El periodismo de investigación siempre ha sido terreno de arenas movedizas. Esta máxima se enseña en las facultades a los muchos aspirantes a periodistas que desean tener un nuevo Garganta Profunda o destapar los casos más oscuros. Pese a que encarna gran parte de los mejores valores de la profesión (esa necesidad por desenmascarar las mentiras, esa casi obsesión por ser útiles a la sociedad), sus instrumentos bordean, la mayoría de las veces, los límites de lo ético. Y en no pocas ocasiones, lo traspasan.
Ese tipo de periodismo, pasado a la televisión, implica aún una mayor necesidad de espectáculo, de enfrentamiento, de bronca visual. Ya no es sólo al dificultad de conseguir fuentes fiables con datos demostrables, sino que en TV la investigación ha de poder verse y eso implica o forzar los límites al extremo plasmar las denuncias en forma de reconstrucciones (que es muy difícil que salgan bien paradas).
Por eso, me echo a temblar cada vez que Telecinco o Antena 3 (las que más tratan de aprovechar el tirón de la coletilla) se sacan de la manga uno de sus supuestos reportajes de investigación. Ya hemos visto cómo funcionan: ya nos sabemos de memoria las pifias míticas de los programas del corazón vendidas como exclusivas con horas de trabajo detectivesco por detrás. Ya conocemos los fiascos sobre medicina estética, sectas y otros muchos asuntos. Nos han regalado tantas horas y horas de televisión sensacionalista disfrazada de periodismo de investigación que es inevitable ponerse en lo peor.
Sin embargo, el reportaje sobre la mafia de Coslada emitido en Telecinco permite albergar pequeñas esperanzas. Si extirpamos de raíz la tertulia posterior moderada por Jordi González fue un buen programa. Sobrio y documentado, claro en sus objetivos y casi sin necesidad de alardear de sí mismo. Muy poco "de investigación" si se piensa: más cercano a un reportaje de Informe Semanal. Pero es que, en realidad, el reportaje largo que usan Informe Semanal o Documentos TV es lo más cerca que puede estar la televisión de la investigación más honrada. El resto (cámaras ocultas y demás) es sólo espectáculo sensacionalista.
En ¡Vaya Tele! | Los casos reales y su tratamiento