Ya sé que aún quedan meses y muchas películas por ver, algunas tan interesantes como la última (doble) de Eastwood o el remake de Scorsese, pero dudo muchísimo que ninguna de ellas consiga provocarme la cantidad de emociones (intensísimas) que sí ha logrado esta maravilla titulada 'Hijos de los Hombres' y que lleva la firma de un impresionante Alfonso Cuarón. Seguro que os ha pasado más de una vez, que véis una película y durante todo el visionado estáis dentro de la acción, participando emocionalmente de lo que ocurre, y cuando acaba cuesta mucho levantarse del asiento y pasar página, porque aún arrastras las secuelas del film y sólo quieres quedarte parado, pensando en lo que acabas de disfrutar. Eso mismo me ocurrió con 'Hijos de los Hombres' en el gran Auditori, en el recientemente finalizado Festival de Sitges, impidiéndome aplaudir como loco, cosa que me habría gustado si no me hubiera encontrado helado de puro placer.
'Hijos de los Hombres', basada en una novela de P.D. James, comienza con el fallecimiento de la persona más joven del planeta, con poco más de 18 años, durante una pelea con unos fans. Este trágico suceso tiene mucha más importancia cuando descubrimos la premisa (fantástica) de la que parte la historia: las mujeres han perdido la capacidad de procear y el ser humano está condenado a la desaparición. En este contexto, Theodore Faron (Clive Owen) será 'reclutado' por una organización terrorista con un motivo: ayudar, a través de sus contactos, a que una chica pase la frontera. Sorprendentemente, la joven resulta estar embarazada, algo considerado imposible.
Ya dije en otro momento, cuando publiqué una entrada con clips de la película, que 'Hijos de los Hombres' no me atraía en absoluto y que el trailer me resbalaba con facilidad. Fue al ver esos clips, esos extractos de escenas del film, cuando despertó mi interés. Y no fue por otra razón que por el extraordinario uso del plano secuencia. A la dificultad de crear este tipo de planos, se sumaba una puesta en escena brutal, planteando escenarios llenos de personajes y de sucesos sorprendentes (la gran explosión del principio, por ejemplo). Todo ello sin cambiar de plano, sin cortes, dando una sensación de realismo sensacional, fuera de lo corriente. La desconfianza me llevó a pensar que esto sólo serían un par de momentos dentro de todo el metraje, pero estaba muy equivocado. La película contiene numerosos planos secuencia a cual más espectacular y brillante... bueno, en realidad, hay uno que es tan asombroso, en la parte final del film, que te mantiene pegado a la butaca, con los ojos como platos y casi sin respiración. Transcurre en una ciudad que es un completo campo de batalla y a Cuarón no se le ocurre otra que meter la cámara en medio, arrastrando al espectador a lo más profundo del conflicto, dejándolo tan sorprendido como extasiado. Es imposible (y tampoco quiero intentarlo) describira, hay que verla, hay que vivirla. Es, sin ninguna duda, lo mejor de todo este año. Siendo muy generoso con el resto de producciones de años anteriores y porque es posible que aún tenga impregnados los fotogramas en las retinas de una forma que me impida pensar con objetividad. Es lo que consiguen este tipo de películas magistrales, que siguen dentro por mucho tiempo.
De nuevo usaré la palabra sorprendente, pero es que es así, toda la película lo es. Pero sobre todo lo es la labor de Alfonso Cuarón. El realizador mexicano consigue una obra imposible, tan arrolladora visualmente como interesantísima en su potente discurso, poniendo sobre la mesa dilemas humanos, morales, filosóficos, ante los ojos y los oídos del respetable público, muy poco acostumbrado a estrenos tan complejos como éste. Cuarón, al que nadie esperaba encontrárselo de esta forma, con una pletórica puesta en escena, y un ritmo endiablado, desarrolla una historia oscura y realista, trágica, actual, en el marco de un futuro que todos, o al menos todos los que leen el periódico o ven el telediario, sentimos muy cercano. Evidentemente, el punto de partida de la película es ficticio y, a priori, poco realista, claro, pero ya sabemos, por experiencia, que la realidad supera la ficción. El planteamiento de 'Hijos de los Hombres' es tan inteligente como sutil, y permite la ramificación de subhistorias igualmente llenas de interés, facilitando la creación de situaciones tanto reflexivas como frenéticas. El descubrimiento de una esperanza en un mundo caótico, perdido en las sombras, abrirá toda una telaraña de emociones, ensalzando una película extraordinaria en todos sus sentidos. Atención, por cierto, a todos los detalles que podáis, porque la pantalla deja al espectador mirar donde quiera y no es por mero formalismo. ¿Os acordáis de esos posters de la película, tan originales que sólo eran pintadas en una pared? Pues podéis buscarlos cuando el personaje de Theo camina por la calle, porque están ahí, integrados en un paisaje de rebelión y destrucción. Porque ésa es otra. El diseño de producción es impresionante, por no hablar de la banda sonora, increíblemente acoplada a las necesidades de la historia. Pocas veces va a poderse disfrutar de un paisaje similar, con cientos y miles de personas viviendo dentro de una sociedad moribunda, totalmente realista y, por tanto, terrible. No creo que nadie vaya a quedar indiferente al ver a todos esos inmigrantes enjaulados como animales y menos aún al darse cuenta de que ése es el siguiente paso en nuestro presente. 'Hijos de los Hombres' es el mañana. Y lo sabemos.
Suele ser habitual en todo análisis de un film, hablar de los actores, tanto positivamente, como elementos favorecedores, como negativamente, justificando ciertos bajones en la obra cinematográfica. Es lo normal, ya digo. Sin embargo, en casos como el que nos ocupa, y aunque parezca gratuito, los actores están tan integrados en lo que ocurre a su alrededor, tan metidos en la historia, que sólo podría destacarse a Clive Owen, el protagonista de la película, el único que Cuarón mantiene casi siempre en pantalla, otorgándole el papel de alter ego del espectador. Realmente, todo esto sigue en esa dinámica de hacer realista una historia de ciencia ficción, creando una sensación de estar viviendo lo que ocurre en la pantalla, como si, de verdad, viviéramos en el año 2027 (tampoco falta mucho). Esto, claro, está reforzado por los mencionados planos secuencia, en ningún momento alardes huecos de poderío, sino totalmente necesarios (para quien pueda idearlos y lograrlos, por supuesto). En todo caso, merece reivindicarse a Owen como uno de los actores más en forma del presente, capaz de hacer lo que le dé la gana y, siempre, ganarse la atención y el visto bueno del público. En 'Hijos de los Hombres' está inmejorable, con un personaje en principio serio, triste y pesimista, que evoluciona hasta ser un auténtico héroe, pero de los de carne y hueso, de los que sufren y ríen, de los que lloran y sacan fuerzas de donde no hay para salir adelante y cumplir con su propósito. En cuanto a Julianne Moore, Michael Caine o Chiwetel Ejiofor, sólo destacarlos porque son nombres famosos, pero ya digo que sus personajes están totalmente integrados en una historia grandiosa, complejísima, y es así como debe ser. No diré nada, pero os aseguro que nada borrará de la memoria los desenlaces de ciertos personajes, que, con pocas pinceladas, son tan próximos al espectador como si se los conociera de toda la vida.
En definitiva, una maravilla cinematográfica, de extraordinaria factura, una obra tal calibre que puede ser considerada, fácilmente, en términos de valentía, fuerza visual y discurso, como una de las mejores películas de lo que llevamos de siglo (como mínimo). En un año de mucho ruido y pocas nueces, 'Hijos de los Hombres' se ha destapado como una gratísima sorpresa, un soplo de cine fresco, y coloca a su director, Alfonso Cuarón, en el altar de los más grandes, al menos, actualmente. Resulta increíble lo que ha logrado Cuarón. Ojalá no nos tenga mucho tiempo sin otra obra suya. Aquí nos tendrá esperando, esperanzados con su talento.
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