Este artículo iba a titularse “Gran Hermano 12+1 echa el cierre”, pero, a tenor de lo que os contó mi compañero Manuls el pasado jueves, esa afirmación ha perdido sentido. ‘Gran Hermano’ ha concluido un ciclo natural que viene a decir que los realities comienzan con un número determinado de concursantes que van siendo expulsados hasta que sólo queda uno que, consecuentemente, se alza como vencedor, pero este mismo miércoles, la casa se abrirá de nuevo para recibir a los concursantes… que acaba de despedir.
¿Qué conclusión se puede sacar? El programa comenzó a mediados de enero, con lo que cualquiera podría pensar que la audiencia se ha quedado más que saciada, más teniendo en cuenta la amplia cobertura que Mediaset ofrece con galas, debates, resúmenes, seguimientos en los magazines… pero no. Aunque muchos no puedan comprenderlo (algunos porque tampoco se plantean hacer ese esfuerzo) la edición de ‘Gran Hermano’ de este año se ha reencontrado con gran parte de un público perdido que ahora desea más y más.
Gente simpática
Los seguidores del programa están bastante de acuerdo en afirmar que el casting de la edición de este año ha sido bastante majo. Durante los últimos tiempos (con una apoteósica cumbre durante la edición anterior) los individuos que se convertían en concursantes tenían cierta querencia por el conflicto y por hablar en un tono que les permitiera ser escuchados sin micrófonos más allá de Fernando Poo. Los insultos y demostraciones de hostilidad estaban a la orden del día.
Pero en esta edición ha habido más ganas de hacer broma y pasarlo bien, todo debido a un casting de personas bastante “normales” y agradables. Puede que haya tenido que ver el hecho de que el año pasado se expulsó a dos concursantes que mantenían encuentros sexuales porque consideraban que era lo que la audiencia demandaba. Alguna mente pensante debió decidir que una impostación tan evidente tenía que marcar un punto y aparte, pues eso mismo es lo que ha acabado con ‘Gran Hermano’ en otros países: las relaciones escandalosamente guionizadas y los numeritos artificiales.
Uno de los valores del programa ha de ser la naturalidad, y el no saber qué reacción tendrá una persona real ante una situación más o menos trascendente, como: “mi pareja ha entrado por sorpresa en la casa” o “no quiero cenar garbanzos por quinta vez esta semana”. Algo que conquistó en la primera edición y que ahora se ha intentado recuperar es esa sensación de que los concursantes son un grupo de amiguetes viviendo en un campamento de verano con sorpresas, fiestas y piscina.
La polémica de "Dale la vuelta"
Pero no sólo de buen rollo vive el hombre y cada año el concurso trata de reinventarse a sí mismo para ofrecer sorpresas a unos fans que ya se las saben (o eso piensan) todas. Con el concepto “Dale la vuelta” se han vivido dos etapas diferentes: la primera, la de toda la vida, los concursantes nominan a quien les cae peor y el público expulsa, y la segunda, los concursantes nominan a quien les cae peor y el público elige un finalista. Y este giro, en algunos momentos, se le ha podido ir de las manos al programa.
Los espectadores, de forma mayoritaria, se han mostrado contrarios a esta sorpresa: que los concursantes no supieran que estaban nominando a futuros vencedores les ha parecido tramposo. Y los espectadores de ‘Gran Hermano’ son de temer. El concurso no se juega sus habichuelas únicamente con la publicidad, sino que debe contentar a toda esa masa social que se deja sus euros cada semana mandando mensajes de texto o llamando para expulsar.
¿Sabéis de esas campañas que han hecho seguidores de series cuando tal personaje ha muerto o este otro ha tomado una decisión que a los fans no ha gustado? Cuando una temporada se emite, hace tiempo no que se grabó, sino que se escribió el guion. Imaginaos la inmediatez que esto puede tener en un reality que se vive (por parte de concursantes y fans) en directo. En ‘Gran Hermano’, al minuto siguiente de anunciar cómo se elegirían los finalistas, el Twitter de Jaime Guerra, productor ejecutivo, echaba humo. Y en tres días, aguardaba otra gala, y nuevos enfados.
La influencia de las redes sociales ha sido mayor que nunca, provocando que los seguidores se escindieran en dos grupos: los que seguían el 24 horas y los acontecimientos al dedillo y los que sólo miraban los resúmenes y las galas y estaban expuestos, por tanto, a lo que el programa quisiera mostrar y filtrar. El acceso a los blogs, a dejar comentarios en la web o a bombardear los twitters de éste o aquel hace débil y fuerte al programa. No se puede controlar a esa masa desatada, pero, por otro lado, bendita masa desatada.
La falsa final
Ésta ha sido la guinda del pastel. Durante las semanas previas, los concursantes expulsados estaban en realidad convirtiéndose en finalistas y pasando a vivir a una casa secreta. ‘Gran Hermano’ ha podido estirar así las costuras de su concurso y conducir el juego hasta límites aún no explorados: los llevaba al plató, les hacía una entrevista en la que veían la repercusión de su paso por el programa y los volvía a encerrar, para que lidiaran con las consecuencias.
Mientras tanto, aquellos que iban pasando eliminatorias y creían ser los favoritos de la audiencia vivieron lo que ‘Gran Hermano’ calificó, con mucho orgullo, como la primera falsa final de la historia y que muchos seguidores tildaron de uno de los actos más crueles en cuanto a telerrealidad se refiere: que cuando estás a punto de ganar 300.000 euros te digan que todo es bromita no debe de ser bueno para la úlcera.
Una de las novedades que ha venido de la mano de esta segunda y, a veces, caótica etapa, ha sido la elección por parte del finalista de un concursante más uno que le acompañara en la final (en la de verdad). Y su consecuencia es que se llegara a la ultima semana de programa con ocho concursantes dentro de la casa, casi tantos como cuando empezó. Nos ha permitido ver conversaciones del tipo “tú hablaste mal de mí, prepárate a darme explicaciones”. Esto sí ha sido una verdadera novedad, algo que la audiencia ha disfrutado por esa nueva dimensión que significan las relaciones condicionadas por la verdad parcial que unos saben sobre otros, y que está en el germen de esa Re-vuelta que se avecina.
Y la verdadera
Y así es que como ayer se llegó al cierre auténtico y verdadero de esta edición. Telecinco consiguió caldearlo como nunca: polémica porque un finalista no aparecía en las promos de la final, polémica porque una "más uno" no fue invitada al plató... Un principio de gala con un refrito de vídeos más que masticados por los espectadores, o sea, un poco aburrido, adornado con la emoción condensada por los breves momentos en que se anunciaba la clasificación final. Y cómo sube la intensidad, y cómo aguantan la respiración los miles de espectadores... 'Gran Hermano' todavía consigue lograr esto.
Por lo demás, el programa se ha ido sucediendo en su línea: concursantes que entran para cumplir el sueño de su vida y a los tres meses ven su universo sentimental destruido; enfrentamientos en el plató más interesantes que los vídeos del interior de la casa con la gladiadora Mercedes Milá defendiendo el honor del concurso contra quien se tercie y si es con varios a la vez mejor; repescas, visitas familiares, intercambios, pruebas noctámbulas…
‘Gran Hermano’ se está echando una cabezadita y vuelve enseguida. ¿Está más sano que nunca? Pues yo casi me atrevería a afirmar que sí, que ha sabido frenar el desgaste de los años con pequeños estiramientos faciales, sin caer en en el abuso de bótox que mata la naturalidad y que ha significado su defunción en otros países. ¿Por cuánto tiempo? Pues hace muy poco Mercedes Milá anunció su deseo de preparar un 'Gran Hermano' que no terminara... Estaremos atentos.
En ¡Vaya Tele! | Cinco puntos por los que 'Gran Hermano' sigue funcionando