La serie está ambientada en el sector publicitario de Nueva York a principios de la década de 1960, y sigue a los ejecutivos que trabajaban en ese mundo, que vivía su época de esplendor en EE.UU. Todo era susceptible de ser anunciado y prácticamente valía cualquier cosa para hacerlo, siempre que fuera algo creativo y original. La reconstrucción de ese mundo es fascinante, empezando por la fotografía y la ambientación, pasada por el "filtro" del humo de los cigarrillos que todos los personajes fuman sin parar.
Tiene el aspecto de de aquellas películas de Doris Day y Rock Hudson pero, lógicamente, poco más guarda en común con ellas, aparte de que los personajes masculinos se dedican a vivir la vida y son mucho más claros los prejuicios y discriminaciones de una sociedad aparentemente feliz. El que ocupa el centro de Mad Men es Don Draper, un publicitario considerado el mejor en su trabajo, y que es todo un misterio más allá de ese aspecto. Mientras vemos como sus compañeros más jóvenes aprovechan a tope ser "los mejores publicistas del mundo" (como ellos mismos se autodenominan), Draper se mantiene aparte, como si, en realidad, él no perteneciera no ya a ese mundo, si no a ninguno.
Mad Men ha "robado" limpiamente el puesto que parecía destinado, a priori, a producciones con repartos estelares, como Damages (con Glenn Close), Saving Grace (con Holly Hunter) o Californication (con David Duchovny), y sorprende aún más por estar en AMC, un canal temático de cine, lo que viene a confirmar la fuerte apuesta de las cadenas por cable por la ficción de calidad.
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