Netflix estrenó hace unos días ‘White Lines’, la nueva serie de Álex Pina, creador, entre otras, de ese fenómeno mundial conocido por el nombre de ‘La casa de papel’. Es evidente que la gran acogida de la banda liderada por el Profesor fue esencial para que la plataforma lo fichase en exclusiva esperando repetir su éxito.
Todavía no hay datos oficiales, pero ‘White Lines’ ha sido una presencia fija en el Top 10 de Netflix España desde su estreno, por lo que no parece que le haya ido precisamente mal en lo relativo a la audiencia. La cosa se complica en lo artístico, ya que se queda muy lejos de ser una serie igual de adictiva que ‘La casa de papel’ y ahora vamos a repasar los principales motivos de ello.
Ojo con los spoilers de ambas series
El gancho de la historia
Por resumirlo en pocas palabras, ‘La casa de papel’ habla sobre cómo se consigue sacar adelanto un atraco imposible, mientras que la primera temporada de ‘White Lines’ ha girado alrededor de esclarecer el misterio de un asesinato cometido hace más de 20 años. Sobre el papel, son dos premisas muy potentes, pero a la hora de la verdad ha existido una mayor determinación en el caso del robo que en el de la investigación.
En ‘La casa de papel’ absolutamente todo gira alrededor primero del atraco en la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre y posteriormente en el que acontece en el Banco de España. Puede que a veces la cosa se parase para profundizar un poco en los personajes y también que se haya recurrido a algunos giros de guion más efectistas que efectivos, pero el objetivo siempre era el mismo y nunca se perdía el foco.
No puede decirse que eso haya sucedido en ‘White Lines’, ya que ha habido varios desvíos, tanto en lo referente a la vida personal de la protagonista como en la rivalidad existente entre dos de las grandes familias del crimen dentro de Ibiza. A veces todo lo relacionado con Axel quedaba limitado a apuntes sueltos, sobre todo tras un vigoroso arranque en el que la serie sabía ir conjugando diferentes géneros antes de que todo diese un cambio brusco en el cuarto episodio.
Una de las principales consecuencias de ello es que uno puede llegar algo agotado a los episodios finales, que es cuando todo lo relacionado con la muerte de Axel pasa a primer plano, solucionando la gran incógnita alrededor de lo sucedido. Con ‘La casa de papel’ siempre han sido necesarias varias temporadas para solucionar cada caso, pero la serie sabía justificarlo bien. En ‘White Lines’ se ha hecho más rápido, pero no por ello mejor.
El manejo de la estructura narrativa
Un punto que tienen muy en común ‘White Lines’ y ‘La casa de papel’ es el uso de una estructura narrativa no lineal. Con la segunda sirve en muchas ocasiones para ilustrar cómo se le ocurrió al Profesor la idea para ser efectivos en esta o aquella situación, pero con el paso de las temporadas han ido complicándolo más, saliendo airosos de su apuesta.
En el caso de ‘White Lines’ se ha utilizado de forma algo más torpe, limitándolo por lo general a darnos detalles sobre quién era Axel realmente, y si ya te costaba implicarte realmente por la forma de llevarlo, la cosa se complica cuando llega un punto en el que caes en la cuenta de que era un gilipollas. No tanto como para pensar que se merecía lo que le pasara, pero sí para que tu interés alrededor del gran misterio de la temporada decaiga sensiblemente.
También hay pequeños apuntes sobre el pasado del personaje interpretado por Laura Haddock, pero no cumplen muy bien su cometido para sentar las bases sobre el trastorno que sufrió tras la desaparición de su hermano. Con pinceladas insuficientes.
Los personajes
Ya comenté en mi reseña de la temporada completa de ‘White Lines’ que el único personaje de la serie con el suficiente interés como para conocer más a fondo su evolución es Boxer, algo que además sucede más por la interpretación de Nuno Lopes que por los guiones de Pina, que firma los diez episodios de esta primera temporada.
Con los demás el mayor problema es que la protagonista acaba resultando algo cargante sin ofrecer nada a cambio que lo compense. En ‘La casa de papel’ podría llegar a entender una reacción similar con la Tokio de Úrsula Corberó, pero su impulsividad nos ha dado muchos grandes momentos, caiga mejor o peor su personaje. Con la Zoe Walker de Haddock simplemente no hay gran cosa a la que agarrarse.
Más allá de eso no hay color, ya que ‘White Lines’ puede ofrecer algunos pequeños chispazos con los personajes interpretados por Belén López o Daniel Mays, pero sin conseguir nunca la continuidad necesaria. Solamente el Berlín de Pedro Alonso ya es suficiente para ganar la comparación, incluso cuando el tratamiento del personaje en las temporadas de la serie en Netflix son bastante diferentes a lo que pudimos ver en Antena 3 por primera vez.
Y es que luego además tienes una gran galería de personajes con gente como El Profesor de Álvaro Morte, la Raquel de Itziar Ituño, la Nairobi de Alba Flores, los excesos del Palermo de Rodrigo De la Serna e incluso esas pequeñas dosis del Marsella de Luka Peros. Por no hablar de oponentes formidables como la Alicia Serra de Najwa Nimri o el Gandía de José Manuel Poga. ¡Si hasta nos encanta odiar a Arturo! No hay color.
El tono
En el caso de ‘La casa de papel’ podríamos decir que las dos primeras temporadas son algo más reposadas, permitiéndonos conocer mejor a los personajes, pero sin que eso suponga en ningún momento que sean aburridos. Luego se apuesta más por la acción, pero como ya conocemos a los protagonistas, nos vale con que todo se convierta en una montaña rusa en el que empieza a valer absolutamente todo.
En ‘White Lines’ hay un cambio extraño en el cuarto episodio, dejándose casi completamente de lado ese toque más juguetón que si había en los tres anteriores episodios para apostar por la intensidad dramática de lo que sucede. Pina describió la serie en una entrevista como una historia triste contada de la forma más divertida posible. En el arranque podríamos hablar de que lo había logrado, pero luego de divertido solamente hay pequeños apuntes como la charla sobre que la paella no lleva chorizo.
En resumidas cuentas
‘La casa de papel’ y ‘White Lines’ son series diferentes que no juegan a lo mismo, pero con la primera se te pasan los minutos volando incluso aunque ya se pueda decir que haya saltado el tiburón, mientras que con ‘White Lines’ el entretenimiento decae con rapidez y al menos a mí hasta me llegó a costar acabar su primera temporada. Una pena.
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