La emisión del piloto de ‘Twin Peaks’ acaba de cumplir 30 años. Tres décadas que definen una piedra angular del audiovisual moderno, completado hace unos años por la espectacular tercera temporada, que renovaba el imaginario de la serie para los tiempos del terror de autor. Sin embargo, en primera instancia, fue un folletín co-creado por David Lynch y Mark Frost, que dejó a los espectadores de los años 90 rascándose la cabeza, pero muy enganchados.
Durante sus dos primeras temporadas los seguidores originales no respondían al arquetipo cinéfilo que acogió con prestigio el regreso de 2017. Podía ser tu madre, tu cuñado o tu hermana mayor; el mundo quería saber quién había matado a Laura Palmer y se perdía con gusto entre la marea de personajes. Sin embargo, extrañados o alucinados, los espectadores aplaudían la extraña habilidad de la serie para generar escalofríos y risas incómodas por igual.
La investigación del excéntrico, pero atractivo, agente Dale Cooper (Kyle McLachlan), en busca de la persona que mató Laura Palmer, la chica más popular del pequeño pueblo que da título a la serie, era casi una excusa para ir administrando las escenas plagadas de surrealismo cotidiano que acabaron por cimentar su personalidad. Pero, ¿cómo nace un proyecto tan transversal y sorprendente? ¿Cuál fue la idea germinal?
Para desentrañar la difícil madeja de influencias, referencias y orígenes, nos ha iluminado Javier J. Valencia, quien puede considerarse, sin duda, el estudioso de ‘Twin Peaks’ más destacado en habla hispana. Con algunos libros en su haber, su última referencia ‘Universo Twin Peaks’ de la editorial Dilatando mentes, es un volumen esencial para comprender la dimensión del legado de la obra, con extensos análisis e interpretaciones que conectan las piezas de un puzzle imposible encontrando patrones muy lúcidos.
Un origen casual
La serie sería inconcebible sin estar asociada al nombre de David Lynch. Llena de sus características y su amor por el contraste entre lo misterioso y lo cómico, la luz y la oscuridad, lo popular y la alta cultura. Lo que siempre ha llamado la atención es cómo llegaría un director de cine ya más o menos consagrado a un medio que se consideraba menor. Javier J. Valencia nos explica:
“Fue a raíz de la sugerencia que le hizo su agente Tony Krantz (que curiosamente es el hijo de la escritora de novelas románicas Judith Krantz, cualquiera diría que el culebrón estaba llamando a la puerta de Lynch) de que trabajara con Mark Frost y desarrollaran juntos algún proyecto. Al ver que alguna intentona previa para el cine no cuajó, Krantz insistió en que intentaran dar forma a algún proyecto para televisión.
Lynch trabajó en ello con total naturalidad, del mismo modo que pasa de dirigir una película a pintar un cuadro o a construir una mesa. De hecho, siempre ha dejado claro que no ve ninguna diferencia en lo que se refiere al trabajo 'de campo' entre un medio y otro (me refiero al rodaje en sí, no tanto a la post-producción), y que veía las ventajas de poder contar una historia que se continuara de una semana a otra”.
Pero a menudo se olvida —o se quiere olvidar— el papel de Frost, y su experiencia televisiva. Veremos el rol de ambos y su importancia en el conjunto pero, en cuanto al elemento de autoría de uno y otro, Javier J. Valencia afirma:
“Sinceramente, creo que Frost y Lynch son ‘culpables’ al 50% del nacimiento del universo de Twin Peaks. Ambos dieron forma al pueblo y a sus personajes antes incluso que surgiera la idea del asesinato de Laura Palmer, que siempre han confesado que cuando les llegó esta idea por fin tuvieron el punto de partida y catalizador. Creo que es importante que fuera así y no al revés, porque debe de resultar muy diferente construir a personajes de manera natural que no haciéndolo como potenciales sospechosos de un crimen.
Durante la primera temporada el desarrollo de la historia estaba ya establecido antes de empezar a rodar, por lo que me mojaría a pensar que ambos comparten por igual la responsabilidad. Actualmente, Lynch ha expresado en varias ocasiones que él personalmente solo siente como ‘Twin Peaks’ el episodio piloto, algo que personalmente considero que es tan exagerado como ocurría en los años 90, cuando se colocaba su nombre siempre por encima del de Frost. En la segunda temporada ya se empieza a notar un paulatino desinterés de Lynch”.
Crímenes reales
El mayor pilar de la serie y la precuela es el argumento de los primeros episodios, con la muerte de una joven en un pequeño pueblo. La versión más conocida es que fue el co-creador Mark Frost quien se inspiró en un crimen real para configurar las ideas que suponen el punto de partida: el asesinato de Hazel Drew en Sand Lake, Nueva York. Cuando Frost pasaba sus vacaciones en Taborton, su abuela le relataba relatos del folclore local, incluyendo el misterioso crimen de Hazel, que se solía contar como una vieja historia de fantasmas para asustar a los niños y advertirles de no salir al bosque de noche.
La historia era un triste misterio sin resolver cuando el cuerpo sin vida e hinchado de Drew fue descubierto flotando boca abajo en las orillas del pantano de Teal. En sus primeros contactos para desarrollar las primeras ideas de la serie, Frost y Lynch hacían lluvia de ideas y se les ocurrió la imagen de un cuerpo sin vida de una joven en la orilla de un pequeño lago. Por una parte, Lynch tiene fijación artística para representar mujeres jóvenes y vulnerables, a menudo rubias, y Frost recordó a Hazel y su historia, cuando caminaba por una zona con lago similar al que veríamos en ‘Twin Peaks’.
Así, hay detalles del caso real, como un cuerpo en la orilla, el asesinato aún no resuelto o los sospechosos de todo tipo de clases sociales con los que interactuaba y que convivían en el pueblo. Citas y reuniones clandestinas de la chica con varios sospechosos, un rico empresario que domina el pueblo, la industria maderera y, por supuesto, historias esotéricas y extrañas del lugar real, como un médicos que se creía que practicaba artes oscuras o supersticiones que afirmaban que, subiendo a la montaña Taborton, se veían mujeres corriendo semidesnudas. Este quizá sea el caso más conocido, pero Javier J. Valencia cree que hay otro suceso real que no suele considerarse y tiene tanta o más importancia:
“Otro crimen auténtico que podría haber sido influyente en la construcción del relato es el de Nancy Easton, que fue asesinada en 1974 en un municipio californiano llamado precisamente ‘Twin Peaks’, localidad que por cierto tenía su propia serrería, su propio ‘Roadhouse’ y a un detective de policía llamado ‘Hawks’. El novio de Easton, Harry ‘Buzz’ Teter, fue acusado pero liberado por falta de pruebas aunque su vida quedó marcada para siempre por el suceso.
Años después, en el 2004, el caso pareció aclararse cuando Chris Davis (presuntamente) confesó su culpabilidad en su lecho de muerte: había tenido una relación secreta con Easton pero como era un joven aparentemente saludable y popular (e hijo de un policía para más ‘inri’) nadie sospechó de él. Podría tratarse de una casualidad cósmica o quizá el suceso sirvió de inspiración para al menos construir el piloto, usando a Teter y Davis como unas ‘proto’ versiones de James y Bobby. Al menos así lo considera el propio Teter…”
Arte y ocultismo
David Lynch es uno de los directores de cine más visuales que ha trabajado en la industria, y es conocida su fijación por la pintura y la historia del arte. Sus mayores influencias visuales son obras de pintores icónicos como el surrealista René Magritte. Pero en el primer ‘Twin Peaks’ puede que cale más el realista Edward Hopper, y sus retratos pop de la vida cotidiana de la América urbana y rural, con bares de carretera y Dinners iluminados con fluorescentes.
Este calado ya se intuía en ‘Terciopelo azul’ (Blue Velvet,1986), que no dejaba de ser un retrato de Missoula, Montana, donde nació el propio Lynch; con un retrato naif e idealizado de Norteamérica, que también puede rastrearse en la obra de Norman Rockwell o en las ilustraciones de un viejo manual de urbanidad, ‘Good Times on Our Street’ (1945), que el director de ‘Dune’ (1984) repasaba durante la infancia y que inspiró los planos iniciales de la mentada ‘Terciopelo azul’, sugiriendo un lado oscuro del ambiente campestre de EE.UU.
La parte con interés estético era su ultramundo fantástico, la logia y sus ramificaciones que va desde lo lovecraftiano, al surrealismo de El Bosco o los espacios estáticos e irreales de Giorgio de Chirico o Salvador Dalí. Un imaginario pintoresco y delirante que se complementan con iconografía oscura y esotérica, que abren una vía de ocultismo que se va implementando en la serie. En este ámbito, Javier J. Valencia afirma:
“A nivel de construcción mitológica, Frost ha reconocido haber sido influenciado por escritores y pensadores esotéricos que le interesaron en su juventud, como Aleister Crowley o Alice Bailey. Los conceptos de Logia Blanca y Logia Negra nacen de H. P. Blavatsky, fundadora de la Sociedad Teosófica. Incluso en la tercera temporada puede intuirse la influencia del escritor polaco Stefan Grabinski, en cuyo relato ‘La venganza de los elementales’ de 1922 (incluido en la antología de Valdemar ‘El demonio del movimiento’) un bombero descubría la existencia de unos elementales del fuego a los que asociaba a Júpiter y a Jowday”.
La importancia de la televisión
‘Twin Peaks’ significó pura vanguardia y la revisión irónica de los clichés de la narrativa serial, y tenía mucho que ver con los seriales radiofónicos y televisivos de la primera edad de oro de la tv. La serie era al fin y al cabo una heterodoxa soap opera ambientada en una pequeña comunidad Y aquí es donde quizá pese más la presencia de Frost. Según J. Valencia:
“Cuando ‘Twin Peaks’ apareció como un cohete en la televisión de los años 90, fue enseguida acogida por la crítica cinematográfica más que por la televisiva (al menos en España, donde la segunda no era desde luego como la de hoy en día) y si te fijas, los referentes de la gran pantalla siempre aparecieron mencionados en primer plano (véase ‘Laura’ de Otto Preminger o ‘Vertigo’ de Alfred Hitchcock— NdA: discutidos más adelante—) antes que los televisivos, a los que en ocasiones se suele referir muy por encima”.
El nombre principal que se suele como influencia es la serie ‘Peyton Place’ (1964-1969), de la que se puede intuir la forma en la que se presentan los habitantes de la ciudad, y otras ideas, como que ambas giran en torno a una niña que fue abusada sexualmente por un miembro de la familia, el escándalo y la hipocresía debajo de la cuidada fachada de una pequeña ciudad de Estados Unidos. Sin embargo, J. Valencia aclara que:
“Lynch vio la versión cinematográfica (nunca el serial, como a veces se dice por ahí) por deseo de Tony Krantz cuando estaba trabajando con Frost para desarrollar algún proyecto de TV y al director de ‘El hombre elefante’ ni siquiera le gustó”.
La adaptación de Mark Robson de la novela sensacionalista del escritor Grace Metalious, de 1956 fue analizada por Lynch y Frost en una proyección privada, pero según el agente de Lynch, Tony Krantz, ya habían imaginado el mundo de ‘Twin peaks’ antes de verla. Aunque sí presentó a Russ Tamblyn, quien interpretaría al Dr. Jacoby en el programa. Lo que sí que pesa en el formato de serie es la experiencia televisiva de Frost:
“En términos de estructura, de dotar de forma a la serie, se suele dejar de lado el bagaje de Mark Frost en ‘Canción triste de Hill Street’ (Hill Street Blues, 1981-1987), una serie revolucionaria en su momento al alejarse de la concepción de la tv de entonces (donde las series de argumento criminal solían ser auto-conclusivas), que aplicó los arcos argumentales de varios episodios para desarrollar tramas y a su vez contaba con numerosos personajes principales cuyo protagonismo podía variar de un episodio a otro.
Ese estilo estaba reservado entonces casi en su totalidad a los soap-opera, las series de “belleza y poder” tipo ‘Dallas’ pero Steven Bochco y su equipo (donde aparte de Frost estaba David Milch, futuro creador de ‘Deadwood’) aplicaron esa “tridimensionalidad” al género policiaco y se siguió aplicando en series que tuvieron un gran prestigio en su momento como ‘St. Elsewhere’ o ‘La ley de Los Ángeles’. Frost fue muy hábil en llevar ese modelo de narración a ‘Twin Peaks’, dotar de vida a los habitantes de un pueblo —cada uno con sus miserias y alegrías, que cuando se da forma a un guion pasan a ser puras tramas— y encima arreglárselas para que el muy personal estilo de David Lynch brillara con fuerza”.
Otro de los referentes televisivos, consciente o no, fue ‘El prisionero’ (The Prisoner, 1967-1968), una serie bastante adelantada a su tiempo, y un toque experimental propio de la psicodelia de los 60 que fue uno de los primeros ejemplos de ficción catódica desconcertante, y el lugar en donde transcurría, The Village, es un escenario bastante Lynchiano, en donde se mezclan lo agreste e idílico con lo perturbador o inquietante.
La presencia del Hollywood Clásico
El aire retro de ‘Twin Peaks’ también se contagia a las formas de sus personajes, el envoltorio de sus relaciones y la sencillez narrativa, todo ello fruto de un fetichismo iconoclasta del Hollywood clásico que no sorprende de Frost y Lynch, cuyo primer trabajo juntos fue el guion de un biopic de un icono cuya muerte tiene un misterio no muy diferente al de Laura Palmer:
“Juntos, intentaron primero llevar a la gran pantalla la biografía ‘Goddess’ de Anthony Summers (editada en España por Planeta como ‘Las vidas secretas de Marilyn Monroe’). Quién sabe cuánto de las sensaciones que le transmitió el mundo privado y secreto de la Monroe sirvieron al dúo para dar forma al tormento de Laura Palmer”.
Son muchas las pequeñas lascas de cine clásico a lo largo de tantos capítulos, pero uno de los referentes estructurales es la mismísima ‘Ciudadano Kane’ (Citizen Kane, 1941), que utilizaba una muerte enigmática para ir explorando una serie de personas peculiares. Otro germen muy importante es ‘Rebelde sin causa’ (Rebel Without a Cause, 1955), en la que Natalie Wood y James Dean inspiraron los personajes y relación adolescente intensita de Donna y James.
La huella fatalista del cine negro
Hay un gran listado de películas de cine negro que definen el estilo expresionista de muchas de las obras de David Lynch, especialmente en su tramo de los 90 y de nuevo milenio, pero alguno tienen más importancia en la serie, especialmente los que tienen lugar lejos de una zona urbana típicamente asociada con el género, como ‘El desvío’ (Detour, 1945) o ‘Retorno al pasado’ (Out of the Past, 1947), que reflejaban las ansiedades de EE.UU. en la época de la posguerra, lo que en los 90 se traducía en las miserias ocultas bajo la alfombra de la América de la era Reagan.
Como comentaba Valencia, más arriba, ‘Twin Peaks’ posee elementos sacados de ‘Laura’ (1944) de Otto Preminger, en la que tenemos un detective que se enamora de la mujer cuyo asesinato está investigando. Los retratos de Laura Palmer (Sheryl Lee) y Laura Hunt (Gene Tierney) sirven de eje visual en ambos casos y hay nombres que se reutilizan en forma de guiño. Otras influencias confesas fueron ‘La mujer del cuadro’ (The Woman in the Window, 1944), ‘Secreto tras la puerta’ (Secret beyond the Door, 1947) y ‘Out 1, noli me tangere’ (1971).
El Hitchcock telúrico
Alfred Hitchcock es una presencia constante en ‘Twin Peaks’, pero quizá no sus obras más encajables el suspense puro, sino el que cultivó el noir más pastoral en ‘La sombra de una duda’ (Shadow of a Doubt 1943) y el más entregado a la psicología de sus personajes. Uno de los ejemplos más claros, ‘Recuerda’ (Spellbound, 1945), se encuentra con las interacciones en sueños de Laura y Cooper, gracias a sus paisajes de sueños junguianos diseñados por Salvador Dalí, que tienen las clave del misterio en símbolos y significantes compartidos.
Una matriz de teoría del psicoanálisis, que en ‘Twin Peaks’ encarna el Dr. Jacoby, también con fuerte relación con ‘Vértigo: De entre los muertos’ (1958) a la que se referencia nombrando a la prima de Laura, Maddy Ferguson como el personaje de Kim Novak, compartiendo ideas de doppelgängers e identidades suplantadas y, por supuesto ese tejido de realidad elástica, envuelta en brumas de romanticismo.
Surrealismo y experimental
Hacer un compendio de la influencia de los surrealistas y el cine experimental en la obra de Lynch es digno de un volumen aparte, pero la cantidad de imaginería recurrente y símbolos oníricos nos llevan a la obra experimental de Maya Deren, de nuevo clave en las descripciones de la dimensión alternativa de ‘Twin Peaks’. Además, hay muchas referencias mitológicas, al igual que los trabajos de Jean Cocteau sobre el mito griego de Orfeo, donde Cooper sería elegido como el héroe descendiendo al inframundo para salvar a Laura / Eurydice.
Musicales
Los cincuenta aparecen con frecuencia en todas las películas de Lynch, a través de su música y estética pero, en ‘Twin Peaks’, el enfoque se mueve más hacia el musical francés. Lynch cita ‘Una mujer es una mujer’ (Une femme est une femme, 1965) como influencia y se deja notar en momentos como Audrey bailando, siguiendo con Godard en ‘Vivir su vida’ (Vivre sa vie, 1962). De ellas nace el énfasis de las bruscas paradas y cambios de volumen, un elemento que acaba teniendo mucha importancia en los cambios de estado entre el sueño y la realidad de Cooper.
Fantástico y Terror
Partiendo de que ‘El mago de Oz’ (The Wizard of Oz, 1945) es uno de los filmes más referenciados en toda la filmografía de Lynch, no es difícil encontrar notas de fantasía en ‘Twin Peaks’. Pero si ‘Peyton place’ estaba dirigida por Mark Robson su debut como director, ‘La séptima víctima’ (The Seventh Victim, 1943) es uno de los pináculos del cine ocultista que puede seguirse en las subtramas más oscuras de la logia y los ritos asociados a la muerte de Laura Palmer.
No es de extrañar que trabajara para el productor Val Lewton cuyo ciclo de terror de la RKO es una gran influencia en Lynch, especialmente en la obra de Jacques Tourneur. Algunas de películas tienen guiños en ‘Twin Peaks’, pero su adaptación de M.R. James, ‘La noche del demonio’ (Night of the Demon, 1957) tiene elementos de folk horror, por su conexión mística —las raíces nativas en el caso de EE.UU— del mal en el bosque, con iconografía constante de madera y árboles, algo que se hace más evidente en, ‘The Secret History of Twin Peaks’ (2016), la novela de Frost, en la que crea un mito alternativo del nacimiento de América.
Un estudio de los orígenes ancestrales del mal en el pueblo que conecta con ‘La garra de satán’ (Blood on Satan's Claw, 1971) o ‘El hombre de mimbre’ (The Wicker Man, 1973) como equivalentes en el Reino Unido. Tampoco se puede obviar la obra previa de Lynch, con elementos como el patrón del piso de la logia negra, apuntado en ‘Cabeza borradora’ (Eraserhead, 1977) o el irreal club de ‘Terciopelo azul’, con su Frank Booth, que podría encabezar el grupo proxeneta que explotaba a las jóvenes de la serie.
Como apuntes adicionales, la fascinación por los sueños es muy deudora de ‘El año pasado, en Marienbad’ (L'Annèe dernière à Marienbad, 1961) de Alain Resnais, cuya música amenazante y embriagadora trata de conseguir e efecto febril al igual que ‘Twin Peaks’. En la italiana ‘La mujer del lago’ (La donna del lago, 1965) hay muchos elementos de misterio similares a los 'Twin Peaks', con notas de gótico y atmósfera irreal en un evocador blanco y negro que inflama el enigma hasta lo inquietante. Además, a menudo se relaciona la logia negra con la dimensión paralela descrita en el corto ‘Poslední lup’ (1988), cuya acción está rodada al revés, como el efecto del baile de Michael J. Anderson.
El legado de ‘Twin Peaks’
Para calcular la influencia que ha tenido la serie en los formatos, imaginario colectivo y cultura popular necesitaríamos tres artículos como este, pero aprovechando que Javier J. Valencia nos comentó sus apreciaciones sobre su origen, le preguntamos por el impacto que tuvo la serie en el tejido cultural televisivo de los 90:
“En un primer momento, en la década de los 90, no tuvo tanto impacto como se predijo durante la emisión de su primera temporada. Sirvió para que se diera luz verde a proyectos que llevaban años buscando ser producidos como ‘Doctor en Alaska’, con la que compartía la visión de las pequeñas comunidades del norte de América y el toque bizarro.
También ayudó a que vieran la luz proyectos como ‘Wild Palms’ (1993), cruce entre cyberpunk y soap opera que venía con la firma de Bruce Wagner y Oliver Stone y que la cadena ABC se esforzó en vender como un producto en la línea de Peaks, aunque fue un fracaso. Hasta cuando uno lee artículos sobre el remake de ‘Dark Shadows’ en 1991 de la cadena NBC se sorprende leyendo que los productores pensaron que era un buen momento para hacerlo debido al éxito de series como la de Lynch y Frost. Pero realmente en aquellos tiempos no tuvo tanta repercusión”.
Sin embargo, el hechizo de Frost y Lynch se fue asimilando en los años posteriores y el valor de la serie acabó multiplicándose con el tiempo, cuando su culto se fue transmitiendo ya sea por la bibliografía a raíz de su fandom o por la propia transformación del formato televisivo, incapaz ya de huir del influjo de la serie.
“A raíz de la llamada ‘segunda edad de oro de la televisión’, con el éxito de Los Soprano y del auge de las series de la TV por cable, mucho mejor elaboradas que (por lo general) las de la TV generalista, puede rastrearse la influencia de ‘Twin Peaks’ en muchos de los creadores más prestigiosos de series de nuestro tiempo. Desde David Chase a Matthew Weiner, de Alan Ball a Damon Lindelof, de Bryan Fuller a Blake Crouch, a todos ellos les marcó y la interpretaron como casi una fuerza de creatividad salvaje que les hiciera enfrentarse a las limitaciones del medio televisivo.
Fue como una semilla que se plantó en su cabeza e iba a florecer dos décadas después. Quizá la manera de revolucionar la televisión de ‘Twin Peaks’ no iba a ser la de un abanderado con metralleta disparando al aire. Quizá iba a ser algo más parecido a un fantasma. Estuvo por un breve tiempo, desapareció… pero dejó a un montón de mentes creativas siguiendo el rastro que había dejado. Nunca lo iban a encontrar (no del todo), pero por el camino iban a descubrir sus propios caminos, y estos iban a ser igualmente excitantes y emocionantes. Solo intentarlo ya valdría la pena…”
Mejor que J. Valencia no se puede expresar, pero como coda, es obligado mencionar la polémica selección de ‘Twin Peaks: el regreso’ (2017) como la "mejor película" de la década para la prestigiosa revista de cine Cahiers du Cinema. Algo que no es una elección, sino casi un manifiesto que extiende el debate sobre qué construye la definición de película, en un escenario de cine estrenado en plataformas donde existe ya el debate de si pueden o no entrar en las ceremonias como los Óscar. La criatura de Lynch y Frost, al fin y al cabo, sigue remodelando el medio, treinta años después.
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