Todos sabíamos que Telecinco preparaba la vuelta de Amor a la casa de Gran Hermano como revulsivo ante la sutil pérdida de audiencia semanal. Muchos hemos valorado este interés como un fomento del morbo y del mal gusto de los que suele alardear Telecinco en sus momentos de flaqueza. Ahora bien, la respuesta de la audiencia ante la manipulación grosera era algo que estaba por cuantificar, hasta hoy.
El jueves, día de la vuelta de Amor, Gran Hermano subió puntos y lideró la noche. Y El Debate del domingo marcó su máximo de espectadores. Ambos espacios convirtieron a Amor en bandera y se entretuvieron destripando su presencia en la casa. La web del programa también reproduce y destaca vídeos en los que Amor es la protagonista.
Es en ocasiones como ésta cuando yo me pregunto qué fue antes, si el huevo o la gallina. Porque Telecinco puede intentar salvar la temporada del programa dando minutos a una concursante polémica, pero que la audiencia responda positivamente ante la estrategia es algo de difícil explicación y descarga de su culpa a la cadena. Bien es cierto que Gran Hermano es un reality, nada más, y tiene que cumplir con las expectativas de los telespectadores ante este tipo de formatos. Pero, ¿no se cansan los telespectadores de ver en un reality cosas que se alejan tanto de la realidad?
Y es que me parece que con la estrategia de hacer que recaiga todo el peso del ritmo del programa en Amor, Telecinco llega a la frontera que define la telerealidad y roza las características de la ficción. Una concursante expulsada, con tanta información del exterior y que ha perdido totalmente la inocencia rompe drásticamente con uno de los pilares del programa: la total ausencia de información. A pesar de que haya prometido no decir nada, actúa como lo hace porque lo sabe todo. Me resulta asombroso que los espectadores acepten y apoyen este tipo de premisa, tan distinta a la original. Quizá es que lo que resulte rentable sea un cambio en el formato.
En ¡Vaya Tele! | ¿Un Gran Hermano aburrido?