famosa Trilogía de la Venganza de Park Chan-wook, especialmente el primero de los títulos, ‘Sympathy por Mr. Vengeance’; no por la casualidad de que ambas cuentan con el protagonismo del estupendo actor Song Kang-ho (también en ‘The Host’), sino por la austeridad y la contundencia con la que se muestran los hechos y el giro sin retorno en la vida de una persona que, hasta entonces, no se planteaba la posibilidad de hacer daño a nadie. Tanto en ésa como en ‘Secret Sunshine’, sentimos un dolor cercano, el sufrimiento y la desesperación, la soledad de quien ya no puede abrazar a un ser querido. También, sin menor crudeza, el deseo de venganza y de castigo, de que hay cosas que son intolerables, y ni un maldito Dios debería tener la facultad de pasarlo por alto.

Lenta, vaga, débil, dispersa, ‘Secret Sunshine’ es todo eso, sí, pero también un interesante retrato, sin concesiones, sobre la absurda sociedad en la que vivimos, tan tranquilamente. Donde al infeliz se le deja solo, o se le encierra, porque molesta. Y al que acepta las convenciones, y se arrodilla ante los símbolos religiosos de turno, se le integra. Lo mejor de la película, y lo digo aun sabiendo que es posible que esto sólo se haya creado en mi sensible mollera, es la reflexión que despierta sobre la falsedad que nos rodea, las sonrisas y los buenos gestos, que muchas veces no son más que poses, máscaras, del momento; a la mínima, te llevas la puñalada, y reza a Dios para que, al final, no te encierren a ti.

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‘Secret Sunshine’, un lugar aburrido

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