Durante demasiado tiempo hemos confiado en la capacidad de la naturaleza de “sanarse ella sola”, sometiéndola a una presión insostenible y perjudicial. Lo hacemos, porque no tememos demasiado las consecuencias, que podrían llegar lo suficiente lejos en el tiempo para no afectarnos. Una extensión más de una mentalidad de maximizar el beneficio presente en lugar de considerar el impacto a largo plazo.
Pero las consecuencias pueden ser fatales, y las represalias más notables que una futura desertización del planeta que vivirán futuras generaciones. No hace falta ni pensar en grandes catástrofes, como tornados gigantes o incendios incontrolables, porque incluso puede venir en forma de ataque de un animal herido. Algo que se relata en la fantástica ‘El mal no existe’.
Un animal herido
La última película del aclamado director japonés Ryûsuke Hamaguchi es un interesante cambio de tercio con respecto a la sensación que fue ‘Drive My Car’, su anterior película, modificando parte de sus ambiciones en cuanto a historia y tono. Nos ofrece un thriller cocinado muy lentamente que termina impactando y que ahora se puede ver en streaming a través de Filmin.
En una zona rural alejada de Tokio viven personas como Takumi, que ha quedado viudo y al cuidado de su hija. Centrado casi exclusivamente en el bosque y en sus tareas, termina olvidándose a veces de ir al colegio a recogerla. Al mismo tiempo, una empresa de glamping busca establecerse en la zona, y su impacto preocupa a los vecinos.
Hamaguchi lleva aquí a una diferente esfera la influencia de cineastas como Yasujirō Ozu, empezando el relato con varios minutos de paisajes para acercarse a un estilo trascendental y metafísico sin diálogos. El director concibió originalmente esta historia sin ellos, aunque fue introduciéndolos para poder seguir haciendo sus meticulosas exploraciones del drama humano.
‘El mal no existe’: el dolor humano
Aquí los pequeños momentos donde se interioriza el duelo, magníficamente llevados por el actor Hitoshi Omika, o el aparentemente mundano pero clave momento de la reunión vecinal con los enviados por la empresa de clamping mantienen ese estilo puramente humano de Hamaguchi. Aunque es evidente que aquí la naturaleza y su explotación adquieren una importancia crucial.
Es un interesante volantazo que, sin embargo, cocina con suma paciencia y exquisitez. E incluso logra sorprender, o al menos dejar estupefacto al espectador, con un final bastante enigmático que bordea la confusión. Pero su historia y sus imágenes consiguen quedarse contigo, haciéndote repensarlas y reconsiderarlas, hasta poder apreciarlas como un todo bastante singular y extraordinario, digno de ser considerado uno de los títulos de este 2024.
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