La lógica nos dice que uno de ellos miente. Y la experiencia nos dice que seguramente mientan todos
Cuando empecé a ver ‘Los Misterios de Laura‘ pensé encontrarme a una diva lapidaria que pasa por encima de sus compañeros de trabajo con su intuición, su experiencia y su investigación altamente detallista. Al final resultó que la diva era otra (embutida siempre en un traje de chaqueta y tirándose al marido de Laura), mientras Laura, aun a pesar de conservar los adjetivos que he expuesto anteriormente, pierde toda su divinidad con unos métodos muy poco dignos de una personalidad como la inspectora Lebrel. Y aunque pueda llamar la atención con esas técnicas poco ortodoxas (que incluyen meterse dentro de un contenedor de basura si hace falta), es la única capaz de arrojar luz cuando todo parece llevar a un callejón sin salida
Cuando pienso en Laura Lebrel lo hago como si fuera la hermana pequeña de Gregory House, que heredó todas sus dotes investigadoras pero se dejó atrás el carácter amargo. Laura va por la vida como pollo sin cabeza, incapaz de poner orden en ningún aspecto de su entorno, pero aun así consigue sacarlo todo adelante. A sus gemelos, que más bien son dos monstruítos capaces de sacar de quicio a cualquiera; a su hogar, que aparece siempre impoluto a pesar de las largas horas de trabajo. Lo lleva todo por delante, menos su vida sentimental, con la que no da pie con bola.
Divorciada desde hace unos meses, Laura siempre se ha planteado si ha hecho bien en separarse de su marido, pero viendo cómo éste se la pega con su compañera de trabajo, mejor que se quede como está o le van a salir cuernos hasta por las orejas. Ahora con la llegada de su madre veremos si finalmente sucumbe a los encantos de Fernando Guillén Cuervo, pero lo que sí está claro es que Laura necesita un par de alegrías para ese cuerpo desaprovechado. Y la verdad, no veo el momento de que caiga en las redes de su compañero de trabajo.
La tensión sexual no resuelta entre Laura y Martín necesita una vía de escape cuanto antes. Todo lo que él consigue beneficiarse en el campo de las féminas es lo que ella tiene miedo de conseguir; una vida sexual plena sin compromiso no va con el estilo de la inspectora Lebrel, pero una canita al aire de vez en cuando motivada por una web de contactos a la que ni siquiera sabía que estaba apuntada nunca viene mal. Ni siquiera a ella, con su moral intachable.
Si algo me ha enseñado este trabajo es que al final las pruebas acaban por aparecer si uno sabe buscarlas. Y puede que un Lebrel no sepa hacer muchas cosas, pero sabe cómo buscar.
Y volviendo a sus dotes investigadoras, no podemos negar que sus métodos dan resultados, y que lo que para algunos es basura, para ella es una fuente de evidencias capaces resolver un caso por sí solos. El cerco de una taza de café, el trazo de la tinta en un papel, una cortina echada, unos ruidos extraños por teléfono o el polvo acumulado en un mueble son más que suficientes para que se le encienda la bombilla en la cabeza (de nuevo, muy en plan ‘House’) y todos los cabo sueltos se unan. Y por supuesto, que nadie le quite su monólogo al final frente a todos los sospechosos; el único momento en que realmente se convierte en la diva que es.
Para seguir disfrutando de María Pujalte y sus misterios, tenemos por delante trece episodios con sus correspondientes trece misterios, empezando esta misma noche a las 22:15 en La 1 y TVE HD.
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