¿Quién lo hubiera dicho hace un par de temporadas, cuando se estrenó esta serie? Ha habido polémicas, mucha audiencia, mucho ruido mediático, y dos temporadas en las que buena televisión, lo que se dice buena televisión, ha habido poquito. Pero poco importa, porque incluso ahora que El Duque no va a seguir en más temporadas (no hace falta que cuente por qué, me parece a mí) llegará la tercera en breves semanas.
Prometo que, observando cuánto se ha escrito sobre ella, y las reacciones de los aficionados, he intentado verla con los ojos limpios, evitando machacarla demasiado. Tal cosa he intentado hacer, por ejemplo, con ‘Física y Química’, con idénticos resultados: la mayor parte de los episodios no había por donde cogerlos.
Sí que había alguno que otro que no estaba mal del todo, quizá, seguramente, porque en comparación con otros verdaderamente nefastos, se terminaba sacando algún aliciente. No sé si en España no sabemos hacer buenas series de género, o es que directamente estamos anticuados televisivamente hablando, pero a veces a uno se le caía la cara de verguenza ajena con algunas soluciones dramáticas empleadas en la serie.
Pienso que la principal razón de todo esto es que, para qué engañarnos, es una serie muy cutre que intenta ser una serie de calidad. Es como una chica hortera que se cree que viste a la última. Y esto no sólo es debido a una producción claramente incompetente y a un diseño de producción horrendo, sino a una falta de imaginación en la puesta en escena apabullante. Y no, no es excusa tener poco dinero. Nunca es una excusa.
Y es que el equipo de directores se nota que no está debidamente complementado, y que cada uno va a la suya y no le interesa demasiado de qué episodio vienen sus personajes (dirigido por un compañero) y a qué episodio van. Al menos, en algunos aspectos esta serie puede servir para aprender qué es lo que no se debe hacer.
Otro de los principales problemas, que me da algo de esperanza para la tercera parte, es la excesiva servidumbre de las historias hacia la figura del Duque, interpretado con escasa convicción y limitado talento por Miguel Angel Silvestre, un chaval de físico muy pegadizo en pantalla, pero que todavía tiene mucho que aprender, aunque interprete como si fuera ya el sucesor de Robert De Niro.
Sí me parece que hay cosas salvables, como la actriz Maria Castro, a la que pienso que si le dieran algo más de chicha en su papel podría hacer algo interesante, pues me parece que tiene instinto y presencia, mucha más que Salamanca, demasiado imbuida en su rol de sufriente sin más registros.
Pienso que hace falta un poco más de trabajo y un poco más de humildad. Parecen niños jugando a hacer series de mayores. Ahora, en la tercera temporada, nos centraremos más en la figura de Catalina, que como recordaremos está en la cárcel de mujeres. Viendo algunas fotos del rodaje comienzo a preocuparme, viendo a esta chica bronceada y con pelo pantene, algo poco creíble si lo estás pasando mal en la cárcel.
Pero así es la serie, chicas monas, chicos monos, mucha pose. Quizá le falte algo de desparpajo y desmelene, acaba resultando demasiado seria. Ya veremos qué nos depara esta tercera temporada, quizá haya algún episodio salvable. Eso sí, el éxito está asegurado, con o sin Duque.
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