Hacía calor anoche en casa, y en todo el país, supongo, y por una de aquellas casualidades de la vida (si existieran) mi mando se atascó en no sé qué número y en la tele apareció Emma García al frente de ‘El juego de tu vida’, esa evolución lógica, en la lógica de la televisión, del programa de testimonios enfocado hacia el saber sacar rentabilidad económica de las miserias personales de cada uno donde cada uno de los que van sabe a lo que va… o debería.
Y como tenía ganas de dormir, lo dejé puesto, a ver si me narcotizaba... Nada destacable para empezar: un joven que se parecía a Alejandro Sanz antes de que el cantante se comiera a sí mismo y que tras dejar a su madre a la altura del betún intentaba vadear las sospechas que tenían todos menos él sobre su inminente salida del armario, una chica que quería tirarse a su amiga pero no lo explicaba ante su pareja a no ser que le dieran un buen dinero por ello… Nada, sólo planos de recurso para el ‘APM?’ y gasolina para otras parodias, vamos.
Hasta que apareció en pantalla Vanessa.
Vanessa me cayó mal desde el primer momento. ¿Sabes esa gente que la ves y dices “ay”? Pues eso me pasó a mí con Vanessa, y mantenerla ahí sólo confirmó mis sentimientos. Además de dejar más o menos claro que entre ella y su marido las cornamentas eran un adorno de quita y pon, vino a decir que los amigos de su pareja pertenecían a una casta inferior y por eso no los soportaba, y también confesó que gracias a un contacto de su padre había estafado a Hacienda.
¡Un momento! ¿Que gracias a qué había hecho lo cualo? Creo que cualquiera que tenga referencias sobre este programa ya sabe que ahí van los concursantes a dar lo mejor de sí mismos, lo cual, si no es decir mucho, tanto mejor para el show y, mientras hablan acerca de sus sueños eróticos con la cabra de la Legión, sus parejas, sus padres y hasta sus abuelos los miran con cara de Abe Simpson y aplauden a rabiar cuando les dicen que han pasado de nivel. Y eso es así hasta que alguien desde las alturas decide que se acabó el carbón. Anoche, por ejemplo único ya que no voy a perder el tiempo en buscar más, no había manera de pasar de la pregunta 18. Al llegar allí, todos los que habían contado cosas incontables se rajaban de repente cuando les preguntaban por una nimiedad comparada con el resto de lo confesado. Curioso, por no decir “sospechoso”.
Pero será mejor que vuelva de los cerros de Úbeda, que estábamos hablando de Vanessa, la que decía que había mangado dinero al Fisco y se había quedado tan campante, aunque no fue su tranquilidad la que me llamó la atención sino la pachorra del resto de los allí presentes. Claro, porque en otra época yo sé que una declaración como esta se hubiera saldado con una denuncia a la Guardia Civil y con una pareja en la puerta del plató, no para explicar cosas inconfesables ante las cámaras sino dispuesta a llevarse a Vanessa hasta un lugar en el que dar rienda suelta a sus confesiones ante un juez, pero me da a mí que hoy en día, después de todo, aún le impondrán a Vanessa la Medalla al Valor, por chula.
Apagué la tele. Buenas noches.
Total, que como no quiero perder mis referentes sobre este programa y como no voy a buscar la edición de ayer en internet, ahí dejo un vídeo sobre lo que es para mí este programa: