A estas alturas de la temporada no hay duda de que la batalla de los martes ya tiene ganador. Cuando en principio todo apuntaba a que Gominolas lo tenía todo para hacerse con el éxito, El síndrome de Ulises se destapó como una apuesta sólida y, más allá de esto, el estreno de Gominolas retrasó Cuestión de sexo, que acabó mejorando sus datos en un franja horaria hasta ahora despreciada por el resto de cadenas.
En términos de comedia, Gominolas se montó una promoción espectacular que hizo de su estreno todo un acontecimiento, pero no pasó de ahí. Desde mi punto de vista, vendieron un producto que no era el que tenían y defraudaron las expectativas creadas. El síndrome de Ulises siempre ha sido lo que pareció en un principio, para bien o para mal, y ha dado al espectador justo lo que esperaba.
Mientras que El síndrome de Ulises es una comedia pura y al uso, en Gominolas han fabricado un híbrido extraño con momentos dramáticos cercanos a un patetismo que rechina con los tramos de comedia y que hace imposible distinguir el tono general de la serie.
Si en El síndrome de Ulises los personajes explotan sus defectos como si fueran virtudes, en Gominolas los personajes se lamentan de sus propios defectos, son conscientes de ellos y se dejan arrastrar por sus miserias. La caricatura de los personajes de El síndrome de Ulises ha sido una de las claves del éxito de la serie y determinados secundarios, como Rai, han conseguido un buen número de seguidores. En Gominolas ningún personaje ha conseguido destacar sobre el resto, en una lucha por la coralidad que ha acabado con los matices.
Respecto al conflicto, en Gominolas no hay un momento clave que guíe el desarrollo de la serie en su conjunto y las circunstancias concretas de cada personaje no son los suficientemente atractivas. Volviendo al tema de la coralidad, han pretendido que el espectador viese lo común en personajes muy diferentes en lugar de destacar y aprovechar lo distinto y han obviado la solidaridad entre los protagonistas. En El síndrome de Ulises sí que hay un detonante que enmarca la acción y que hilvana todos los capítulos. A ese carro se suben todos los personajes, a pesar de sus diferencias, y entre todos contribuyen a impulsar el desarrollo de la serie.
Como comedia, El síndrome de Ulises es mejor que Gominolas. Aunque la producción de Gominolas sea excelente y su trabajo en lo musical y en la recuperación de clásicos sea original y única, no han sabido hilvanar esas aportaciones con los guiones y el espectador no se ha quedado con el gag puntual, buscando una serie más consistente para pasar la noche de los martes.
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