Arrancó Sitges. ¡Y menuda jornada! La 42ª edición del Festival Internacional de Cine Fantástico de Catalunya se inauguró el jueves 1 de octubre, para presentar ‘[Rec] 2’ un día antes de que llegara a los cines de toda España, pero realmente el primer día del certamen ha sido hoy (viernes 2), mostrando ya una ración de lo mejor y lo peor de la programación de este año. Sólo he visto dos películas (aunque una de ellas vale al menos por cien) en esta primera jornada, pero llevo en pie desde las ocho de la mañana, y son ya las tres de la madrugada cuando os estoy escribiendo esto; mañana tengo que levantarme a las siete, así que además, qué gran alegría, voy a dormir muy poco.
¿En qué se ha consumido el día? Bueno, Sitges es un sitio especial, y su Festival también, claro. El Hotel Meliá, que es donde ocurre casi todo (los pases de prensa, las entrevistas, etc.), está en las afueras, y a menos que tengas suficiente pasta como para buscarte allí una habitación, amigo, aquí hay que andar; hay otros dos cines situados en el centro, pero hay que ir al Meliá. Si es tu primer día, y estás en un sitio que no conoces, la cosa es más complicada; por fortuna esto es un pueblo, aunque seas un desastre y odies los mapas pero aún así prefieres encontrar los sitios por tu cuenta (mi mano está alzada), al final llegas a donde sea. Asfixiado, maldiciendo, pero llegas.
Estoy en Sitges desde el jueves por la noche (después de un viaje de ocho horicas en tren), y hoy (viernes) tuve que ir a la sala de prensa a recoger la acreditación, la mochililla oficial y el material publicitario correspondiente; la chica que me atendió fue muy simpática, por cierto, pero no todos son así aquí, uno de los tipos que entregan los “tickets” para prensa estuvo a punto de saltarme al cuello y escupirme cuando pensó que le iba a pedir más de los que me tocaban (no te dejan sacar más de tres “invitaciones”, al menos, oficialmente). Os aclaro que estos “tickets” tienen que pedirse el día antes de las proyecciones a las que se desea asistir, son limitados y sólo pueden recogerse a partir de las cuatro de la tarde; un sistema extraño, que más que nada sirve para que los que estamos acreditados acumulemos estrés, y compremos entradas si no llegamos a tiempo (esto me ha pasado ya hoy con ‘Hierro’).
Así que he ido de un sitio para otro, y he visto dos films, ¿qué más? He estado en una rueda de prensa (mañana os cuento), y realizado tres entrevistas (ídem); creedme, aquí no funciona esa cosa llamada puntualidad. Tenía apalabradas tres citas en el Meliá a lo largo del día, y en las tres ocasiones tuve que esperar, en torno a media hora cada vez. Pero bueno, gracias al primer retraso pude por fin beber algo; un café con leche, de dos euros con treinta céntimos, en la cafetería del hotel. Eso fue a la una, más o menos, y hasta las tres no pude por fin comer algo (croquetas, olivas y una ensalada, prefiero no deciros cuánto me costó). Mi estómago me insultaba, mientras mi espalda empezaba a lanzarme mensajes de dolor, harta de tener que soportar el peso del inútil portátil (mañana lo dejo en el apartamento, o mi espalda se pone en huelga, me ha avisado formalmente).
La puntualidad también falla en las proyecciones, no empiezan a su hora, pero siempre hay gente que llega aún más tarde y a pesar de la amenaza de no dejar entrar a nadie una vez iniciada la película, se pasa la mano y se permite, lo cual no veo mal, siempre y cuando no sean justo unas personas que quieren sentarse a tu lado. Nada, nada, uno se pierde unos segundos hasta que pasan por delante, con las piernas encogidas porque no hay sitio, y listo. Ah, no, que además el que ahora está a tu lado te pregunta si se han perdido mucho… ehm, no, bueno, sólo los siete primeros minutos, poca cosa…
Y ya voy a por lo que más os interesa. Las películas. He visto lo nuevo de Park Chan-wook, ‘Thirst’, y el primer largometraje del debutante Gabe Ibáñez, ‘Hierro’.
Sobre 'Thirst' e 'Hierro'
La coreana es, en pocas palabras, una de las películas más sorprendentes, fascinantes, provocadoras y divertidas que he visto en mucho tiempo. Es una auténtica joya con la que el director de ‘Old Boy’ demuestra que aún sigue teniendo mucho cine en las venas, que todavía tiene mucho que decir después de ese pequeño bache que supuso la flojísima comedia “ameliana” sobre la chica que creía ser un cyborg (un "postre" en palabras del director, y se entiende, pero fallido, sin chispa). La más siniestra, sexual y retorcida ‘Thirst’ narra la historia de un sacerdote que, por accidente, se transforma en un vampiro, por lo que su mundo y sus creencias comienzan a derrumbarse. Todo se complica aún más cuando inicia una relación con una mujer casada, entrando en una espiral de deseo y sangre que parece insaciable. Los protagonistas, en especial ese coloso que es Song Kang-ho, capaz de meterse con convicción en cualquier papel, están impresionantes, y la puesta en escena es la del mejor Park, dejando en ridículo convencional el thriller "made in USA". El único defecto que le encuentro a la película es que quiere contar tanto, alargar y aprovechar tanto a los personajes y sus circunstancias, que al final se hace un poco pesada, encadenando giros bruscos que perjudican la progresión dramática. Con quince o veinte minutos menos, 'Thirst' sería gloriosa.Por el contrario, ‘Hierro’ fue una completa decepción, la primera del certamen (no obstante, es cierto que hubo aplausos al final, seguramente porque el director y la protagonista estaban en la sala, porque la cosa que vimos no los merecía). Esperaba bastante de este thriller de terror psicológico (bueno, esperaba emoción y tensión, lo normal en realidad), presentado antes en el lujoso festival de Cannes, que narra la aventura de una joven madre (Elena Anaya, a la que vemos desnuda, por supuesto, y todos contentos) que pierde a su hijo, y se desespera buscándolo. Ya sabéis, todo el mundo le dice que está loca, pero ella "sabe" lo que ha pasado. Ya lo hemos visto antes, y mucho mejor. La opera prima de Ibáñez, premiado técnico de efectos especiales, aburre, no engancha en ningún momento y está llena de situaciones inverosímiles, de las que te sacan de la ficción sin remedio. No se sabe cómo explotar la idea principal, rellenando tiempo con escenas superfluas para meter efectitos y virguerías fotográficas. Anaya lo intenta y está correcta, sin más, con un personaje demasiado trillado ya en el cine, pero los secundarios están bastante mal, parecen robots soltando frases que no se creen. Y el final es lamentable, subrayando varias veces la supuesta sorpresa, como si el público fuera idiota. Muchísimo mejor estuvo el corto que se proyectó antes, titulado ‘Alma’.
Espero poder contaros más de estas dos películas en futuras críticas. Y ahora sí. Cierro el chiringuito. Mañana (en unas horas) más. Bona nit.
PD: Ése soy yo, sí, en la sala de prensa, a eso de las nueve de la mañana, pensando en positivo, en desayunar y dormir la siesta. Qué ingenuo…
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