Sin demasiadas sorpresas la gala final de 'Gran Hermano' se llevó la noche gracias sobre todo a que desde Telecinco supieron montar, por fin, una gala en condiciones, plagada de excepciones y de recursos que agilizaron una salida de los finalistas que estaba más qué cantada. Va a resultar que, también en televisión, el hambre agudiza el ingenio.
A estas alturas, multitud de voces discordantes clamaban que en la final no estaban los concursantes que verdaderamente lo merecían. Después de casi cinco meses de programa, de muchas idas y venidas, repescas, expulsiones disciplinarias y demás, a los responsables del programa les tocó bailar, como quien dice, con los finalistas más feos, y supieron hacerlo bien.
Nunca me han gustado las galas finales de 'Gran Hermano', y he visto unas cuantas. Bien es cierto que en la de anoche se saltaron a la torera algunos de los principios más básicos del programa pero la ocasión lo requería si no querían que los espectadores muriesen de aburrimiento. Destaco tres cosas: que les pusieron a Ángel y Saray imágenes del concurso para que se tirasen de los pelos, a traición y sin el más mínimo escrúpulo; que Saray tuvo tiempo para discutir a gusto en el plató, cosa que ni Pilarita ni Ángel iban a hacer; y que el viaje al futuro de Ángel no fue en directo (la primera conexión sí, el resto no), con lo que consiguieron agilizar el espectáculo.
El orden de salida de los finalistas estaba cantado porque las encuestas eran demoledoras así que tenían que buscar la sorpresa por algún lado. El colofón del programa fue la casa de 'Gran Hermano 12', demasiado futurista para mi gusto, y el anuncio de la apertura de los cástings de la próxima edición. Intuyo que la pretensión de Telecinco es estrenar la nueva edición antes de que acabe este año y no es de extrañar porque, a pesar de todo, 'Gran Hermano' sigue funcionando.
Imagen | Telecinco Más información | Fandemia En ¡Vaya Tele! | 'Gran Hermano' y su gestión de las expulsiones disciplinarias