Albert Castillón se está convirtiendo en una de las personalidades televisivas del verano gracias a sus apariciones en los programas rosa de Telecinco como A tu lado. Es el típico caso de un profesional de segunda división que un día tiene un golpe de suerte y logra saltar a la palestra. En este caso, gracias a la Operación Malaya y sus secuelas, cima del reality-noir ibérico.
No es que fuera exactamente una sorpresa, ya que lo de Marbella se veía venir, pero Castillón ha estado en el lugar justo en el momento adecuado para erigirse como experto cualificado en el tema frente a periodistas cuyo conocimiento de la realidad se limita al color del tinte de la Duquesa de Alba y colaboradores amateur que han llegado a la posición por sus amistades en el mundillo (habitualmente por ser o haber sido mujer de) o participado en un reality-show.
Castillón ha tenido premiados programas de radio en Onda Rambla y ha despuntado por el talk-show Castillón en compañía en la red de emisoras locales de Local Media. Pero la realidad es que su rigor en el tema de la corrupción no es que sea espectacular. Su libro, titulado apropiadamente El libro negro de las mafias (yo en esto de libros negros me quedo con el del comunismo, que sí que era siniestro), tiene más oportunismo que profundidad.
Y la afirmación sin pruebas de que Julián Muñoz es un confidente de la policía no sólo demuestra falta de ética periodística, sino que raya en lo criminal al poner a una persona en una situación de claro peligro físico. Pero entiendo que Castillón esté deseando dejar el ámbito local, donde los periodistas más o menos independientes son asfixiados por el temor de perder el favor del político de turno. Y es que cuando la prensa está subvencionada, es imposible que sea libre.
Así que Castillón está acampando en Telecinco y empieza a ser objeto de críticas por otros compañeros menos fotogénicos. No sé si será envidia o no, pero coincido con Castillón en que Marbella es un foco de tanta putrefacción que probablemente nadie esté a salvo y que por tanto no está mal contar con el punto de vista de un forastero, una expresión tan propia de los westerns y los pueblos andaluces.
Con su voz tan radiofónica, buenas maneras e innegable polivalencia, Albert Castillón debe estar esperando una oferta para presentar ya algún programa. Pero que no espere sentado por Canal Sur, donde gracias a sus halagos a la Junta de Andalucía tiene las misma posibilidades de trabajar que Karmele Marchante.