La expresión game-changer se utiliza mucho (muchísimo) en la televisión estadounidense cada vez que hay un capítulo cuyos responsables juran y perjuran que va a dar una vuelta de tuerca definitiva a la serie. De hecho, en cuanto se acercan los finales de temporada, lo habitual es escuchar esa expresión mencionada en prácticamente el 80% de las series. Luego, por lo general, el mencionado “cambio en el juego” se queda en nada y, en realidad, no es más que una estratagema para que todo continúe igual. Cuando una serie como ‘Bones‘ decide titular su cierre de la sexta temporada precisamente así, ‘The change in the game’, lleva a preguntarse a qué están jugando Hart Hanson y Stephen Nathan, sus dos productores ejecutivos.
‘Bones’, de hecho, está especializada en finales de temporada que dividen radicalmente a los fans. En la tercera entrega descubrimos que Zack era el ayudante de Gormogón; en la cuarta, tuvimos aquel sueño-realidad alternativa en el que Booth y Brennan estaban casados; en la quinta, después de que Booth se declarara a Brennan, ésta opta por tomarse un año sabático del Jeffersonian, y en la sexta, después de que Booth sabotee inconscientemente su relación con Hanna y de que Brennan le reconozca, por fin, que se equivocó al rechazarlo, nos sueltan una bomba que, efectivamente, sí cambia la dinámica de la serie para la próxima temporada (que evidentemente es un gran spoiler), marcándose un poco un “Mulder y Scully en la séptima temporada de ‘Expediente X‘ (pero sin abducción extraterrestre)”.
Tensión sexual resuelta
Esa comparación nos viene a cuento porque el anuncio de Brennan de que espera un hijo de Booth es la confirmación de una resolución de la tensión sexual que no hemos visto en pantalla (la vimos en el sueño de la cuarta temporada), pero que era muy evidente que se había producido sólo con ver la cara de niña feliz de Huesos cuando le cuenta a Angela lo que pasó en casa de Booth tras la muerte de Mr. Nigel-Murray. Del mismo modo, podíamos sospechar que algo pasaba en el último capítulo por las alusiones continuas de Brennan a lo que no haría si tuviera un hijo con Booth y, sobre todo, por su expresión en la sala de espera del hospital, mientras Angela está dando a luz a su bebé. Como de costumbre, con sólo prestar un poco de atención, los pensamientos y las emociones de Brennan son completamente transparentes.
Este cambio en la relación entre los dos personajes (que, de paso, sirve de excusa para incluir en la trama el embarazo real de Emily Deschanel) va a tener, por supuesto, grandes repercusiones en la próxima entrega. Desde la cuarta temporada, sabemos que Brennan ha considerado la posibilidad de tener un hijo, aunque un deseo más abstracto que otra cosa, y ahora que va a pasar de verdad habrá que ver por dónde se encamina el asunto. La experiencia de ver a Angela y Hodgins durante esta sexta entrega, en la que habían perdido buena parte de las cosas que los hacían divertidos, obliga a tomarse esta variación de rumbo con cierto excepticismo, pero teniendo en cuenta que, en general, el retrato de la relación de Booth y Brennan ha solido ser bastante coherente con cómo son como personajes, a lo mejor nos llevamos una sorpresa agradable.
Una temporada regular
El retrato de Brennan ha sido, además, uno de los pocos buenos destellos que ha tenido esta sexta temporada. Tras un comienzo realmente divertido (la investigación del asesinato a lo ‘Jersey Shore’ es simplemente genial), la serie se abandonó, como quien dice, y perdió parte de la chispa que había tenido. De hecho, ha sido la sutil evolución de su personaje protagonista (y el regreso de su aprovechamiento como fuente de chistes) casi lo único salvable en un tramo intermedio de capítulos no especialmente memorables. Los casos nunca han importado gran cosa, y aunque los cadáveres han continuado siendo imaginativamente asquerosos, las relaciones entre sus personajes se veían demasiado convencionales. Sólo los momentos que tocaban más directamente a Brennan (como ‘The doctor in the photo’ o el episodio en el que ella y Booth se quedan atrapados en un ascensor) la rescataban de la monotonía, y los síntomas de mejoría se han apreciado en los dos o tres últimos episodios.
El penúltimo, el de la muerte de Vincent Nigel-Murray y la detención del francotirador (interpretado por Arnold ‘La momia‘ Vosloo), nos devolvió una ‘Bones’ con una mejor integración de la parte emocional, del humor (la fiscal Caroline Julian nunca falla en ese aspecto) y de una trama más interesante incluso para los personajes. Las despedidas de secundarios que llevamos viendo ya un tiempo no se les suelen dar demasiado bien, pero la de Vincent resultó efectiva, con el punto justo de tristeza y, por supuesto, sirvió para poner en movimiento los dos o tres últimos minutos de la temporada (¿qué pasa últimamente que todas las series se reservan los giros importantes para el último suspiro de sus entregas?).
El regreso final de Buck y Wanda Moosejaw, anticipando un poco lo que estaba por venir, ofrece optimismo de cara a la séptima temporada. No se sabe seguro cuántos capítulos tendrá porque, además, allá por marzo hará un parón en su emisión para permitirle una baja maternal, aunque breve, a Emily Deschanel, en el que se verá la serie ‘The Finder’. Este cambio en el juego era algo que necesitaban para tomar fuerzas renovadas y recuperar el encanto que se dejaron atrás durante buena parte de esta sexta entrega. Lo que está claro, eso sí, es que esta nueva situación aún va a crear más división entre sus seguidores. En septiembre veremos por dónde continúa todo.
En ¡Vaya Tele! | ‘Bones’ y la evolución de Brennan