El estreno de nuevas series de televisión por parte de determinadas cadenas (AMC, HBO, etc.) es esperado como poco menos que un acontecimiento por una parte importante de la comunidad seriéfila. Sin embargo, hay otras emisoras que no sólo no logran captar tanta atención, sino que rozan peligrosamente el caer en una especie de indiferencia generalizada. USA Network entraría dentro de ese bloque, dentro del cual parecía que ‘White Collar‘ (’Ladrón de Guante Blanco‘ en España) iba a ser una excepción, pero el tiempo ha demostrado que no ha sido así.
Doy por sentado que muchos dieron una oportunidad a la serie durante sus primeros pasos. El rodarse en Nueva York (y aprovechar eso muy bien), el innegable atractivo físico de Matt Bomer, su notable química con Tim Dekay y su acertada combinación de entretenimiento y elegancia como procedimental. El problema es que ‘White Collar’ nunca ha sido una serie que manejara correctamente las tramas horizontales, en las cuales recurría a decepcionantes engaños (a punto estuve de abandonar la serie en su primera temporada por ello) y sobrecargas de dramatismo que no llevaban a ninguna parte. Eso sí, todo parecía que iba a cambiar para su cuarta temporada.
Volver a empezar otra vez
¿Qué mejor forma de dar más vida a ‘White Collar’ que convirtiendo nuevamente a Neal Caffrey en un fugitivo, y encima en un país extranjero? Y es que la belleza de Nueva York es indiscutible, pero llegó un punto en la serie en la que yo anhelaba algún cambio de auténtica importancia, algo que parecía que iba a conseguirse con el cazarrecompensas que ronda al protagonista, una ambientación tropical y hasta un tímido cambio en la vestimenta habitual de Caffrey. Promesas de algo que, como de costumbre, no estaban dispuestos a desarrollar hasta sus últimas consecuencias.
Fueron apenas dos episodios en los que ‘White Collar’ concentró todas sus virtudes y defectos en un único caso: Devolver a Neal Caffrey a su rutina habitual. Él y Peter Burke (DeKay) tienen química para el trabajo, son imaginativos hasta en sus eternos tira y afloja, Mozzie (Willie Garson) es un buen secundario cómico (aunque pierde efectividad cuanto mayor es su protagonismo) y todo mantiene siempre un estándar como entretenimiento, pero a cambio se recurre a una casualidad tremenda para salir del problema y todo acaba sin tener una repercusión realmente importante en los personajes. Y es que da igual lo que hagan Caffrey y Burke que, antes o después, volverán a estar trabajando juntos para detener a otro ladrón de guante blanco. Pura rutina.
He de reconocer que es cierto que Burke, por su implicación en el caso Caffrey, fue rebajado durante otro par de episodios a una posición denigrante para sus habilidades. Eso sí, ¿realmente alguien dudaba que eso iba a resolverse más temprano que tarde? Y además sin ningún cabreo o resentimiento reseñable hacia el protagonista por ser el gran responsable de su situación. Lo dicho, giros gratuitos y, encima, mal desarrollados.
La inmutabilidad de ‘White Collar’
Una vez de vuelta a la normalidad, la serie no tarda en regresar a sus coordenadas habituales, en las cuales funcionan siempre mucho mejor los casos episódicos que el gran misterio de la temporada que no tarda en hacer acto de aparición, el cual siempre acabará siendo la causa de un aparente distanciamiento entre Burke y Caffrey, ya que suele conllevar actos fuera de la ley que el primero no está dispuesto a aceptar, algo de lo que es plenamente consciente el segundo.
En esta ocasión, es la inclusión de Treat Williams, al que muchos seriéfilos recordarán por haber sido el padre de familia de la reivindicable ‘Everwood‘, como el misterioso y escurridizo Sam Phelps, quien dice tener información vital sobre la vida personal de Caffrey. Era obvio para todo seguidor de la serie que él iba a ser el causante del cliffhanger de la mid-season finale que nunca acaba siendo algo que cause un impacto tan grande en la serie. Por ejemplo, ¿Alguien se acuerda aún de cuando dispararon a Mozzie? Creo que fue entonces cuando perdí la fe en que este tipo de giros de guión surtieran efecto alguno.
El otro punto molesto de estos primeros diez capítulos de la cuarta temporada es que sigue abusando de que actos especialmente dramáticos acaben teniendo algún tipo de repercusión. Esto nos retrotrae al episodio ‘Gloves Off’, penúltimo emitido hasta la fecha, en el cual Caffrey acaba mandando al cuerno a Burke. Ahí se logra combinar una trama episódico interesante y correctamente ligada con los efectos de las acciones del agente del FBI sobre la investigación personal de Caffrey. Todo está bien hilado y, por una vez, el exceso de dramatismo no suena a forzado. Sin embargo, y pese a lo simpática que es la escena con DeKay preparando cafés al gusto del personaje de Bomer buscando una reconciliación, eso se diluye en unos pocos minutos del décimo episodio para que ‘White Collar’ vuelva al status quo habitual. Y yo, por mucho que me siga resultando un buen entretenimiento, me estoy empezando a cansar de sentirme engañado sin necesidad.
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