El otro día estuve debatiendo sobre ‘Breaking Bad’ con otro acérrimo de la serie sobre el cariz que estaban tomando las cosas en este último tramo de la historia. A mi interlocutor le preocupaba mucho el hecho de que Vince Gilligan se alejase de esa visión sombría que había adquirido el personaje con el devenir de los episodios y todo acabase reducido a una moralina familiar.
¿Qué nos pasa? ¿Por qué nos provoca tanto rechazo que los valores familiares estén tan presentes en la ficción americana? Es un cinismo que sin duda Hollywood ha alimentado pero, ¿no es acaso la familia el pilar básico de las relaciones sociales de cualquier persona? El hogar puede ser pasado, presente o futuro e inspira historias de retorno, de trauma, de deseo o de nostalgia; No en vano es una fuente inagotable de conflictos identificables que han resultado en grandes películas, series o personajes caracterizados por esos lazos afectivos que nos definen y marcan para siempre. No es como si la representación de los valores familiares que nos ha brindado ‘Breaking Bad’ hasta ahora fuese la misma que la de ‘Modern Family’- que por otra parte no tienen nada de malo, el manejo de este aspecto es precisamente uno de sus grandes aciertos-.
La familia no tiene sitio en Belice
Los lazos familiares no sólo han estado presentes desde el primer momento en ‘Breaking Bad’ sino que han sido detonantes y catalizadores de sus tramas más importantes. Walter White empieza a volverse malo en parte por esa necesidad de desquite ante la perspectiva de su enfermedad letal, pero es su rol como el cabeza de familia el que le impulsa y después le ayuda a superar sus reparos iniciales.
Es ese instinto de protección y amor incondicional lo que empuja a Walter a ese foso que después seguirá cavando por su cuenta, y es esa lealtad lo que finalmente empuja a Skyler a seguir hasta el final apoyando a su marido (aunque esto suponga elegirle por encima de su propia hermana, su propia sangre). El Walter más calculador es capaz de manipular a Walter Jr. contándole lo de su cáncer en el momento que más le interesa pero, al final del día, se niega a deshacerse de Hank como si de un Mike cualquiera se tratase; también acabó cediendo a los ruegos de Skyler de dejar el orgullo y el ansia de poder en la que se había convertido el ansia de dinero. Sí, el regreso del cáncer ha tenido algo que ver en la decisión pero, a pesar de haber perdido casi todos sus escrúpulos, es con la familia con quien quiere pasar sus últimos meses.
El camino que han tomado los episodios tras el bombazo de mitad de temporada está demostrando que es precisamente ese entramado de lazos familiares (sean políticos o de sangre) lo que va a caracterizar lo que está por venir. Buscar (que no significa encontrar) una redención a través de la familia no es el camino más fácil, es el camino más verosímil. Si existe alguna posibilidad de salvación para Walter es a través de la familia, y él lo sabe. Quizá por esto no puedo evitar pensar que en ese paternal abrazo a Jesse había algo de sincero.
El Walter más peligroso era aquel impulsado por el orgullo, ese que alcanzó la cumbre en la primera mitad de esta quinta temporada. Afinando sus temores, mi interlocutor alegaba que lo que realmente le preocupaba es que estos valores cambiasen al personaje que hemos visto evolucionar hacia lo más oscuro. Que Walter se haya dado cuenta de que tal ambición y ego descomunales no iban a serle de mucha ayuda ahora que su vida ha empezado a apagarse no anula la persona en la que se ha convertido. No ha perdido el temple, no ha dejado atrás su perfeccionada técnica de comer la oreja a cualquier persona sin excepción (algo que Jesse ya no está dispuesto a tragar) y siguen sin existir obstáculos morales que frenen sus intereses, aunque suponga soltarle la bomba del cáncer a su propio hijo.
Valores familiares no es igual a final feliz
En aquella memorable secuencia tras el asesinato de Gus, Walter hablaba con Skyler sobre lo sucedido. It’s over, we’re safe. I Won. Que el orgullo ya no sea el principal motor de sus acciones no implica una regresión en su transformación. Con el cambio, quizá ahora la conversación se invertiría, diciendo el he ganado primero y estamos a salvo después. Pero ganar ha ganado. Vito Corleone bien lo decía. La familia. No implica un final feliz ni corrección moral. Y por sus cujons que no va a permitir que la vendetta personal de Hank (porque sí, es personal, y con toda la razón; ya nada tiene que ver con una justicia estructural) ponga en peligro el futuro de su familia. ¿Es que nadie piensa en los niños?
Sí, Marie piensa en los niños. Le decía a mi interlocutor que en estas cosas es más el cómo que el qué, y ‘Breaking Bad’ ha demostrado sistemáticamente que no elige el camino fácil. Como bien señalaba Alberto en uno de sus fantásticos repasos de episodio, Skyler y Walter se escudan en la integridad de la familia. Tantos valores. ¿Por qué no te suicidas Walt? Todos ganamos. Marie, en representación de la serie, es quien cuestiona todos esos principios que los White parecen abrazar de boquilla.
Como señalaba al inicio, la familia es un valor fundamental del ser humano y uno de los pilares de la cultura americana al que la ficción recurre constantemente en su búsqueda de argumentos. Contar historias es reaccionar a nuestro entorno y comunicar lo que sentimos. Tantos orígenes de superhéroe, tantos daddy issues para adornar ligeramente los blockbusters de acción… no es una cosa de cuatro ñoños, es un sustento indispensable donde encontrar historias de verdad, historias que nos reflejan. Y ‘Breaking Bad’ quizá muestre una visión nociva de estos valores, pero al final, después de todo lo ocurrido, son los que se mantienen en pie.
En ¡Vaya Tele! | Seguimiento a 'Breaking Bad'
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